Esta semana Motorola ha presentado el Moto G, un terminal Android “low cost” con un módico precio libre de 159€. Después de unos días usándolo como teléfono de trabajo, debo decir me ha sorprendido con un rendimiento más que satisfactorio, una pantalla nítida con prácticamente los mismos píxeles por pulgada que el iPhone, resistente y una buena batería, además, no olvidemos que es un terminal de Google, lo que significa que tendrá actualización a Kitkat y una buena integración con todos los servicios de Google.
A mi, que siempre me ha gustado hasta el “gadget” más absurdo, todo esto me hace plantearme algunas preguntas y ver desde otro punto de vista la trayectoria del mercado de telefonía móvil a día de hoy.
Desde la salida del primer iPhone estamos pagando (entre los que me incluyo) cantidades desorbitadas por nuestros teléfonos móviles, toda la gama alta se encuentra entre 500€ y 700€, y sí, los terminales subvencionados por las operadoras también cuentan, no lo pagas directamente pero terminas haciéndolo durante los dos años de permanencia a los que te compromete.
Los nuevos terminales están llenos de funcionalidades que realmente no usamos o son superfluas, aunque sí, lo reconozco, son muy “cool” pero, la utilidad de tener un teléfono sumergible, o que se bloquee cuando pestañeas o que se desbloquea con la huella digital, es como si sólo nos faltara que pudiera mandar cohetes a la luna.
Nos estamos dejando llevar por la carrera tecnológica que se han metido todas las marcas con el afán de que renovemos de terminal todos los años convenciéndonos de la absurda idea de que se nos han quedado obsoletos. Pensad un momento cómo está aumentando la velocidad con la que se lanzan los nuevos teléfonos, dotándoles de más memoria, procesador, resolución de pantalla y megapíxeles en la cámara en una carrera que parece no tener fin.
Éste fantástico vídeo lo dice todo:
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