ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

El yihadismo en la maternidad

Gema Lendoiro el

He de confesar que me he cansado. No de la vida, gracias a Dios. Ni de mi familia, ni de mi trabajo. Me he cansado de las intolerantes. Y digo las porque en este caso son mujeres. El 26 de enero hará 4 años que me enteré de que estaba embarazada. Era doña Tecla aunque entonces no lo sabía. Enseguida me ofrecieron escribir un blog que sigo haciendo. El caso es que cuatro años dan para muchas cosas. Para leer otros blogs, conocer otras personas, otras ideas, otros puntos de vista.

A lo largo de este tiempo he de reconocer que muchas cosas que creía que no haría he terminado haciendo. Por ejemplo, dejar a mis hijas ver la tele. Otras, sin embargo, han permanecido inalterables y una de ellas es el respeto a la libertad de los padres sobre cómo educar a sus hijos. Y esto, que puede parecer una estupidez, no es una cuestión baladí. La blogosfera maternal se ha radicalizado de tal manera, con posturas tan irreconciliables, que cuando entras te dan ganas de llorar.

Hay varios asuntos que sacan las garras de algunas. La lactancia materna frente a las que dan el biberón, los partos y las cesáreas, dormir o no con los niños (y si no se duerme con ellos cómo se hace para que se duerman) y, por último, y en posturas ya totalmente radicalizadas, leer cosas tipo que una madre que no se queda los dos primeros años de vida de sus hijos con ellos es una madre que los maltrata. Juro por mis familiares muertos que esto lo he leído. Y no una vez solamente. ¿Y por qué? No tengo la menor idea. Me lo pregunto muchas veces pero no encuentro respuesta que me convenza. Quizás sea la manera escrita la que dificulta el pensamiento, el lenguaje oral y presencial lleva muchos matices que dulcifican los discursos. No lo sé.

Pero vayamos por partes. Me posiciono del lado de recomendar e intentar convencer a aquella madre que no lo tenga claro que lo mejor para su bebé y para ella es la lactancia materna.  Yo di el pecho. Y me lo creo a pies juntillas porque además de ser un mecanismo perfecto está demostrado científicamente que es lo mejor como mínimo hasta los seis meses. Hasta aquí la teoría. Luego viene la realidad y esta, puñetera ella, trae situaciones específicas en cada caso. ¿Saben estas radicales que algunas mujeres dejan de dar el pecho porque su matrimonio peligra? Sí, sí, esas cosas pasan. Y no me vengan con cuentos de que es más importante la leche materna que una separación porque directamente no me lo creo. Creo que no tomar pecho frente a crecer en una familia con los padres separados tiene diferencias.  ¿Saben estas extremistas que hay mujeres que de verdad no pueden dar el pecho? ¿Que no pueden porque se bloquean,  se agotan, se estresan, que lloran por las esquinas porque les sangran los pezones o simplemente porque no les da la gana? Y los razonamientos de porqué no le da la gana le competen a ella y solo a ella. Ni siquiera a su pareja puesto que, salvo que sea otra mujer que acabe de parir, ni hay tetas, ni hay leche.  Entrar en discusiones interminables sobre si hay que convencer a las mujeres de que bla, bla, bla. Lo que hay es que garantizar a las mujeres la información y la formación, que tengan acceso a los puntos de vista objetivos, a la evidencia científica y que, una vez estén perfectamente informadas, ellas mismas deciden qué desean hacer. Y todo lo demás es imposición, es dictadura y además ejercida generalmente por mujeres intolerantes que no aceptan bajo ningún concepto que existan otra maternidades, otras realidades. ¿Alguien en su sano juicio entiende esto? Porque yo no. Y la maternidad no me ha quitado el juicio.

No sé si proyectan sus frustraciones en la maternidad, no sé si crecieron en ambientes dictatoriales y ahora repiten modelos. En realidad no sé qué coño les pasa que evangelizan por la red y en cuanto ven a una pobre madre que da a su hijo biberón la atacan sin piedad. Es verdad que son cuatro las que hacen esto, pero ¡qué daño hacen con sus palabras! Frases como ¡qué pena que no estás conectando con tu instinto maternal! y la madre al otro lado de la pantalla con una depresión de caballo llora que te llora en bata, sin poder ni lavarse el pelo y leyendo estas barbaridades porque no le sale la leche y porque nadie la entiende y sin entender nada. Suele pasar con las primerizas. Es verdad que muchas que dan el pecho también se sienten criticadas, especialmente cuando el bebé pasa del año, pero la diferencia que hay entre ellas y las otras es que estas (las de la lactancia prolongada) saben que lo que hacen es lo mejor para sus hijos (porque además es así y la OMS lo dice), mientras que las otras tienen que, además, hacer frente a sus remordimientos por haber intentando hacer una cosa que, por lo que sea, no les ha salido bien y que ellas mismas saben que es lo mejor pero que también entienden que la maternidad es un camino que dura toda la vida y no hay solo que juzgarse por eso. Y en lugar de recibir un abrazo virtual y un no pasa nada o un ¿quieres que te ayude? reciben críticas por todos los lados atacando donde más le puede doler a una madre: insinuar que no es buena madre. ¿Alguna de estas madres de lactancia prolongada radicales en sus planteamientos serían capaces de hablar así a sus hijos si no lograran sus objetivos? ¿Para quién están pregonando el respeto exactamente? ¿Para sí mismas?

