Cualquier idea contraria a las vacunas es contraria a los intereses de la Humanidad. Decir que no quieres vacunarte es decir que no quieres vivir y es una demostración de funesta arrogancia. La vacuna o las vacunas del Covid son un logro histórico, una victoria del talento, del conocimiento sobre la oscuridad. Correremos a vacunarnos como los alemanes que corrieron para asaltar los puestos de control del Muro de Berlín. Hemos afrontado un desafío extremo y hemos hallado una solución extraordinaria; y pese a las concretas gestiones deficientes y a la especial mediocridad de algunos gobernantes, hemos sido capaces de dar, en conjunto, una respuesta brillante y casi inmediata a un virus del que hace seis meses no sabíamos nada. Hemos sufrido angustia y pérdidas irreparables. Se han quedado queridísimos familiares y amigos en el camino. Pero hemos sido la luz sobre la tiniebla, el triunfo del Bien sobre la barbarie, la voluntad erguida frente a la muerte que quiso doblegarnos. Quedan aún algunas semanas para que los efectos de la vacunación masiva nos devuelvan la tranquilidad y se vacíen los hospitales. No será una espera plácida, ni tranquila ni ajena a las malas noticias. Hasta puede que las cosas empeoren antes de mejorar. Pero la vida ha ganado una vez más la partida, y la inteligencia se ha vuelto a imponer a la naturaleza, en otra demostración de la superioridad humana y de que vivir consiste en someter a lo selvático, en adquirir la fuerza de lo que conquistamos y en proyectar la potencia de nuestra idea y metáfora hasta llegar al rincón más ínfimo del patio gris y frío para que por fin pueda entrar el alba.
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