En 1714, año en que Blas de Lezo recibiría el título de Capitán de Mar y Guerra de una armada española, todavía nonata, que se formará definitivamente en 1717, S. M. el Rey D. Felipe V firmó una Real Cédula disponiendo se reuniesen en una sóla armada las distintas que con diversas denominaciones existían. Eran las depauperadas (en ese momento) armadas y flotas de los Austrias entre las que se encontraba la “de la Mar del Sur” con apostadero en el Callao de Lima y que, hasta entonces, era, si me permiten la licencia, entera propiedad del Virrey que disponía de los cargos a cubrir en ella con total independencia de la metrópoli.
Esa supresión y la aludida creación de la Marina Militar de España va a suponer una especie de china en el zapato del Virrey, que se vería privado de ciertos privilegios y de algunos cargos que ofrecer a parientes o amigos.
Esa Marina, que echará a andar con unas Ordenanzas provisionales de su Intendente General (D. José Patiño), tendrá otras en 1748 (Fernando VI) y unas definitivas y magníficas en 1793 (Cárlos IV) que dejarán muy clara la independencia de los mandos navales destacados en Ultramar respecto de Virreyes y Capitanes Generales.
Hay que tener en cuenta que los Departamentos Marítimos no se crean hasta 1726, que los grandes Arsenales no llegarán hasta que Ensenada se ponga manos a la obra (a partir de 1750) y que las ordenes llegadas de Madrid a las capitales virreinales eran obedecidas pero, en ocasiones, no cumplidas.
Y en esas (1720) Lezo, que había sido ascendido a jefe de escuadra del recién estrenado escalafón en 1723, apareció en Lima para hacerse cargo de la “ex-armada de la Mar del Sur” y limpiar de piratas las derrotas que llevan de Magallanes a Panamá, con los importantísimos puertos de El Callao, Guayaquil y Valparaiso. El Virrey, marqués de Castellfuerte, vio con mucho desagrado la llegada de alguien no nombrado por el mismo y que además no debía rendirle cuenta de su actuación.
Lezo, a lo suyo, detenía al corsario holandés Flissinguen, ponía en fuga a cuatro de su barcos y, de regreso en Lima, aprovechó para cambiar de estado, casándose con una linda limeña 19 años más joven que él mismo.
Celoso Castellfuerte del éxito de D. Blas, ordenó (lo cual ya no debía entrar en sus atribuciones) el desarme de parte de la escuadra de Lezo, a lo cual el “medio hombre” respondió con tanta elocuencia que sufrió un juicio del que salió absuelto, pidiendo enseguida su repatriación para cuidar de su salud y de su recién creada familia.
Los problemas de competencias continuaron con la llegada (1740) del general de Marina Pizarro, que iba en persecución del comodoro inglés Anson cuando la gran maniobra estratégica que desembocó en la derrota total de los británicos ante Cartagena de Poniente (hoy de Indias).
Y continuaron hasta 1826 en que la bandera española fue arriada en la plaza del callao de Lima, después que la división del capitán de navío D. Roque Guruceta zarpase para Filipinas (05.01.1825) y sufriese en Las Marianas la sublevación de las dotaciones que, dueñas de los barcos, regresaron al Callao al mando de un contramaestre.
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