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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Silas Corey, el gran cóctel detectivesco

Silas Corey, el gran cóctel detectivesco
Pablo Delgado el

Hay personajes característicos y diferenciadores que han creado una marcada tendencia a lo largo de la historia de la literatura policiaca y el cine negro o de acción. Son personajes con una personalidad propia muy definida a través de la cuál, los lectores llegan a sentirse identificados con ellos al poder estar viviendo una historia que en la vida real seria imposible disfrutar. Esta magia la hemos vivido con personajes como Chevalier Auguste Dupin. Creado por Edgar allan Poe, Dupin no es un detective al uso. Destaca por su uso del raciocinio en el que combina su considerable intelecto y la creatividad, incluso poniéndose a sí mismo en la mente del criminal. Estos talentos están tan desarrollados que parece leer la mente de su acompañante. Este tipo de personaje fue el antecesor de Sherlock Holmes, el detective inglés por antonomasia de finales del siglo XIX creado por Arthur Conan Doyle, que destaca por su inteligencia, su hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles acompañado de su inseparable amigo el doctor Watson. Fue el arquetipo de investigador cerebral por excelencia que influyó en la ficción detectivesca posterior a su aparición. Y si a estos personajes le añadimos la compañía de la figura de James Bond creada por el periodista y novelista inglés Ian Fleming en 1953. Un personaje de acción que transmite la peculiaridad de ser un hombre frío, inteligente, eficaz, extremadamente observador, audaz, implacable, decente, reservado y sobre todo, elegante, además de su gran habilidad de atraer fácilmente al sexo opuesto. Toda un referencia para el cine.

El gran cóctel detectivesco
Si los personajes detectivescos anteriores los juntamos en una coctelera, los mezclamos, los agitamos bien, pero sin remover demasiado, el resultado final es un cóctel explosivo de una gran sutileza, con un sabor intenso y de una calidad realmente excelente, que está al alcance de muy pocos. A este cóctel habría que llamarlo Silas Corey. Porque tiene todo para alcanzar el éxito entre los amantes del buen género de detectives. Corey es un reportero del diaro “L’Humanité” que se incorporó a la infantería del ejercito francés en agosto de 1914, fue desmovilizado en marzo de 1916 pero ¿por qué razones? ¿médicas? Es un crápula, que se dedica a las actividades detectivescas acompañado de su fiel sirviente. Corey en cierta medida se debe a un único principio, el dinero. A medida que que desarrolla sus investigaciones este principio puede cambiar, o no. ¿Puede llegar a ser un traidor?

Las historias
Creado
por Fabien Nury (1976), dibujado por Pierre Alary y coloreado por Bruno García, Silas Corey bajo el trasfondo histórico de la primera guerra mundial nos traslada en estas dos historias publicadas hasta el momento: “La red Aquila” y “El testamento de Zarkoff” (Dib>buks) a un panorama social e histórico de lo más convulso. Dos historias de lo más trepidante en donde la conspiración política, la intriga detectivesca y sobre todo el no saber qué va a pasar, nos conducen a dos historias muy bien estructuradas, con una acción elocuente y vibrante que desde el primer momento engancha al lector. En “La red Aquila” la trama transcurre en Francia durante el mes de abril de 1917. Silas Corey, es contratado por el político Clemenceau para encontrar a un reportero desaparecido. Corey no solo acepta la misión, sino que vende a continuación sus servicios a la Oficina Segunda (servicio de información del Ejército francés) y a la Señora Zarkoff, una tirana, déspota y cabecilla de la industria interesada de armamento. Nury, todo un fuera de serie en crear personajes bestseller para el cómic como Tyler Cross (Dib>buks), pone en esta historia de relieve los aspectos capitalistas de una guerra tremenda que se desarrolló principalmente en las trincheras, hecho que Nury trata. En “El testamento de Zarkoff” nos trasladamos al mes de noviembre de 1918. Para millones de franceses, la guerra ha terminado… para Silas Corey, acaba de empezar. En el día del armisticio, un detective moribundo irrumpe en los aposentos de Corey con un críptico mensaje. Tras indagar en la vida del fallecido, descubre que trabajaba para la Señora Zarkoff, la multimillonaria traficante de armas del tomo 1, y decide hacerse cargo de la misión que le fue encomendada: buscar a un soldado misteriosamente vinculado con la anciana. Otra historia trepidante que está a la altura del primer tomo.

El dibujo total
La historia de Nury está muy bien complementada por los lápices de Alary. En un dibujo de una línea llegando casi a ser del movimiento belga de la “línea clara”, no escatima en los detalles acercando así un recurso muy enriquecedor junto con el gran empleo del color en donde Bruno García aporta su dominio en el juego de los colores, predominando en el entintado, los azules, verdes, rojos, anaranjados y amarillentos. Las historias se desarrollan en su mayoría en el espacio-tiempo del atardecer y la nocturnidad abriendóse de vez en cuando claros luminosos de una luz del día evocadora y que realiza un contraste en la historia magistral. Alary y García trasladan de esta forma a la atmósfera detectivesca de carácter inglés a un entorno francés caracterizado por esa luz en un trazo y color dinámico que ayuda a completar la trama y acerca al lector al misterio, la acción y la lucha entre los personajes bajo ese duro trasfondo histórico.

En definitiva, Silas Corey ha venido para quedarse, por lo que habrá que acostumbrarse a este detective de corte clásico pero con toques de una modernidad que le hacen desembarazarse de situaciones peligrosas por el buen manejo de sus puños y de su señorial bastón, además del empleo brillante de su mente. Todo un dandi de la nueva novela negra gráfica en la que deseará el lector todas las semanas poder degustar ese cóctel de acción, espionaje e intriga del que está hecho Silas Corey. ¡Otro Silas Corey, por favor!

“La red Aquila” y “El testamento de Zarkoff” (Dib>buks) // Fabien Nury, Pierre Alary, Bruno Garcia // Traducción: Diego Álvarez // 24 euros

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