Ignacio Gil el 24 sep, 2017 Salvando todas las distancias que son enormes, el sueño americano tiene un pequeño reflejo africano en la capital de Kenia. Nairobi resulta para los que huyen de una guerra, el lugar en el que no solo salvar la vida, sino también prosperar. Dejar un hogar, escapar de la violencia que les rodea, recorrer varios países de todo un continente, sobrevivir a todo eso y además seguir luchando por mejorar y ayudar a otros refugiados. Tener cada día una vida mejor. Algo mejor. Gilbert Asuhulu Luhangila nació en República Democrática de Congo hace 39 años. Cuando estalla la guerra en su país, su familia es represaliada y expulsada a Daar el Salam (Tanzania). En el año 2000 llega a Nairobi y comienza a trabajar en una barbería. Su hermano, que llegaría un poco después, se prepara en cursos de artesanía que ofrecía el Servicio Jesuita al Refugiado (el SJR es una organización católica que trabaja en más de 50 países, con la misión de acompañar, servir y defender los derechos de los refugiados y de los desplazados forzosos. En España son socios de la ONG Entreculturas). Ambos se unen con un sastre y comienzan un proyecto empresarial a pequeña escala que bautizarán L´Afrikana, una mini fábrica de artesanía, que da trabajo a otros refugiados. Con el dinero que sacan de sus ventas ayudan a costear la escuela de 40 niños de primaria. Y las instalaciones en las que trabajan son aprovechadas además para para dar clases de inglés a otros adultos desplazados de manera gratuita. John Vital Ngwife es originario de Burundi. Las disputas tribales en su comunidad le obligan a exiliarse por primera vez a Ruanda. Años más tarde regresa a su país animado por las promesas del gobierno pero los problemas persisten. Pero él, su mujer y su hijo, aguantan. Vivirán diez años en Muyinga hasta que deciden marcharse a Tanzania. Y dos años después, de nuevo John hacen las maletas, ya sin su familia, camino a Nairobi. Primero trabajará en las construcción y en 2008 conseguirá montar su propia granja de pollos cerca de Kikuyu. Los gastos son elevados así que decidirá cultivar una pequeña tierra para cultivar las semillas con las que alimentar a las aves. El SJR financiará con pequeños créditos su proyecto. Todo es orgánico en su granja y eso es muy apreciado por la población a la que abastece, así que le va bien. Así su aventura empresarial avanza y empieza a dar trabajo a otros refugiados que como él, buscan prosperar. Su última operación ha sido vender los pollos para comprar un motor que en un futuro utilizará para instalar un riego automático. Y el año pasado pudo, por fin y por primera vez, visitar a su mujer y a su hijo que residen en Malawi. Este año volverá a hacerlo. 60.000 refugiados, como Gilbert y John buscan en Nairobi su sueño, que no es otro que el de vivir, trabajar, y prosperar. Aldara Velasco ÁfricaOtros temasRefugiados Tags BurundiKeniaNairobiRefugiadosRepública Democrática del Congo Comentarios Ignacio Gil el 24 sep, 2017