Gema Lendoiro el 19 sep, 2013 En unos dÃas se cumplirán 3 años desde que soy madre. Quizás el camino hacia la maternidad comienza en el momento que sabes que estás embarazada. Y digo quizás porque a muchas mujeres el instinto maternal no se les desarrolla hasta que dan a luz o incluso hasta que pasan unas semanas. A mà esto no me escandaliza, no lo hacen a propósito, es que su propia naturaleza funciona de otra manera, tiene otros ritmos. Esto no significa, ni mucho menos, que no cuiden bien a sus crÃas. Lo cierto es que en la especie mamÃfera, en concreto en la humana, son pocos los casos de rechazo a las crÃas e incluso de maltrato pero son, afortunadamente, los mÃnimos. Son excepcionales. En mi caso el instinto maternal brotó como una fuente sin control en el momento que nació Doña Tecla. Las que no me conozcáis de aquél momento os resumo: nació con dificultades por haber aspirado meconio dentro del útero y la tuvieron que reanimar y llevarla una semana a la UCI donde sus primeras 72 horas fueron muy crÃticas. Aquellos duros momentos me hiceron entrar en la maternidad por la parte más oscura, aquella que te conecta con los miedos más ancestrales que cualquier mujer siente al ser madre: pensar que un hijo tuyo pueda morirse. No quiero redundar en temas dolorosos, están ahà pero no son tampoco para regocijarse. El caso, decÃa, es que mi instinto brotó aquellos dÃas y se quedó para no irse más. Sin embargo mi percepción de ser una madre como las demás hasta ahora no la veÃa. O dicho de otra manera: veÃa a las mujeres madres como madres de verdad, al uso y a mà misma como una chica un poco ” loca” que todavÃa no se ha asentado como madre verdaderamente. Eso no significa que no haya desempeñado con responsabilidad mis deberes como tal, es otra cosa. Sin embargo el inicio del cole de mayores de Doña Tecla ha marcado también un inicio en otra etapa mÃa como madre. Tengo la impresión de que ahora sà ya me veo como madre, madre. Y creo que esto me pasa porque la divina doña Tecla se ha convertido ya en una persona que razona, habla, te cuenta cosas y te hace ya partÃcipe de una vida que, a partir de ahora, sà va a recordar. Hasta hace relativamente poco todo lo que hacÃa y lo que por el momento hace Mofletes Prietos son rutinas que, muy probablemente se quedarán en su cerebro sin ser registradas salvo que se sometan a hipnosis. Y precisamente porque ahora ya me hace partÃcipe de sus cosas y ve, observa, imita, aprende (siempre aprenden pero parece que ahora con otros matices), entonces ahora parece como que me tomo las cosas con una seriedad y responsabilidad que son diferentes. No sé si me explico. Si en los primeros meses de la vida de un hijo una se preocupa sobre todo porque duerma bien, que respire (obsesión por ir cada rato a ver si sigue respirando), que coma, que no se meta nada en la boca con lo que se pueda atragantar, ahora las preocupaciones son más profundas: estar a la altura, ser una madre que trasmita seguridad, que ella sepa en todo momento que conmigo está protegida (y con su padre, claro está), que soy un referente para que aprenda (y eso acojona), que de mi responsabilidad depende que vaya cada mañana al cole, que yo soy la que recoge, que yo soy todo su mundo y su mundo tiene que ser equilibrado, sereno y feliz. Y en esto no hay excepciones, no hay peros, no hay excusas. Mi responsabilidad como madre me dice, me obliga a que, además de las cosas básicas como alimentación, vestido, cobijo, colegio, están todas las demás que vertebran lo que en un futuro mi hija será: asÃ, sin ambages. De mi estabilidad psicológica dependerá la suya. Es asà de duro o asà de fácil, depende de cómo se mire. Pero es asà de real. Ahà no hay dudas. (Hago un pequeño inciso aquÃ. Su padre también forma parte de su mundo y es muy importante pero en el dÃa a dÃa la suele ver sólo por las mañanas porque cuando llega a casa, como pasa en muchas familias, las niñas están ya durmiendo. Eso sÃ, por las mañanas es él quién la despierta, la viste, desayuna con ella, la peina…y desde luego los fines de semana son también sagrados para sus hijas) No sé si me estoy desviando. Retomo diciendo que cuando son bebés y un poco más que bebés te puedes permitir licencias como estar triste, llorar, enfadarte o decir algún exabrupto (no está bien hacerlo pero no somos perfectas) Sin embargo cuando ya empiezan a ser personitas, la cosa cambia y es entonces cuando cobra todo el sentido aquella frase que dice: Por un hijo haces lo que no haces por nadie. Pues nada, que me he levantado yo filosófica hoy. Os dejo una anécdota de hace unos dÃas. Estábamos en la cola del supermercado Doña Tecla y yo y ella iba sentada en el carrito de la compra. No me podÃa resistir y empecé a comérmela a besos como siempre y de repente me apartó y me dijo, asà sin contemplaciones delante de todo el mundo: -¡Ayyyy mamá!, ¡Qué pesada eres, quita ya cojones! Glupssssssssssssssssssssss (Juro por los dioses que no sé de quién ha escuchado esa palabra tan fea, mon Dieu!) Puedes seguirme en facebook y/o twitter Sin categorÃa Tags 3 añosmadresmaternidadresponsabilidad Comentarios Gema Lendoiro el 19 sep, 2013