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Blogs Que la fuerza te acompañe por Alfonso M. Arce

Otro punto de vista del ‘caso Simone Biles’

Entre todos los momentos de los JJOO de Tokio, el supuesto derrumbe emocional de la campeona norteamericana ha sido de los más sonados

Otro punto de vista del ‘caso Simone Biles’
Alfonso M. Arce el

Simone Biles se lesionó, ni más ni menos. Hemos pasado días hablando de la presión psicológica y la necesidad de liberarse del mundo de una figura del deporte que va a pasar a la historia por su palmarés. Lo que pasa en la cabeza de un atleta a veces no lo sabe ni él o ella. Lo que sí se pudo ver es que tras la recepción de un salto Biles necesitó ayuda para caminar, todo indica que la sensación de dolor era real y algo ocurrió en el momento del impacto. Estas cosas pasan en centésimas de segundo, en el aire, dando volteretas, no creo que le diese mucho tiempo a estar pensando en la presión. Pero una vez que algo va mal, puede que empiecen a derrumbarse otros pilares. Algo así como un castillo de naipes alto y virtuoso en el que tocar una sola carta en algún lado ocasiona la caída del conjunto entero. A partir de aquí, ríos de tinta porque nada ocasiona un ‘gustirrinín’ más grande que ver fallar a los grandes y empezar a triturarlos, desmitificarlos o especular sobre su futuro inmediato. Se ha dicho que los atletas son humanos, de carne y hueso, que son personas como nosotros, como tú y como yo. Bien.

Los grandes atletas son humanos, de carne y hueso

Esto es una verdad como un templo. En una ocasión un extraterrestre intentó participar en un campeonato de lanzamiento de jabalina y los de antidopaje no le permitieron entrar en la competición. Los y las atletas son humanos, hasta cuando no lo parecen, y como humanos son de carne y hueso por eso cuando se rompen un hueso o un ligamento tú también puedes sentir cierta empatía porque igual has pasado por lo mismo, eso que se les rompe también existe en tu cuerpo y si no es así igual el extraterrestre eres tú.

Pero no son como cualquiera

Aquí viene la gran patraña, un cuento que quieren que compremos siguiendo esa extraña teoría de que todos somos iguales y todo aplica con tabla rasa. Quien quiera pensar que es igual que, posiblemente, la mejor gimnasta de la historia adelante, bravo. Además de las virtudes físicas que podemos advertir en cualquier atleta a simple vista, detrás suele haber una fortaleza mental a prueba de balas. Porque si no existe dicha fortaleza mental el atleta se diluye, de hecho no son pocos los casos de chavales con grandísimo talento que cuando se asoman al éxito, la fama y el dinero les confunden dando al traste con sus carreras. Un atleta de élite es una máquina física y psíquica. No sé de qué está hecha la cabeza de un piloto de F1 para que después de haber tenido un accidente a casi 300km/h pueda volver a conducir y seguir acelerando a fondo. No sabré nunca qué se siente tras haber ganado un Roland Garros, recibir un cheque y un contrato publicitario que supone lo que cualquier mortal ganaría en cien vidas y aun así, seguir partiéndote el alma en cada entrenamiento en lugar de dedicarte a pulirlo en fiestas con tus colegas. La gente normal protesta en su adolescencia porque no le dejan salir todo lo que querría, un atleta de élite no sabe qué es eso porque su vida avanzaba en un centro de alto rendimiento. Muchas personas normales se ‘cagan’ si tienen que hablar en público, un atleta de élite sale a competir con cámaras que detectarán hasta su último gesto y todo el mundo expectante, conteniendo el aliento para aplaudir o abuchear. Porque se abuchea, sí. Porque si eres una persona joven de 25 años te dirán que te queda una vida por delante, que lo pases bien. Si tienes 25 años y eres deportista de élite, igual empiezan a decirte que estos Juegos Olímpicos son tu última oportunidad, que ya no llegarás a los siguientes.

El tema no es nuevo

HBO tiene un documental cuyo protagonista principal es Michael Phelps aunque también aparecen otras estrellas del deporte. El nombre de dicho documental es ‘The weigth of Gold’ que traducido significa ‘El peso del Oro’. En él se narra las depresiones y consecuencias que sufren muchos deportistas al retirarse de la competición, cuando todo ese estrés sale y ya no te quieren para la entrevista, cuando ya no hay estadios de gente aplaudiendo.

El ‘reventón’ mental de un atleta es algo habitual, pero no es lo que se ha visto con Biles quien no se metió en un cuarto a calzarse una botella de bourbon, volvió a animar a sus compañeras de equipo con una alegría que se veía sincera, habiéndose quitado un peso de encima, pero no con una depresión traumática que la fuera a apartar de la competición. De ahí en adelante, fue anulando prueba a prueba hasta que ha podido volver, mermada más física que psíquicamente dado que un desmoronamiento mental por la presión no se arregla en una semana en medio de una competición de este calibre, con todo el mundo mirándote para saber si vuelves o no. No lo sabremos nunca al cien por cien, pero cuando se medio arregló lo que fuera que pasara compitió y ganó un bronce olímpico. Algo que ni tú ni yo jamás podremos saborear. Ante Simone Biles solo puedo mostrar admiración y respeto absoluto. Al resto de atletas que se han quedado por el camino habiéndolo sacrificado todo sin saborear las mieles del éxito, más respeto todavía, sean mujeres, hombres, negros, blancos o amarillos; da igual. El resto es ruido mediático y poco más.

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