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Blogs French 75 por Salvador Sostres

El lado de la metáfora

Salvador Sostres el

Un tonto ejercicio que le han puesto a mi hija plantea la estupidez de que con el encierro de las persona “la naturaleza va recuperando su lugar” y la pregunta es de qué modo cree que podríamos “relacionarnos mejor con los animales”.

Mi hija responde: “En el restaurante, como siempre”.

La profesora, disgustada, esperaba otra respuesta, como Antonio Baños el día que jugábamos a decir en qué otra época de la Historia nos gustaría haber vivido. Yo dije Roma y él me dijo que de ninguna manera porque seríamos esclavos. “Bueno, Antonio, yo pensaba en el César”.

Mi hija suele ser más rápida que sus profesoras, y escribe mejor que ellas, pero si gana las conversaciones es sobre todo porque sabe situarse en el lado correcto de la metáfora. Mi mujer ha hecho ahí un gran trabajo. Yo le he enseñado la purpurina, el regate corto, el queremos sangre. Pero la autoestima de fondo, la seguridad letal y femenina, el pie en el suelo para tomar impulso se lo ha dado Anna. Tiene gracia que ella sea tan discreta, y que sus enseñanzas le den a la niña el ímpetu para el desafío, la conciencia de que lo demás son público y que el respeto no tiene nada que ver con que la jerarquía la decide ella.

Porque Maria es respetuosa con sus maestras, nunca tiene una mala palabra con ellas, ni un desprecio, ni la sombra de una arrogancia, pero desde muy pequeña ha entendido, porque su madre y yo se lo hemos explicado, que ella es la última responsable de sus actos, que no existen los culpables, ni las excusas, ni nada que no sea proteger su espacio, hacer lo que cree que tiene que hacer y poder explicarlo. Nunca se enfada cuando le corrijo una expresión o una palabra, la repite correctamente y al cabo de pocas frases me trata de demostrar que ha entendido el pie de la letra y el sentido figurado; pero cuando escribe algo siempre es lo que ella piensa y no se deja influenciar. Al vestirse, aunque mi mujer y yo tenemos derecho a veto, elige ella lo que se pone y sobre todo lo que no, y el balón nunca se le queda atrás y sabe controlarlo y protegerlo con el cuerpo, disfrutando del momento.

Desde pequeña te hablamos con todas las palabras, como si nos entendieras. Saber nombrar cada cosa ha sido tu poder, decidir tú el nombre, y el lado que preferías de la metáfora. Los animales en los restaurantes. La vez que no quisiste sentarte en el suelo para desayunar, la verruga plantar que has cultivado “com el pagès que es lleva per fer el seu camp d’or” para librarte de las clases de natación, lo que para ti es que sí y lo que es que no; y yo que soy tu padre, y la verdad es que no tengo contemplaciones, y tengo muy claro que mando yo, y que por lo menos a mí no vas a torearme, no tengo muchas veces más remedio que disputar el partido que tú propones y demostrate muy bien por qué si de verdad quiero ganarte.

Claro que todo esto no son más que detalles y el resumen lo has escrito tú: con los animales sólo se negocia en los restaurantes.

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