La Patria de los mapas se pintaba donde predominara el poder de los grandes imperios. Ancestrales plumas y pliegos de piel fueron legados que se nos ha dejado en el camino, para interpretar el pasado investigarlo y comprenderlo. Nos sitúan en diferentes épocas. Esta acción nos lleva a identificarnos como país y su estrecha relación con el mundo, ¿quizás para intentar dar otros matices a nuestro presente? Quien sabe. “Los países sensatos dan a sus habitantes raíces, alas y la inquietud de amar su propio pasado”. Esta es una premisa que nos puede trazar un rumbo. Una clave.
Vamos a detener el tiempo por un instante para vislumbrar un ejemplo de ello.
Portadas. Pintorescas, que grababan las referencias de importantes mapas, detalles de quienes de alguna manera también, “sentaron precedentes” en las amplias temáticas de las exploraciones marinas.
Las portadas de los atlas y codex antiguos anunciaban magníficos compendios que, algunos de ellos delinearon los hitos de la cartografía, y aprehendieron la historia.
Con tintes de ideologías religiosas y políticas, completas de detalles ornamentados que expresaban el “prólogo” de la obra en cuestión. Figurarían siglos adelante, en referencias y en el “véase además” de catalogaciones cartográficas brillando en mágicas bibliotecas universales.
Sinónimos de cultura.
Encantos de aperturas de aquellos atlas que hablan por si solas, propongo desenrollar sobre la mesa su exuberancia que pareciera querer competir con otros artistas, la simpatía de sus personajes que nos quieren enseñar con su música y alma, sus instrumentos del saber, adorable transmisión de conocimientos en si mismas y abriendo las páginas de las piezas que precedían. La propia esencia o pequeños extractos de cada recopilación, con capacidad de atraer a curiosos lectores y admiradores del arte.
Veremos solo algunos ejemplos, de autores más coloristas.
Antes de la invención de la imprenta sus ediciones eran manuscritas. Estos atlas o compendios en forma de libros también podríamos nombrarles incunables. Se reunían los pliegos con su valiosa información, se elaboraba un original que se conservaba como “oro en paño”. Luego los copistas podían elaborar las “ediciones” necesarias.
Los atlas originales se resguardaban a modo de encadenados en las bibliotecas, o simplemente se custodiaban. No podían caer en manos de intrusos. Eran celosamente guardados y seguramente una de las razones por la cual gran parte de estas piezas no se han conservado, sino que los que hoy investigamos, corresponden a alguna de aquellas copias.
Grabados, estampas que nacen del trabajo sobre una matriz a partir de técnicas de grabado y la impresión de dicha matriz entintada sobre, en aquellos tiempos pergaminos, presionados a mano o valiéndose de prensas. Luego la imprenta complementaba su técnica.
Atlas que podían reimprimirse una y otra vez a pulso de las demandas, aunque al cuidado de ojos ajenos, estaban a la orden del día. (O a la orden de quien).
Siempre esta información fue codicia de espías y militares. Monarcas y marinos en búsqueda de las últimas fronteras. Mapas. La directriz más clara que tanto tiempo y esfuerzo, e incluso vidas, costaron para dibujarlas e imaginarlas a marinos, cosmógrafos, exploradores y aventureros de todos los países, de todas las condiciones.
Tapas y portadas debían ser cuidadosamente acabadas ya que serían el “portal de entrada” del maravilloso atlas a representar. Lucían su identidad, la del autor o la de la empresa que editaba. Tenían indefectiblemente el mismo perfil y características del dibujante, con lo cuál y para los entendidos, solo el hecho de ver la portada se sabía de quien o quienes se trataban.
En ocasiones, para desviar a los espías, se creaban mapas, atlas y portadas falsos. Incluso en otros ejemplos, eran objeto de mensajes ocultos y para descifrarlos se procedía a la Criptografia.
El siglo XVI trae consigo una verdadera revolución en la geografía de Europa. Con el Renacimiento se vuelve a la utilización de medios científicos alejados de las interpretaciones fantásticas de la Edad Media.
Los primeros atlas o compendios vienen del redescubrimiento de la Geografía de Ptolomeo.
La obra Geografía de Claudio Ptolomeo (s. II d.C.), un listado de topónimos georreferenciados del mundo conocido en su época, fue redescubierta durante el siglo XV y llevada al lenguaje cartográfico, dando lugar a los primeros atlas modernos.
Paralelamente surge una corriente que culmina en trabajos geográficos, fruto de los viajes que geógrafos y cartógrafos realizan a finales de siglo.
En España, el interés de los monarcas se vuelca hacia el Nuevo Mundo, y la representación cartográfica de la Península queda muy abandonada por lo que casi siempre es realizada por cartógrafos holandeses. La obra más notable de esta época es un atlas anónimo que se conserva en el monasterio del Escorial, con 21 mapas, que debió dibujarse a finales del siglo XVI. Hasta dos siglos después no habría cartografía de España tan detallada.
Mercator y Ortelius marcan una etapa fundamental en la historia de la cartografía. Ambos gozaron del aprecio y los favores de Carlos V y Felipe II. Ortelius fue nombrado cartógrafo del rey por Felipe II. Su obra Theatrum Orbis Terrarrum, publicada por primera vez,en 1570, recopila los mapas de los mejores cartógrafos de la época. Luego se reimprime actualizándose continuamente.
Mercator decidió llamarles Atlas, en honor al joven titán griego que Zeus condenó a cargar sobre sus hombros con los pilares que mantenían la tierra separada de los cielos.
En sintonía con los sucesos históricos, la mayor producción cartográfica es representada en los Países Bajos, en Amberes y Amsterdam.
Algunos cartógrafos destacables de entonces,
maravillaron con sus atlas desbordados de detalles a todo color.
Blaeu, Jansonius, Jodocus Hondius, Linschoten, Braun , Hogenberg, De Witt e incontables y eternos creadores de las mas exuberantes obras, que sin mas ofrezco mi humilde selección.
Me queda aún tanto en el tintero… les dejo a solas pues ellas seguirán hablando.
Hago saber que mas adelante y en otras páginas, seguiré abriendo estos enormes libros, amarillos perpetuos, con mensajes escondidos en sus portadas esperándonos desde hace tantos siglos.
Tan extensa es la obra cartográfica, como caminantes, viajeros, navegantes y soñadores hubo en la historia universal, ancestrales y contemporáneos, marcando el pulso de todos los amaneceres, de los siete mares, abarcando completo, el mundo conocido.
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