Todo el mundo habla de lo arrasado que el mundo habrá quedado. Yo no lo niego pero sobrevivir es más mi reto que mi miedo. Confío en mi talento, siempre me ha ido bien confiar en mi talento. Confío en algunos amigos míos, siempre me ha salvado tenerles. Por lo demás, pienso secundar cualquier demostración, moción, querella contra Pedro Sánchez. Verle en la oposición es una emergencia nacional, pero mi deseo más íntimo, tenga o no tenga consistencia legal, es verle en la cárcel. No le reprocho que no viera venir la pandemia, le reprocho que me haya secuestrado. Llevé mejor el confinamiento en las primeras semanas y creí como muchos que era inevitable. Pero lo he pensado mejor y pienso que hemos sido atropellados en nuestros derechos más elementales. En nuestra libertad fundamental, en nuestra vida. Hemos sido víctimas, y “víctima” es una palabra que yo nunca uso, de un sadismo socialista e intolerable, de una relación muy infantil con la muerte, de esa rabia contra el ser humano que sienten los sectarios, los totalitarios, los tipos como Pedro Sánchez; y yo siento un total desprecio por los tipos como Pedro Sánchez, y por su mascarada. Me da igual lo que hayan hecho otros gobernantes de otros países, porque no me lo han hecho a mí. Pedro Sánchez, sí. Él me ha atacado a mí y a mi familia y a mis amigos. Él nos ha hecho vivir en una cárcel, y nos ha tratado como a animales sacándonos por horas a pasear. A mí, me lo ha hecho a mí. Me ha hecho sentir miedo de ir por la calle a según qué hora, a según qué lugar. Me ha hecho tener miedo de la policía, con lo que yo era. Me ha hecho pensar en todo lo que antes pensaba que tenía la suerte de no haber tenido que vivir. La oposición me parece poco castigo para él. El olvido también. Yo preferiría verle en la cárcel y decidir a qué hora les echamos los plátanos para merendar y a qué hora sale al patio a jugar con drogadictos y atracadores, y hombres de esos que saben hacerte la cusqui con un trozo de cristal roto, una cusqui atroz, de la que a veces no se regresa y nadie pregunta nada; y la celda que le toque espero que sea la menos agradable y con una vecindad más pavorosa. A ver de qué le sirve su instinto de supervivencia. A ver si le coge el teléfono Iván Redondo. Entre Pedro Sánchez y yo había algo político y ahora hay algo personal. Algo rencoroso y yo no solía tener rencor ni me había sentido jamás violento contra ninguno de mis enemigos. Hasta tal punto me ha embrutecido este secuestro que espero ver manchado a quien me lo propició.
Y desde luego, sobre lo que es mi libertad, voy a tomar a partir de ahora mis decisiones, asumiendo todas las consecuencias como los hombres libres hacemos, hasta llevarnos al tirano por delante. Y escúchame bien y recuerda que te lo dije este día y en esta página, yo no soy un Manolo Sacristán con su aullido interminable y haciéndose pis encima como un niño. Ni un Llach, ni un Serrat, ni se equivocó la paloma, se equivocaba. Aquí no se equivoca nadie. Y a mí Franco no se me muere en la cama.
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