Como bien sabemos, el Arte, ha sido -y sigue siendo- un medio de expresión esencial. No solo por su connotación expresiva y artística, sino también por muchos factores políticos y religiosos que lo han condicionado a lo largo de la historia. Un medio por el que su autor da a conocer su visión personal del mundo; un medio que hace que el receptor que se expone a el, perciba y sienta algo que le puede influenciar, o simplemente lo sienta como algo entretenido. Pero todo Arte debe comenzar gracias a una idea. Un punto de partida esencial por el que el artista se encamina hacia un lugar, tomando posibles diferentes caminos para llegar finalmente a su destino, la obra terminada.
Las ideas forman parte del ser humano. Todos y cada uno de nosotros tenemos esa capacidad de generarlas, y lo que nos hace diferentes es, cómo llegamos plasmarlas y compartirlas con nuestros semejantes. «Tener una idea o hacerse una idea es tener una noción, aunque sea difusa, un conocimiento elemental o un concepto mínimo de algo. Tener una idea es, un paso más adelante, haberse formado una opinión, un concepto o un juicio de una persona o una cosa», escribe el diseñador y sociólogo Joan Costa.
Se pueden tener muchas ideas, buenas o malas, de éxito o fracaso, lo más importante es darlas a conocer, ya que si no se hace se perderán en la psique de cada uno. Si esto no lo llega ha realizar -lo de compartirlas- el polifacético Neil Gaiman (1969), nos hubiéramos perdido grandes historias plasmadas en libros, novelas gráficas, relatos cortos y películas para públicos de todas las edades. Entre sus títulos más notables se hallan The Sandman, el innovador cómic que alcanzó el primer puesto en la lista de los libros más vendidos de The New York Times, y que fue merecedor de nueve Premios Eisner y del World Fantasy Award en la categoría de Mejor historia corta; El libro del cementerio, primera obra en ganar a un tiempo la medalla Newberry y la medalla Carnegie; American Gods, que en breve será adaptada a la pequeña pantalla en Estados Unidos; y El océano al final del camino, que en 2013 ganó el National Book Award al Libro del Año en Gran Bretaña.
El exitoso autor británico, recientemente ha compartido sus ideas a través de su manifiesto por el poder del arte para cambiar el mundo llamado El arte importa, porque la imaginación puede cambiar el mundo (Ediciones Destino). En el, ofrece una visión personal y unos consejos prácticos muy interesantes sobre el arte, la vida, los libros y las ideas. Un texto que está acompañado por las magníficas ilustraciones del gran Chris Riddell (1962).
Superventas todoterreno, Gaiman reúne a modo de textos y frases sueltas algunas de sus conferencias, pensamientos, inquietudes, sueños, trabajos y artículos que son una exploración sobre cómo leemos, imaginamos y creamos, y cómo el arte tiene tanta fuerza e influencia sobre las personas que puede llegar a cambiarlas e incluso también cambiar el mundo. En un solo volumen editado en un formato manejable, casi de mano, como si le hubieses cogido prestada a Gaiman su libreta de anotaciones personales, reúne cuatro piezas casi fundamentales para entender un poco mejor el mundo de las ideas y la creatividad, así como los pensamientos de un escritor que aquello que toca es éxito asegurado, pero como bien dice no siempre fue así.
Empieza con Credo. Aquí Gaiman explora el sentimiento a favor de la libertad de expresión escrito tras el atentado a la revista Charlie Hebdo, y cómo las ideas no son solo de unos, y el respeto a poder representar cualquier tipo de pensamiento. «Creo que las personas, los libros y los periódicos son recipientes de ideas, pero que prender fuego a la gente que tiene esas ideas es igual de inútil que poner una bomba en los archivos de un periódico. Ya es demasiado tarde. Siempre lo es. Las ideas ya están ahí, escondiéndose tras los ojos de las personas, aguardando en sus pensamientos. Se pueden susurrar. Se pueden escribir en las paredes en plena noche. Se pueden dibujar (…) Creo que, en la batalla entre las armas y las ideas, al final acabarán ganando las ideas. Porque son invisibles y persisten y, a veces, hasta pueden ser verdaderas».
Continúa con Por qué nuestro futuro depende de las bibliotecas, de la lectura y de soñar despiertos. Una apasionada defensa de las bibliotecas y de los libros que las componen, e incluso de aquellos que las cuidan, los bibliotecarios. Gaiman acude a la necesidad de crear ficción, ya que «es lo que se construye a partir de veintisiete letras más un puñado de signos de puntuación. Con ellos, y con ayuda de tu imaginación, creas un mundo. Tú solo, lo habitas y miras a través de los ojos del otro. Eres otra persona y, cuando vuelves a tu mundo, has cambiado ligeramente». «Las bibliotecas tienen que ver con la libertad. Libertad para leer, libertad de ideas, libertad de comunicación. Están relacionadas con la educación, el entretenimiento, la creación de espacios seguros y el acceso a la información».
Sigue en Cómo montar una silla.Una especie de oda sobre el placer de construir algo -con instrucciones- con tus propias manos, aquí le pone algo de humor a la vida. No todo va a ser trabajo. Y finalmente concluye con Haced buen arte, su popular discurso de 2012 para los recién graduados de la University of the Arts of Philadelphia, en donde habla de perder ese miedo de crear, de experimentar y superar las adversidades con trabajo y tesón, ya que el éxito no te llega y hay que buscarlo, como la suerte. «Cometed errores interesantes, increíbles, gloriosos y fantásticos. romped las reglas. Haced del mundo un lugar más interesante por estar en él. HACED BUEN ARTE».
En definitiva, un libro muy recomendable, que se lee muy rápido, y que aporta al lector una claridad necesaria, no solo para su vida y sus ideas, sino también para establecer un trabajo práctico, creativo y provechoso, que se encuentra dentro de cada uno y que con las pocas palabras de Gaiman ayudarán a salir gracias a su gran sabiduría creativa.
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