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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Muy jóevenes

Salvador Sostres el

Me doy cuenta de que vivo con retraso. Ahora hago cosas que de joven no hacía porque me daban asco. No las cosas sino sentirme muy joven, demasiado, y quería jugar con los mayores y mi edad me incomodaba. Ahora mi edad no me incomoda, pero lo que necesito aprender para poder continuar escribiendo cada día, para pertenecer aún al mundo, para no ser la sombra alargada y triste de mi decadencia no está entre los amigos de mis años, y yo esto lo sé sin que sea aún una amenaza, “me duermo en los entierros de mi generación”. No se puede escribir sin jóvenes a tu alrededor, sin vampirizar su mundo haciéndote el generoso porque pagas cuando en realidad tú eres el que te llevas la mejor parte, porque sin lo que ellos te muestran no sabrías nada.

Yo veo cómo envejecen mis amigos de mi edad que se aferran a lo que fueron, que se quejan, que se regodean en sus heridas de señor mayor y luego se extrañan de que se les acabe el talento. Es peor si intentas decirles algo. Cuando han encontrado una excusa encuentran cientos pero su único destino es caer. Mis amigos de mi edad son mi nostalgia y me gusta verles y cenar con ellos y reirnos todavía de lo que hace muchos años que nos hace gracia. Son hermosas conversaciones, luminosas, destiladas, pero ya no me sirven para aprender nada. Ya no me levanto casi nunca de la mesa con el artículo confirmado. Hay excepciones, claro.

Pero sólo mis amigos más jóvenes, mucho más jóvenes, me muestran caminos nuevos, renovados conceptos, ideas que sustituyen a las que dejaron de funcionar como una atracción obsoleta de feria de comarca. Sólo en los veinte años está el afán, la información de cómo se destruye el momento para volverlo a edificar. Ellos también de mí aprenden algo, pero que es algo que yo ya sé y no me interesa demasiado. Cuando yo tenía su edad, aprendí de los que entonces tenían la que yo ahora tengo. Si soy generoso es porque crecí en la generosidad, si me interesan y mucho mis amigos muy jóvenes es porque aún mi niño me sigue cayendo muy bien, y es la versión de mí mismo que prefiero. Y si me abruma la trampa de la nostalgia es porque he visto a muchos de mis años, con un talento incluso remarcable, deshilacharse en su patética impostación del viejito cascarrabias. Estar de mal humor, ser un gruñón, es siempre una impostación, o la falta de inteligencia más alarmante.

Sin jóvenes en tu vida se van apagando los colores, te vas pareciendo a tu espectro y la muerte está tan cómoda contigo que hasta puede que te conceda muchos años. Ser joven no es un mérito pero es un ímpetu. No saben más cosas pero saben las cosas que yo no sé. No tienen aún afinado el criterio pero tienen el punto de vista y si no lo entiendes llega pronto el día en que tus artículos se vuelven pastosos, infumables. Sin jóvenes a los que puedas ayudar como a ti te ayudaron se rompe la cadena, y yo diría que hasta el milagro. Si no sabes entender que por mucho que invites, tú eres el principal beneficiario, sin duda mereces que te borren del mundo civilizado, porque si ante algo tan obvio reaccionas como un energúmeno o como una señorita afectada, es evidente que no podremos contar contigo si un día llega el verdadero espanto.

Quiero mucho a los amigos de mi edad pero si uno muriera, la conversación que los otros tendríamos en el tanatorio sería la misma que la de la última cena. Todo liso, sin sorpresas. Hay que tener amigos muy jóvenes aunque sólo sea para que a partir de una edad, la mayor sorpresa de tu vida ya no sólo pueda ser que uno de tu promoción se muera.

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