En este año 2020, entramos en uno de los centenarios literarios más importantes y queridos por nosotros los lectores (además del centanario de la muerte de Benito Pérez Galdós). Se trata de la conmemoración de los 100 años del nacimiento de Miguel Delibes, en un 17 de octubre de 1920 ocurrido en Valladolid, en la Acera de Recoletos, número 12.
El tercero de ocho hermanos, se convirtió en uno de los escritores más importantes, queridos y estudiados de la lengua española. Una de sus máximas peculiaridades y diferencias del autor de geniales obras como «El camino», «Las ratas», «Cinco horas con Mario» o «El príncipe destronado»; es que fue un precursor en denunciar ese término que está muy de moda ahora de «la España vaciada», con su novela «El disputado voto del señor Cayo» allá en 1979, y que es probablemente uno de los textos más vigentes sobre la coyuntura actual española, por mostrar algo que ya estaba ocurriendo hace décadas, como es el drama de la despoblación y de la pérdida de la cultura rural. No sólo se iban las personas de sus hogares, también se moría el lenguaje.
Se dice que Delibes nunca se consideró a si mismo un escritor en el sentido más intelectual de la palabra, sino más bien un señor que escribía o incluso como llegó a comentar su mujer Ángeles, lo que quería ser era dibujante.
En 1944 fue nombrado redactor del diario El Norte de Castilla, diario del que fue más tarde director y en donde había ingresado en 1941 como caricaturista. Comienza así a hacer críticas de cine, que ilustra con sus dibujos de los actores protagonistas y que firma con el seudónimo de MAX: M de Miguel, A de Ángeles (su mujer) y X, el futuro incierto.
«Le gustaba escribir a mano, con pluma estilográfica, en cuartillas de papel de periódico, áspero, basto, que le cortaban de los sobrantes de las bobinas de la rotativa. Se sentaba ante una mesa grande de madera maciza, sobria y sólida como un lanchón, en su casa de Valladolid, o en una de ping-pong, en Sedano, en la que, junto a un cenicero, el librillo de papel de fumar y la petaca, desparramaba las cuartillas -correcciones y tachaduras-, y donde, al terminar de escribir, gran jugador, se echaba una partida con alguno de sus siete hijos». Escribe Jesús Marchamalo (Madrid, 1960) en «Delibes en bicicleta» (Nórdica Libros).
Una vida sencilla -la de Delibes- de la que Marchamalo nos describe en este breve, coqueto y sutil bosquejo biográfico sobre el escritor vallisoletano, que está además, acompañado por los dibujos del ilustrador Antonio Santos (Huesca, 1955).
Un nuevo capítulo de la serie de escritores que Marchamalo y Santos nos traen cada año. Anteriormente le tocó a Pessoa, Virginia Wolf, Stefan Zweig, o Kafka. Con Delibes, Marchamalo es una de las voces autorizadas para mostrar y hablar del escritor ya que además es el comisario del Año Delibes y nadie mejor que él para hacer esta breve descripción de su vida. En su forma original enlaza la pasión que tenía Delibes por la bicicleta con los episodios fundamentales de su vida y obra. «Fue el escritor más leído de su tiempo, el más vendido y traducido, el más representado, el que disfrutó de más altos honores», escribe Marchamalo.
Un homenaje inteligente, cariñoso y grandilocuente a ese texto y autor de Mi querida bicicleta, tercero de los relatos que conforman Mi vida al aire libre (1989), en el que el Delibes dedicó su particular oda a ese placer de pedalear por pedalear. Con su estilo, Delibes rememoraba la libertad que le proporcionó la bicicleta en su niñez. Pero no solo la bicicleta fue parte fundamental de su niñez. Durante su juventud el autor veraneaba en Molledo y su novia, Ángeles de Castro en Sedano. Les separaban unos 100 kilómetros, todo un trecho en aquella época pero no lo suficiente como para que Delibes no intentara hacerlos montado en su querida bicicleta, para así, reunirse con el amor de su vida.
Se podría considerar toda una etapa de una gran vuelta ciclista, el recorrido que separaba las dos localidades y de la que sus descendientes han hecho un hito deportivo, ya que le rinden un homenaje cada agosto repitiendo en bicicleta la misma ruta que el escritor hizo.
Todo un relato especial con ese valor añadido de los dibujos de Santos, que le dan aún más valor a las magníficas palabras de Marchamalo. Unos trazos en los que el abandono de las figuras plenas e identificables con facilidad se funden en un blanco y negro intenso y abrupto, en los que se captura la mera presencia de un panorama especifico, sin tener en cuenta otras formas subyacentes, generando así, una vaporosidad gráfica más allá de la forma, en una clara renuncia al clasicismo del trazo y de los volúmenes, la perspectiva y las formas.
Un librito que crea una ficción que se presenta como realidad, elemento que autentifica aquello que leemos y que debe medirse por unos valores culturales o ideológicos como verdad, memoria e identidad, mostrando una vida en un tapiz que va hilándose a partir de impresiones vitales llena de lugares, venturas, tropiezos y el amor, en el que la memoria se entremezcla con la literatura y el poder de las palabras junto con el trazo gráfico de los dibujos.
«Delibes en bicicleta» // Jesús Marchamalo y Antonio Santos // Nórdica Libros // 2020 // 9,95 euros
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