«Primero la verdad que la paz» (Veritas prius pace). Era el lema de Miguel de Unamuno. Rector y catedrático la Universidad de Salamanca, que en otoño de 1891 se incorporó al claustro de la Universidad. Con sus 23.000 habitantes, Salamanca quedaba encogida entre sus murallas del siglo XII, y vista desde el exterior se parece a «un breve caserío apretado con los salientes de sus torres monumentales». Además, las calles eran húmedas, estrechas, tortuosas, la ciudad parecía sucia; las malas condiciones higiénicas provocan la indignación de los periodistas locales que suelen compararla con poblados africanos, declarando que «las calles y plazuelas presentan un aspecto inmundo, que seguramente no temen la más pobre y miserable aldea de Marruecos». Salamanca, «la Reina del Tormes», se ha convertido en «una señora de gran nobleza a la que le huelen los pies».
En este ambiente, llamémoslo algo sórdido, Unamuno tomó posesión de su cátedra de Griego. Un joven Unamuno que aprovecha la ocasión para tomar los primeros contactos con jóvenes universitarios republicanos y se mete de lleno en la política local. Años más tarde pasaría a ser el rector de la universidad. Una rectoría que no pasó inadvertida y no quedó exenta de polémicas, ya que Unamuno fue un intelectual comprometido y un hombre de acción, un hombre de pelea, un luchador, por lo que las injusticias y esa la verdad no le pasan desapercibidas.
Para el escritor y profesor Luis García Jambrina (Zamora, 1960), esta faceta de Unamuno la convierte y la exprime para formar un nuevo modelo literario basado en la figura de Unamuno. Un personaje -el de Unamuno- que funciona a la perfección en esa faceta suya de buscar la verdad -como los buenos detectives- y de estar del lado del que cree que se están cometiendo injusticias. En la obra escrita por Jambrina, El primer caso de Unamuno (Alfaguara), la nueva perspectiva unamuniana se presenta al lector como un Unamuno joven -está entrando los 40- en la que se convierte en una especie de detective quijotesco sin pensarlo. La obra se convierte así en una novela detectivesca basada en hechos reales, concretamente en el municipio salmantino de Boada en 1905, en la que también se encuentran el amor, la amistad, y sobre todo, la denuncia social.
Al empezar a leer nos encontramos a Enrique Maldonado, un cacique local que aparece brutalmente apuñalado en las afueras del pueblo. Los vecinos son los principales sospechosos de haberle dado muerte y Unamuno, que escribió un artículo incendiario para denunciar las condiciones de vida de los campesinos boadenses, decide investigar el crimen con la ayuda de Manuel Rivera, abogado defensor de los detenidos, y Teresa Maragall, una misteriosa anarquista.
Su artículo sobre Boada se convirtió en famoso. Con el empezó todo, y su vida cambió por completo por el hecho de buscar la verdad, por intentar ayudar; pero lo que hizo fue alterar su vida de catedrático, escritor y lector. Si no lo hubiera escrito, estaría tranquilo en su estudio, entregado a su ensayo, o sentado en su mecedora junto al brasero, leyendo a Kierkegaard, felizmente rodeado de su familia, y no bebiendo las tempestades originadas a su alrededor por tratar de llevar pesquisas de investigador por las que no estaba preparado.
Sin duda había sido la soberbia la que le había hecho creer que con su inteligencia y su «hobby» por Arthur Conan Doyle, podía enfrentarse a lo que quisiera, lo mismo a las artimañas perpetradas por no se sabe, el asesinato de Boada o enfrentarse a la seducción de una mujer como la anarquista Teresa. A medida que avanza la obra se van produciendo diversos acontecimientos que la hacen aún más interesante, enganchando al lector en la trama.
Un libro que es un claro homenaje a Unamuno, inspirado en algunos aspectos de la vida del escritor, Jambrina -como es lógico- se toma ciertas licencias para dotar a la trama de un realismo y de una tensión narrativa que estructura y casa con este personaje ficticio/real de Unamuno como investigador de asesinatos. Un personaje que además está hábilmente construido, tomado de las experiencias, que lo convierten en persona más allá del propio personaje.
Cuenta Jambrina que no todo es ficción ya que la famosa carta al presidente de Argentina con la que empieza la historia, así como de los polémicos artículos de Maeztu y Unamuno, son reales. Por lo que Jambrina (experto en Unamuno) combina y emplasta muy bien ficción con hechos reales. Con un trasfondo social y económico sobre la situación del campo salmantino a principios del siglo XX en España, en la que muchos vecinos se vieron desahuciados y obligados a abandonar por la fuerza algunos pueblos y aldeas, dejándolos algunos completamente despoblados.
Una novela detectivesca con base histórica en la que se muestra la España de la privatización de la tierra y la de la concentración de la propiedad en unas pocas manos selectas para crear grandes dehesas dedicadas a la cría de ganado, que obligaron a esos vecinos a dejar sus tierras para emigrar. Ahí está el origen de la hoy llamada «España vaciada», o en este caso llamarla la «España desahuciada».
Jambrina además juega con parte de esa creación literaria de Unamuno, mostrando, mencionando y dando cabida a parte de sus obras como el libro de Teresa que se publicó en 1924 -para algunos una simple recopilación de poemas y para otros una novela innovadora- o Amor y pedagogía, además más de sus escritos periodísticos.
Una novela sugerente y adictiva, tratada desde el rigor, el cariño y el respeto hacía la gran figura de Unamuno; que pretende ser la primera de una serie literaria en la que mostrar diferentes momentos de la vida, sobre este característico y original «nuevo» detective andante llamado Miguel de Unamuno. Un referente moral, social, político y literario, y ahora, policiaco.
El primer caso de Unamuno // Luis García Jambrina // Alfaguara // 2024 // 19,90 euros
