El delantero Pedro ha dicho que para no jugar no merece la pena acudir a la convocatoria de la Selección.
Como era de esperar, le ha caído el cielo encima. Pero tiene toda la razón, como cada uno de nosotros, que acudimos donde podemos intervenir o ayudar, y dejamos de ir donde no pintamos nada. Hemos venido al mundo a competir y a ganar. El banquillo es para un tipo de personas a las que ni conozco ni quiero conocer.
Resulta fascinante cómo exigimos a los futbolistas y a los políticos el precio que nosotros no estaríamos dispuestos a pagar, con esa cargante hipocresía de quien en el fondo cree pertenecer a un siempre indemostrado plano de superioridad moral.
Además, en el caso particular de las selecciones nacionales, constituye un abuso intolerable que se beneficien por decreto del talento de unos jugadores que son sus clubes privados quienes les pagan el salario. Es a todas luces injusto, y un robo, que los clubes paguen y las federaciones dispongan gratis total de lo que no les pertenece, con el riesgo añadido de las lesiones.
Espero que en no más de dos años, los mejores clubes de Europa pongan en marcha una Liga Europea a imagen y semejanza de la NBA, y que la FIFA, la UEFA y las federaciones estatales dejen de poner sus sucias y tantas veces corruptas manos sobre nuestro fútbol de cada día.
Y que acabemos con el tercermundismo de lo provincial para tener cada fin de semana espectáculos futbolísticos de primer nivel. Y que los clubes, es decir, las empresas, sean propietarios de lo que pagan, como Dios manda. Y que si alguien quiere algo, que lo pida por favor, y ya veremos qué disponibilidad tenemos, y cuál es nuestra tarifa de precios.
El fútbol es un espectáculo demasiado bello, y demasiado importante, para poner en riesgo a sus estrellas en absurdos patatales; y también para dejarlo en manos de esta gente que se cree con derecho a todo y no paga nunca ni nada.
Esta gente, esta gente que tanto en el fútbol como en la vida, nos lleva siempre al desastre.
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