Si Bin Laden me hubiera citado escondido en una de sus cuevas afganas habría ido a entrevistarlo. Sin lugar a duda. Habría sido mi deber. Pongo su ejemplo para citar lo más extremo. Germán González ha sido criticado por entrevistar para El Mundo a Carlos Navarro, conocido como “el Yoyas”, huido de la Justicia, escondido en un bosque.
El entrevistado da su versión de los hechos y el entrevistador la opone a la sentencia judicial. Es lo que esperan los lectores de su periódico. Saber más que los demás y llegar donde los demás no llegan. Germán González ha cumplido con su deber y yo en su lugar habría hecho exactamente lo mismo. Si Puigdemont decide un día burlarse de la Justicia y entra de escondidas en España y para demostrarlo me concede una entrevista en cualquier rincón de Masquefa, tengan por seguro que acudiré de inmediato, y que al cabo de no más de una hora de finalizado el encuentro los suscriptores de ABC podrán leer lo que haya dado de sí en nuestra web.
Yo siento un profundo afecto por el juez Marchena, pero no soy el juez Marchena, del mismo modo que su trabajo tampoco es escribir mis artículos. Yo siento un profundo afecto por el fiscal José Grinda, pero no soy fiscal del mismo modo que él no escribe crítica gastronómica. Si Kim Jong-un me invitara unos días a Corea del Norte, ¿alguien podría creer que yo no iba a ir por el rechazo que me causa su tiranía?
La realidad se conoce yendo, estando. Hay que acercarse a todo y de todas las maneras posibles. Hay que ir a todas partes. Hay que escribir cada día, hay que escribir siempre. Hay que mostrar para ayudar a comprender. No hay temas, ni personas prohibidas. Hay que entregar todo el material para que el lector tenga todas las herramientas posibles. Hay que entrar en los bosques y en las cuevas, con el miedo que uno siente cuando lo hace, y sabiendo que cuanto más saben nuestros lectores, y a cuántas más cuevas oscuras les llevamos, más pueden formarse su opinión, y más libres són, y más personas.
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