En su provinciano juego de sobreentendidos, el independentismo ha llegado a creerse que España es un país de inútiles al que el mundo desprecia tanto como ellos. La visita de Puigdemont a Carter se vendió como la astucia de una inteligencia superior capaz de burlar a la diplomacia española, con el resultado de dos congresistas durmiendo la mona y el presidente Carter y la embajada de los Estados Unidos desentendiéndose de cualquier complicidad con el secesionismo y reafirmando su compromiso con una España «unida y fuerte».
Pero la realidad no importa en el delirio sin fin de la política catalana y ante un público dispuesto a creerse cualquier mentira -a falta de buenas noticias-, la propaganda separatista dice ahora que el simple hecho de que la embajada americana se haya referido a Cataluña supone la «internacionalización del conflicto», como aquellos enamorados que creen que es un éxito que su amada les insulte porque «por lo menos me habla».
Convergència y Esquerra saben que no van a organizar ningún referendo exportable –a lo sumo otra pantomima como la del 9N–. «Si el proceso va mal, presentamos a un candidato autonomista», dijo hace unos días un destacado dirigente convergente. Y los soberanistas le han llamado de todo, como si Convergència no hubiese hecho siempre exactamente lo mismo.
Están perdiendo la batalla contra sí mismos, como pasa tradicionalmente con el catalanismo, sin que ni siquiera llegue a disputarse el tan soñado Barça-Madrid contra el Estado.
El martes en Via Veneto, la esposa de un amigo mío argumentó que es independentista porque España es un desastre y sin solución de continuidad suspiró que es una suerte que el islamismo no haya atentado en Barcelona. Muy educado, el cliente de la mesa del al lado se acercó y nos pidió permiso para intervenir: «No es suerte. Es España, señora. Es la Guardia Civil y las demás Fuerzas de Seguridad que con la ayuda de los Estados Unidos y del Mossad, han conseguido de momento llegar antes que los que quieren matarnos».
Hay una Cataluña que nunca sabe lo que debe y que a lo que paga le llama «robo» y que a lo mucho que tiene le llama «suerte» y encima cree que es su derecho.
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