El otro tema controvertido es la cesárea. Yo no conozco a ninguna mujer que se haya hecho a sí misma una cesárea. A todas las que conozco se las ha practicado un médico, un profesional que suele tener unos estudios de entre 7 y 9 años de duración y una práctica diaria de hasta 20 mujeres embarazadas y durante años y años de carrera. A mí no se me ocurre, a priori, cuestionar la decisión de un médico. Y digo a priori porque los médicos también la cagan pero suelen cuidarse muy mucho de hacerlo entre otras cosas porque saben que el ciudadano no es el ser ignorante de antaño. Con este tema te encuentras con radicales que enseguida sueltan la frase tan graciosa de: ha pedido cesárea para que no le duela (como si no doliera que te rajen siete capas de piel, sí señores, siete), lo hace para que no se le ensanchen las caderas o porque el cirujano se iba de puente. Frases que no se atreverían a repetir delante de un juez si el cirujano en cuestión las acusase de infamia. La mujer que acaba de pasar una cesárea que lee estas cosas se quiere morir de la pena. Yo soy un ejemplo de cómo he llorado leyendo esas cosas. A la tristeza de no haber tenido un parto como siempre habías soñado se une el escrutinio popular que tanto daño hace. ¿Se imaginan cómo se habrá sentido Sara Carbonero, por ejemplo, al leer todas las cosas que han escrito de ella? Porque Sara Carbonero también es humana, también es mujer y le está cayendo un puerperio como una catedral como a todas. ¿Lo han pensado de verdad?

Y el otro tema que me queda por decir es el de quedarse o no quedarse en casa. Yo creo que esa decisión primero la tiene que tomar la madre (que es la que se queda) y en segundo lugar ser consensuada por su familia. Solo las familias saben cuáles son sus ingresos y sus gastos, ellos saben cómo quieren gestionar el poco o mucho dinero que tengan y, por otro lado (que no todo es lo material) están las necesidades de la madre. Existimos muchas mujeres que, pasada una etapa de crianza (en mi caso 3 años y medio) queremos retomar el trabajo. Yo he sido una privilegiada y he podido hacerlo desde casa pero ahora quiero salir a la calle. Otras no tan privilegiadas como yo que no han podido escoger, porque la libertad es un privilegio, se han tenido que incorporar al trabajo a las 16 semanas desgarradas por dentro para tener encima que escuchar o leer que “las madres que no alargan su baja son unas maltratadoras porque no están atendiendo las necesidades básicas del bebé” ¿Pero será posible tanta maldad? A mí me gustan las mujeres que deciden por sí mismas y recibe mi aplauso tanto la que se queda en casa 4 años como la que vuelve a las 16 semanas. Me gustan las mujeres libres, no las que se someten a los dictados de nadie. Y ese nadie va desde el marido, hasta la sociedad, hasta una falsa gurú que dice a las madres lo que tiene que hacer como antaño Pilar Primo de Rivera explicaba a las mujeres cómo ser unas buenas esposas.

La mujer tiene que estar empoderada (se ha puesto de moda esa palabra) pero no sólo para criar como dictan algunas. Tiene que estar empoderada para escoger qué quiere. Y si quiere dar el biberón, nadie es quién para meterse en sus decisiones. Y si quiere dar la teta hasta los 7 años nadie es quién para decirle nada.

No me quiero despedir con un sabor agridulce. He conocido a grandes defensoras de la lactancia que son personas honestas que ayudan, no que juzgan. Para ellas todo mi cariño y respeto porque ellas, desde su postura, consiguen muchas lactancias exitosas. He conocido doulas y matronas que con su buen hacer y cariño han ayudado a mujeres a superar sus miedos al parto consiguiendo partos naturales después de una cesárea. Porque las cosas dichas con amor suenan mucho mejor. Las cosas dichas desde el respeto hacia el otro son infinitamente más eficaces que desde posturas inamovibles como las de los yihadistas. Por eso en su día las llamé las yihadistas de la maternidad y no les quito el apodo por sus intolerancia y porque allá donde van siembran el mal rollo haciendo daño a cuanta madre en puerperio se topan. Por intolerancia. A ellas les digo que sepan que sus comentarios hacen daño, que la maternidad es un camino largo y duro. Que nos quedan muchos años por delante para ser madres. Que relajen sus posturas, que expresen sus conocimientos sin juzgar. Aquí no hay malas madres sino madres muy agobiadas. 

Y por eso digo que estoy harta. Y me he propuesto no entrar en más hilos de debates porque me han cansado, de han decepcionado, me han aburrido. Ayer sin ir más lejos una decía que no se creía que un niño de 18 meses que solo tomaba teta hubiese tenido anemia y potros problemas de malnutrición y que si eso había sido así es porque su madre no era lo suficientemente saludable. ¿Hasta dónde pueden llegar con su intolerancia, eh? Que la OMS recomienda la leche materna hasta los dos años pero a partir de los 6 meses combinada con alimentos que se irán introduciendo de manera gradual (ese pequeño detalle de que somos omnívoros). Hablaba hace un momento con un amigo pediatra por teléfono de este tema y me decía que ellos (los pediatras) ven al niño en su totalidad, en todos los años de infancia y que ya están acostumbrados a este tipo de madres que, despreciando tanto a la clase médica, luego hacen crack cuando el niño dejó, por fin, la teta a los 7 años y entonces ellas se dan cuenta de que todo lo que tenían al lado, marido, amigos, vida, se había esfumado y lo mejor de todo es que ¡no se dieron cuenta!

Obviamente es una exageración que se dará en pocos casos. Pero se dará. Mesura. Sentido de las cosas, medida de las mismas. Las cosas nunca son ni blancas ni negras, para eso están los matices.

Puedes seguirme en twitter y en facebook

PD. Gracias de nuevo a Ana Bergua por inspirarme otro post. Lean este de ella. Y será verdad que tengo que cumplir los 40 (como ella me aconsejó el otro día) puesto que te liberas de muchas ataduras.

Sin categoría

Tags

Gema Lendoiro el

Entradas más recientes