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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Animador de Ricos

Salvador Sostres el

Durante el COVID imaginé la empresa “Animador de Ricos” con la idea de reclutar a chicos agradables para entretener a empresarios solventes tras duras jornadas de trabajo: para que viajaran con ellos, se supieran los restaurantes de cada ciudad y conocieran al encargado, y que las otras atracciones locales las tuvieran también controladas. Pero sobre todo para que favorecieran la reconfortante conversación empática que solo los hombres saben procurar. Fatigados de tantas conversaciones circulares con la esposa, en las que terminan siendo los culpables de todo, los maridos del mundo merecen un chico franco y amable para sentarse y descansar y apurar en paz lo que queda del día. “Animador de Ricos” no se basaba en la interacción sexual aunque tampoco la descartaba. No la prostitución sino una atención cariñosa si el cliente la requiera; más por una cierta decantación simpática de las cosas que como un servicio detallado en el catálogo. Clientes potenciales conocía a muchos, pero sólo tenía a un proveedor claro. Un amigo muy joven, pero cancha reglamentaria (20). Rubito. Tiene la mezcla exacta de hermosura y de inconsistencia, de luz y de inanidad, de bondad y despreocupación, de curiosidad por cosas y una vida no demasiado interesante, por lo que interesarse por la de los demás no le iba a resultar un esfuerzo excesivo. Además, le gustaban los ricos tanto como no trabajar y, por lo tanto, la simpática decantación podía funcionar.

Presenté a Rubito a algunos amigos ricos -o riquitos, por decirlo quizá más exactamente- pero he de admitir que con poca vista por mi parte, porque eran amigos más pervertidos que generosos. Tras tantas noches escuchando el jazz hasta la madrugada, los Reyes de Javier no le trajeron nada. Un poco desanimado por este fracaso inicial, perdí el contacto con Rubito. Y mi entusiasmo empresarial. Pero este chico, que vale un imperio, nos sorprendió a todos hace unos meses convirtiéndose en el nuevo novio de una actriz muy bonita y de gran reclamo en las redes sociales. Y además ha conseguido continuar sin hacer nada y que la bella chica le mantenga. Es de un mérito sensacional.

En Cataluña, tierra de la Virgen del Puño, ni siquiera los hombres suelen invitar a las mujeres. Imagínate al revés. Que yo sepa, hay sólo dos grandes mantenidos machos: Carles Vilarrubí, por Sol Daurella, y ahora Rubito, por la famosa actriz. La diferencia es que Vilarrubí es el museo de la bajeza. Chófer de todo, turbio, demasiado arrastrado para conservar cualquier memoria de la dignidad y humillado por su esposa de todas las formas posibles. Vergonzoso vicepresidente del Barça, compinche de los hijos de Pujol en lo peor de la política catalana. No conozco a nadie que no hable con desprecio de él, salvo algunos de los que esperan todavía sacarle algo, pocos, porque la mayoría lo ponen igualmente a parir como sin duda merece.

Rubito lo ha hecho mucho mejor: sin dar jamás un palo al agua, vive en una abundancia que uno de su edad y de su extracción no podría ni soñar, y con una novia que en ciertos entornos viste mucho cuando dices que es ella. Las decantaciones no le resultan aún penosas, porque aunque los hombres nos cansamos de todo cuando es repetitivo y no es un restaurante, tiene una edad que aún le permite creer que el sexo no es una forma como otra de explotación laboral, y más si te tocó una diva.

En cuanto a mí, se confirma que soy un idiota sin ningún tipo de instinto emprendedor. Quise ayudarle con el más retorcido negocio y me ha demostrado su infinita superioridad. Con qué facilidad intentamos a veces dar lecciones a personas que saben hacerlo mucho mejor que nosotros. Yo todavía estoy, comparado con él, en el parvulario, y sin progresar adecuadamente. Sin ir más lejos, ayer quería invitar a cenar a la barra de sushi de Nobu a una chica muy bonita, y cuando se lo dije me hizo un drama porque por lo visto me había olvidado de que me había dicho que había comprado unas entradas para ir al teatro. No creo que me lo dijera, pero si acepté es porque iba muy borracho. No sirvió de nada que le ofreciera el dinero de los pases, ni que le recalcara que el gran Matías Santangelo iba a cocinar para nosotros. La terrible Sala Becket. La todavía más terrible obra “Obsolescencia programada”. El resumen, escrito en el programa, es que “una mujer, alrededor de la cincuentena, entra en una tienda de electrodomésticos, echa un vistazo y se marcha. La misma mujer, unos minutos después, entra de nuevo, pregunta las características de una lavadora y se marcha. La misma mujer, unos minutos después, entra de nuevo con una maleta, una silla plegable y una planta. Se sienta y anuncia que permanecerá allí, en la tienda, durante nueve meses. Ni un día más ni un día menos”. Según el autor, “vivimos en el mundo de la obsolescencia programada. No solo de los electrodomésticos. Las personas también son obsolescentes, especialmente las mujeres. ‘Obsolencia programada’ es un reflejo de la situación de las mujeres que ya no pueden tener hijos por razones biológicas y que dejan de ser deseables de acuerdo con la lógica de la sociedad de consumo. ¿Cuál es su papel?”.

Yo soy un derrotado y Rubito nunca ha pisado ningún teatro. Y ahora además lo tiene todo pagado. El fin de semana pasado su novia dio una fiesta y cerró una conocida discoteca de Madrid, y él acudió tan contento de ser el consorte que el guardia de seguridad lo expulsó del local por un exceso de euforia que tuvo sobre la tapa del váter. Qué podría haber más hermoso, pensé yo, que la única euforia que ya tengo en los lavabos es llegar a tiempo para hacer mis necesidades.

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