Y ese fin del mundo que siempre viajó con nosotros -Neruda lo escribe. Ahora es la inflación. Encadenamos emergencias -”La emergencia permanente”, titulaba ayer John Müller- pero aquí estamos. Y yo diría que estamos entre bien y muy bien. El independentismo fracasó porque quiso hacer creer a los catalanes que “peor no podemos estar” mientras por la mesa desfilaban la trufa blanca y el caviar. Lo mismo con el Covid: ha existido, y ha matado, pero la sobreactuación ha sido muy exagerada. Los independentistas comparan a España con Putin, pero es que una cierta derecha española hace lo mismo con Pedro Sánchez. Hombre, hombre. Vols dir?
Somos culpables de despreciar los dones de nuestra era, el bienestar, la comodidad. Inventar infiernos es un insulto a la inteligencia pero también a la libertad, de la que tanto se llenan algunos la boca. Vivimos mejor que nunca y tendríamos que estar agradecidos y contentos. Estos aspavientos de histérica a mí me dan lo mismo, pero son ridículos. Tendríamos que relajarnos un poco. Hay que ir más a los restaurantes y quejarse menos. Hay que dejar de gritar. Hay que trabajar un poco más. Falta generosidad y gratitud. Sólo te pido que cada vez que te quejes de algo des las gracias por otra cosa. No hace falta que sea a la misma persona. Ni siquiera en el mismo establecimiento. Pero me gustaría que este músculo tan afilado que tienes para alarmar a la vecindad de todo lo que va mal lo tuvieras también para descubrir la maravilla y para custodiarla. Si crees que no hay maravilla piensa en cómo vivían tus abuelos y tus padres. Piensa en todo lo que tienes y en si realmente lo mereces.
Puedes ser todo lo independentista que quieras pero dime a quién en el mundo le ha ido mejor que a un español de 1975, y concretamente a un español de Barcelona. Seguro que podemos mejorar, y es desde luego nuestro deber procurarlo. Pero dime qué historia de mayor éxito conoces. Yo lo he pensado mucho y no se me ocurre. Puedes ser todo lo antisocialista que quieras. Yo no soy antisocialista, pero por supuesto preferiría a los presidentes Rajoy, Casado o Feijóo que al actual. Y a Vox que a cualquiera de sus también actuales socios. Dicho esto, no me parece que sea honesto este findelmundismo oscuro y tremendista, de película coñazo sobre grandes hecatombes, como si nuestras vidas no fueran algo muy parecido a lo más perfecto que jamás la Humanidad ha conocido.
Come helados por la noche. Ríete de los imitadores de El Bulli. Intenta ganar absurdamente en el colegio de tu hija las batallas que perdiste en el tuyo. Di un Padrenuestro al día, sobre todo si no crees en Dios. Si te gusta mucho una camisa ponte dos, una encima de otra. Da todo lo que tienes y cuando creas que ya no tienes nada vuelve a ponerte la mano en el bolsillo y verás cómo todavía te queda un poco más.
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