Salvador Sostres el 07 jul, 2016 Aznar tuvo razón con la guerra de Irak y que Tony Blair se haya disculpado por aquella intervención es otro síntoma de la decadencia británica. Aznar tuvo razón con aquella guerra, pero sobre todo con aquellas alianzas, y fue brillante su intento de situar a España en el eje imperial para superar la agotada dialéctica francoalemana. Aznar fue lúcido, valiente e imaginativo, pero tuvo la mala suerte de tener un sucesor ignorante, casi analfabeto, de una brevedad mental que sólo Pablo Iglesias podía elogiar, y que nos devolvió a la Tercera Regional de la que Aznar tanto hizo para rescatarnos. Culpar a Aznar y a nuestra intervención en Irak de los atentados de Atocha es de un nivel de mezquindad sólo comparable a los propios atentados; y esa retórica barata de que la guerra no sirvió de nada, o que fue incluso perniciosa para el equilibrio de la región, es propia también de pensamientos muy débiles, en tanto que Saddam era un peligro latente -no era como nuestro viejo Mubby, ni como el general Pinochet, ni como el gran y añorado Pervez Musharraf, que nos guardaban admirablemente la casa- y no hay ni un solo iraquí que esté bien de la cabeza que no agradezca la guerra, su incipiente democracia, y sobre todo la permanencia de las tropas de La Civilización, que una vez más, como siempre a lo largo de la Historia, como siempre pese a buenistas, feministas, ecologistas, pacifistas, antiamericanos, judeofóbicos y vegetarianos, garantizan el orden y la libertad. El odio a Aznar, a los Estados Unidos y a la idea de Civilización que protegemos y expandimos, es propio de este invertebrado occidental tan de nuestro tiempo, atrofiado de excedente y bienestar, que cree que todo se lo deben y que necesita un trágico escarmiento -que por desgracia tendrá, y será terrible- para comprender que los derechos no existen y que sólo hay deberes, y que sin la idea de libertad con que los Estados Unidos iluminan el mundo seríamos barbarie sometida al Tercer Reich, que todavía estaría vigente. Que Aznar esté siendo un expresidente francamente mejorable, y que en nada haya ayudado al presidente Rajoy cuando más le necesitaba para derrotar a los neobárbaros salvajes de Podemos, no significa que no fuera un presidente valioso, audaz, con una política internacional creativa, muy ambiciosa, y que fue un gravísimo error no continuar. La guerra de Irak fue un acierto militar, político, humanitario y estratégico. Los que hoy acusan a Blair, Aznar y Bush de asesinos, habrían acusado de lo mismo a Roosevelt y a Churchill por el Desembarco de Normandía. También a Truman, por supuesto, por Fat Man y Little Boy, que tantas vidas ayudaron a salvar. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 07 jul, 2016