Ya era hora, creo que lo iba necesitando. Una historia optimista iluminada por la luz del sol, lástima que no sea por un sol real. Después de entrar en el mes de mayo y ver que el sol vino para volverse a ir, y no calentarnos con su luz en el llamado mes de la flores por culpa de las nubes grises que no hacen otra que descargar agua sobre nuestras cabezas, aunque necesario es, todo hay que decirlo. Me encuentro con un bello texto hebreo, traducido por supuesto, por Rosa Méndez, para niños y no tan niños llamado “La princesa del Sol” (Sexto Piso). Una historia de un hermoso secreto. Lucía y su madre se convierten, por un día, en la princesa y la reina del Sol. Así, se sumergirán en una aventura para que, desde la oscuridad de la noche, el sol despierte, cobre fuerza e inunde con luz y alegría todos los rincones mediante la revelación de ese secreto que conoce la madre.
Con las palabras de David Grossman (Jerusalén, 1954) considerado como el escritor israelí contemporáneo más importante y traducido a numerosos idiomas, y los lápices de Michal Rovner (Tel Aviv, 1957) crean una obra cargada de poesía, en la que un simple amanecer que experimentamos todos los días, si elegimos una perspectiva diferente de disfrutarlo se convierte en algo sublime cargado de lirsimo. Si además ese amanecer lo compartimos con las personas que más queremos, el momento se convierte en algo mágico traspasando en parte los limtes de la realidad vivida hasta ese momento, ya que lo único que existe es ese momento, el del amanecer. Pero como todo comienzo tiene un final y este llega con el atardecer, después de haber pasado un día luminoso y radiante en el que Lucía y su madre se han convertido en las personas más especiales de la Tierra por haber despertado al Sol, a este le llega el momento de irse, para dar paso a la incertidumbre de la noche, pero mañana, seguro, habrá unas nuevas reina y princesa del Sol.
Unas palabras, las de Grossman que transportan al lector hacia un mundo luminoso cargado de amor entre una madre y su hija, viendo con cierta ternura esta relación a través de los pequeños trazos de Michal Rovner. Una artista polifacética siendo su trabajo reconocido por la crítica internacional y expuesto en algunas de las galerías más prestigiosas del mundo. Esos trazos que me atrevería de calificar como infantiles le dan a las palabras un sentido mucho mayor, cargado de un gran potencial expresivo con los más mínimos detalles. Un dibujo de clausura en el que a través de las partes podemos percibir el todo en ausencia de fondos siendo una iconografía grácil y original.
“La princesa del Sol” es, en definitiva, una historia monosensorial que transmite un mundo de experiencias, haciendo visible lo invisible a través de aquello que tocan los lápices de Rovner mediante una línea inestable pero honrada y directa, con el predominio de dos colores el amarillo de la luz del sol y el gris del atardecer y la noche, envolviendo la obra y sus personajes en algo consciente de su forma física trascendiendo el significado en una historia dulce y sobre todo cargada de luz y optimismo. Genial.