Cuando Simonetta Agnello Hornby (Palermo, 1945) fantaseaba por primera vez con Rosalia Inzerillo, la protagonista de La Mennulara (Tusquets), no podría imaginar el gran éxito que pronto alcanzaría ella y ese personaje tan especial y particular. Desde entonces, ha publicado al menos otras seis novelas, en su mayoría ambientadas en su Sicilia natal. La Mennulara, ha sido traducida a numerosos idiomas y adaptada a diferentes formatos como el teatro, y también al arte secuencial del cómic por el dibujante e ilustrador Massimo Fenati (Génova, 1969).
Con La Mennulara (Planeta Cómic) adaptada al cómic, podemos visualizar esa Sicilia rural de los años 60 a través del pueblo de Roccacolomba. Un pueblo -como en casi todos- en donde todos se conocen y todos saben las historia de los demás, con sus correspondientes comentarios que van fluyendo a través de las calles y que son la esencia y principal entretenimiento de sus gentes. De habladurías está el mundo lleno, de prejuicios morales y comportamentales a los que estamos continuamente sometidos y juzgados por los demás y la Mennulara no iba a ser menos. Una criada de familia muy humilde, que empezó a servir a la edad de 13 años en la familia Alfallipe. Una estirpe siciliana adinerada y de las más pudientes del pueblo pero luego con el tiempo, van dejando sus miserias a la luz de todos.
Massimo Fenati consigue trasladar la novela original a un cómic que atrapa, que mantiene en tensión al lector en cada una de sus páginas y hace que fluya la historia de una manera completa y cargada de un aura de misterio, de ocultación de secretos que han ocurrido, y a medida que va transcurriendo la historia se va entrelazando el pasado con el presente diegético de la historia. Un relato que parte con la muerte de la criada, que incluso una vez que ha fallecido sigue manejando a la familia.
La Mennulara -nombre que se le ponía a las que recogían las almendras de los cultivos-, era una figura femenina fuerte y definida, que podía llevar el peso de todo, desde servir a la familia hasta administrar el patrimonio familiar tras la muerte del cabeza de familia. El relato muestra todo un coro de personajes, que al morir la Mennulara, comienzan a hablar de ella: porque saben y no saben, porque algunos la maldicen y otros la recuerdan con gratitud, porque no saben de dónde sacaba el dinero una criada. Porque, sí, ella tenía bastante dinero. La criada es el motor de las acciones y es precisamente la gran «ausente», que con su muerte, da lugar a las múltiples tramas destinadas a desembocar en un final misterioso. La compleja y casi siempre fruncida figura de Mennulara, de hecho, se revela en las historias que cuentan los personajes y, como en una novela policíaca, la verdad que hay detrás de las acciones, detrás de las relaciones, las intrigas, van emergiendo lentamente a la luz del lector.
Somos incapaces de leer sin ver, de ver sin recordar, de recordar sin poder imaginar. Y lo que leemos es ya siempre lo que hemos visto, pero la genial adaptación de Fenati, que con un trazo sencillo y fino junto con la acertada utilización de los colores y la experimentación en el gran juego que realiza con las viñetas en su original puesta en página, nos traslada a un nuevo enfoque de esa Sicila de los años 60, junto con la gran caracterización de cada uno de sus personajes que se integran perfectamente en los paisajes y en el pueblo de Roccacolomba. Además, el ilustrador genovés logra medir a la perfección el vínculo que se construye entre el lector y los personajes. Estos últimos, son representados como verdaderos «humanos», hechos de debilidades y contradicciones, crueles, especuladores, y que algunos esconden un alma frágil tras una piel de frialdad. Así, el lector es incapaz de juzgar o etiquetar las figuras que se mueven en el cómic, pero se encuentra tratando de entender las motivaciones de cada una de ellas. El mayor enigma, sin embargo, sigue siendo siempre la figura imponente y omnipresente de Mennulara.
El arte aparentemente minimalista de Fenati, estigmatiza rostros y expresiones, ocultando o revelando la identidad narrativa de los personajes, logrando al mismo tiempo ser irónico y divertido, así como ser comprendido y dramático. El rasgo sintético logra actuar como un andamio no invasivo para la historia, libre para involucrar totalmente al lector. Los colores de Manuela Nerolini, alineados con la voluntad narrativa del dibujo, juegan con situaciones y emociones, gracias a un fondo plano que se adapta y conforma a los diferentes contextos de la historia.
El aliento que exhala la obra es el de una novela clásica, de trama atrayente, y de un ritmo que con el formato del cómic, acelera los acontecimientos, lo que hace comprimir con un mejor resultado todo ese estipendio rural deliberadamente pretencioso y juzgador. El valor añadido adicional de La Mennulara reside en el poder evocador de una narración que oscila rítmicamente como un péndulo entre las intrigas y los sentimientos de la familia, todo con un fondo que parece que huele a mafia.
En definitiva, la adaptación gráfica de La Mennulara es un poderoso cómic con una gran narrativa y una gran intensidad emocional capaz de reconstruir fielmente un corte histórico concreto y social italiano, además de revelar la naturaleza múltiple del hombre frente a sus propias contradicciones, las de los demás y ante la muerte. Una obra autónoma sorprendente, enriquecida con algunas escenas inéditas: un «capítulo perdido» que no estaba presente en la novela como la conocemos hasta ahora.
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