Componer a mano y a continuación volver a colocar los tipos en la caja tipográfica era un proceso lento y costoso a mediados del siglo XIX. Las prensas en esta época eran capaces de producir 25.000 copias por hora, pero cada letra de cada palabra de cada libro, periódico y revista se tenía que componer a mano. Se hicieron docenas de experimentos para perfeccionar una máquina para componer tipos y la primera patente para una componedora se registró en 1825. Cuando Ottmar Mergenthaler perfeccionó su linotipia en 1886, ya se habian patentado alrededor de 300 máquinas en Europa y Estados Unidos. Muchas personas, entre ellos el escritor Mark Twain, invirtieron millones de dólares en la búsqueda de una manera automátizar la composición tipográfica. Antes de la invención de la linotipia, el coste elevado y la lentitud de la composición,limitaban incluso a los diarios más grandes a ocho páginas y los libros seguían siendo muy valiosos.
Mergenthaler era un inmigrante alemán que trabajaba en un taller mecánico de Baltimore y estuvo una década esforzándose por perfeccionar su componedora. El 3 de julio de 1886, el inventor hizo una demostración de su aparato, que funcionaba con un teclado, en las oficinas del New York Tribune. Dicen que Whitelaw Reid, el director del Tribune, exclamó: “Ottmar, ¡lo has conseguido! A line o’type (una línea de tipos)” y que de esta reacción recibió su nombre el nuevo aparato.
El brillante adelanto de Mergenthaler utilizaba pequeñas matrices de latón con impresiones en bajo relieve de las formas de las letras, los números y otros símbolos. 90 teclas de una máquina de escribir controlaban los tubos verticales que estaban llenos de esas matrices. Cada vez que el operador presionaba una tecla se desprendía una matriz para aquel carácter, que caía por un canal y automáticamente se alineaba con los demás caracteres de aquella línea. Se vertía plomo fundido en la línea de matrices para obtener un molde con la línea de tipografía en relieve.
En 1880, los periódicos de Nueva York ofrecían más de de 500.000 dólares como premio al inventor capaz de crear un aparato que redujera el tiempo del cajista entre un 25 y un 30 por ciento. ¡La linotipia de Mergenthaler podía hacer el trabajo de entre 7 y 8 cajistas manuales! La rápida utilización de la linotipia sustituyó a miles de oficiales de imprenta muy cualificados y las huelgas y la violencia amenazaron numerosas instalaciones, pero la nueva tecnología provocó una explosión de material gráfico sin precedentes, lo que creó miles de puestos de trabajo. Los tres céntimos que costaban los periódicos en la década de 1880 se redujeron a uno o dos céntimos, mientras que la cantidad de páginas se multiplicó y la circulación se disparó. La publicación de libros se expandió también con rapidez. La linotipia provocó un aumento repentino de la producción de publicaciones periódicas y los semanarios ilustrados, como Saturday Evening Post y Collier’s, llegaron a un público de millones de personas antes de finales de siglo. En 1887 otro estadounidense, Tolbert Lanston inventó el monotipo, que fabricaba caracteres individuales con metal caliente. El monotipo tardó una década en alcanzar la eficiencia para ser aprovechado.
El tipo metálico compuesto manualmente se enfrentaba a un mercado cada vez más reducido. Como la mayoría de los tipos de texto ya se componían a maquina, hacian falta menos tipos de fundición, por lo que se originó una devastadora guerra de precios y una competencia feroz. Para tratar de estabilizar la industria se formaron consorcios que obligaban a salir del mercado a las fundiciones más débiles, con lo cual se reducía la capacidad de excedentes. La piratería de diseños era desenfrenada. Cuando las fundiciones lanzaban nuevas tipografías, los competidores de inmediato galvanizaban los nuevos diseños y a continuación moldeaban y vendian los tipos a partir de matrices falsas. A finales de siglo el negocio de tipos se estabilizó. La tipografía compuesta a mano halló un nicho más reducido pero significativo para proporcionar tipos decorativos para publicidad y para los titulares editoriales hasta la llegada de la fotocomposición en la década de 1960.
Gracias a los avances tecnológicos de la época, con la tipografía compuesta a máquina se podía imprimir sobre papel fabricado a máquina con prensas de vapor de alta velocidad. Se produjo una difusión mundial de palabras e imágenes y comenzó la era de las comunicaciones masivas.
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