Salvador Sostres el 02 may, 2020 En casa somos muy de Arcadi, pero mucho, y le ayer le entrevistaban en El Español y recomendó las películas de Rohmer, que están en Filmin. Me había dado cuenta pero mi instinto me había aconsejado no detenerme en ellas. Qué instinto tan bochornoso, pensé al leer el consejo de Arcadi, y me dispuse inmediatamente a verlas. Por empezar por alguna empecé por El rayo verde. En algún lugar leí que, era au película “más personal” de una de sus más importantes épocas. Bueno, primero tengo que decir que continúo siendo muy de Arcadi, aunque sus recomendaciones cinematográficas sean una auténtica porquería. ¡Qué desastre de película! ¡Qué horror de principio a fin! Ya el tema es terrible: una secretaria que no se encuentra a sí misma. ¡Y a mí que me importa!. ¡Una secretaria que quiere irse de vacaciones! Pero ¿esto qué es, Arcadi? ¿A quién se lo ocurre? Una mujerzuela sola, lunática y fea -¡un polvo triste!- que quiere ir a la playa y no sabe con quién: en esto gasté ayer 94 minutos de mi vida, mucho más humillantes que el confinamiento. ¡Con esto no se hace el cine, se hacen las croquetas! La secretaria es además vegetariana, y suelta sin venir a qué un discurso sobre cómo matamos animales. También es supersticiosa y cree en el color verde y en el poder simbólico de las cartas -cartas de baraja- que de vez en cuando se encuentra por el suelo. Pero lo más dramático, y lo que menos le perdono a Arcadi, es que durante el mes y dos días durante el que transcurre la acción de la película, según unos deplorables cartelitos con la fecha que se intercalan entre las escenas, nadie va ni a un solo restaurante. Salen campings, destartaladas casas, playas, una sueca en tetas, muchas rocas pero ni un solo restaurante. Sólo dos terrazas, y espantosas: en una, la protagonista no toma nada. En la otra, una agua con gas de la peor calidad posible. ¿Esto es Francia? ¿Esto es París? ¿Esto es Arcadi? ¡Vamos, hombre!. Deprimente cine menstrual, estupidisimas conversaciones de amigas, el gótico falso de tantas damas sin un hombre como Dios manda con las ideas claras sobre dónde ir a cenar. No sale ni un hotel, ni un bar que te haga sentir ganas de levantarte del sofá para correr hacia él y no irte nunca más. Qué tipo tan desagradable, este Rohmer, qué cine tan contrario a los intereses de la Humanidad. Pero a la vez, y es muy importante, Rohmer demuestra que es un milagro que Arcadi haya acabado siendo Arcadi. Y que por lo tanto los milagros existen. Siempre he tenido la idea -y nunca he dejado de decírselo a Arcadi- que pese a su ateísmo, su existencia es una de las demostraciones más evidentes de Dios. Si ésta fue la bazofia artística de su generación, la negación intelectual de su juventud, la funesta estética en la que creció, prueba realmente la existencia de Dios, y su capacidad operativa en la Tierra, y que a veces cose a mano, y no lo deja todo al aire de la libertad, que Arcadi haya acabado siendo quien es. Si entre Camus, Sartre, Rohmer o Simone de Beauvoir -ni se piensen que sé escribir su nombre, lo he tenido que buscar- Arcadi es mi Arcadi, no hacen falta más milagros para proclamar que fue el hijo único de Dios quien entró en Jerusalén. Rohmer sirve para entender a la banda de resentidos que dicen que perdieron la Guerra cuando no sólo no la vivieron sino que siempre vivieron de los fabulosos réditos que a sus padres y a sus abuelos les devengó el franquismo. Siniestra manifestación de fracasados, lo que va del 15-M al independentismo son los problemas mentales -que no existenciales, por Dios- de las secretarias de Rohmer. Entre la desolación y la prostitución de baja intensidad, ¡ni un solo bar, ni un solo restaurante! Desde que mi abuela mandaba en Semon, no había vuelto a ver a tanta secretaria junta. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 02 may, 2020