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Tras perder mis pies aprendí a vivir despierta

Sara Andrés

Tras perder mis pies aprendí a vivir despierta
Ignacio Gil el

Sara Andrés tiene 34 años, aunque la Sara que posa ante la cámara con seguridad, elegancia y sentido del humor, solo tiene nueve. Con 25 años sufrió un grave accidente de tráfico que le supuso la amputación de los dos pies. Y hay un antes y un después. Ahora, sin ellos, se dedica… a correr, a saltar y a batir récords de atletismo. La discapacidad ha supuesto una metamorfosis de la que Sara Andrés ha salido más fuerte y más capaz de lo que era, la mejor versión de sí misma.

Desprende una energía y una alegría sorprendentes. “La vida me ha dado luz. Todas las cosas que hago me ilusionan, y supongo que es por eso”. Sara confiesa que antes era bastante insegura. “Media cómo ser o qué decir porque buscaba la aprobación de los demás. El cambio fue decidir que lo que quisiera hacer, lo haría para mí, y no para ser aceptada”.

Buscar el “porqué” no tiene sentido.  “Entendí rápidamente que no hay una respuesta a esto. Hay cosas en la vida que ocurren, quizás porque tengas que aprender algo. Ahora sé que he sido capaz de gestionar y superar lo que me ha ocurrido. Eso sí, requiere grandes dosis de fuerza de voluntad”. 

Y al volverse a levantar, al aprender de nuevo a caminar de cero ha descubierto “lo bonito que es aceptarse como uno es. Es un gran aprendizaje que yo no tenía. En realidad, lo bonito es quererse a uno mismo. De ahí nace todo. Si dudas de ti mismo nunca arrancas, no empiezas nunca a vivir. Mucha gente vive dormida. El estar cerca de la muerte me ha hecho despertar y estoy agradecida por ello”. 

Al principio tuvo mucho apoyo de su familia y amigos, era el centro de atención. “Pero llega el momento en que te das cuenta de que tienes que volar sola.  Es doloroso inicialmente, parece que no le importas ya a la gente. Todos vuelven a su vida de manera natural. Caminar sola en la vida al principio me daba vértigo. Pero al luchar cada día, descubres que puedes superarte, y se te abre un mundo nuevo. Tras perder mis pies, me he encontrado a mí misma”. 

Es profesora, pero en la actualidad se dedica profesionalmente al deporte. “Elegí el atletismo, que precisamente la base son las piernas y los pies. Prefiero no tener pies y saber dónde voy a que tenerlos y estar perdida”, es su lema. Le hace sentirse fuerte, poderosa y diferente. “A mí me gusta ser diferente. En la diversidad hay una enorme riqueza. A partir de la amputación descubrí nuevos valores que son por los que me rijo. Y el deporte se sustenta en estos mismos valores: la paciencia, la perseverancia y el esfuerzo constante. Una persona con una discapacidad todos los días de su vida se tiene que enfrentar a miles de retos”. Hasta las rutinas más sencillas se convierten en una carrera de obstáculos. 

A través de la discapacidad ha descubierto sus mayores capacidades. Siempre ha sido una rebelde a la que no le ha gustado nunca que le dijeran que no podía hacer algo. “Mi propia discapacidad me dice cada día, “esto no lo puedes hacer”.  Y me esfuerzo por demostrar que sí. Los limites están en nuestras cabezas, así que se trata de enfrentarnos a nuestros miedos y derrotarlos”.

Así que, no hay espacio en su vida para el miedo. “Ni siquiera a la muerte ni a la soledad. He aprendido a convivir conmigo misma. Si te aceptas, nunca estás sola, sino que estás contigo misma”.  

“Es curioso, ahora que soy incompleta me encuentro más completa que nunca antes”. Pero no es así siempre. Hay gente que se resigna y le cuesta ser feliz con una situación así.  “Piensan que no hay elección. Pero claro que la hay: ser feliz es la elección más importante que tenemos que tomar. Resignarse no es el camino”. Tiene como meta competir en Tokio 2021. Cada día invierte muchas horas en prepararse física y mentalmente para ello. Corre, salta, lucha… y brilla con luz propia.

Rocío Gayarre

 

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