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Peral, en el 125 aniversario de una gesta científica y marinera

Peral, en el 125 aniversario de una gesta científica y marinera
Agustín Ramón Rodríguez González el

El próximo día 8 de septiembre se conmemorará en Cartagena y en toda España uno de los momentos cumbres de la tan discutida por olvidada ciencia y técnica españolas: la botadura del submarino de Isaac Peral en 1888. Así, el BOE del pasado 13 de mayo anunciaba la emisión de una moneda de plata dedicada al inventor del submarino con un valor facial de diez euros y mucho mayor real.

Retrato de Isaac Peral (cortesía del Museo Naval)

Nacido en Cartagena en 1851, en el seno de la modesta familia de un suboficial de la Armada, Isaac Peral ingresó en la Escuela Naval, destacando pronto por su valor en la Guerra de Cuba y en la III Guerra Carlista. También viajó a Filipinas en varias ocasiones, teniendo en la segunda el mando del cañonero “Caviteño”. Pero su vocación científica estaba clara, con su estudio sobre los aspectos atmosféricos y astronómicos de la Luna, obra que quedó inédita, o su “Teoría sobre Huracanes”, que también quedó inédita, pese a merecer una Cruz del Mérito Naval. Publicados y considerados oficialmente de texto para el ingreso en la Escuela Naval, fueron sus libros de Álgebra y Geometría. Tan favorable consideración mereció a sus superiores, que fue seleccionado para realizar los avanzados cursos de la Academia de Ampliación de Estudios de la Armada, terminándolos con tal éxito, que obtuvo en 1883 las cátedras de Física, Química e idioma Alemán (entonces el científico por excelencia), para ocuparse después de los laboratorios de Electricidad, experimental e industrial, en una tecnología por entonces de vanguardia.

En 1885, y ante la eventualidad de una guerra con el Imperio Alemán con motivo del conflicto por las Carolinas, Peral ofreció a la Armada su proyecto de submarino. Pretendía con él que España consiguiera un arma defensiva barata y eficaz contra escuadras mucho más poderosas, de paso que el viejo país, que ya se sentía retrasado respecto al desarrollo científico e industrial de las primeras potencias, recuperara su prestigio y un lugar destacado entre ellas.

Tras las preceptivas pruebas e informes, obtuvo en 1887 el encargo de su diseño, construcción y pruebas, terminando el revolucionario buque en menos de un año de obras, empezando las pruebas a fines de 1888 y prolongándose con todo éxito hasta el verano de 1890, en que estalló el júbilo nacional. Y no era para menos: el suyo fue el primer submarino moderno conseguido plenamente, con eficaz propulsión eléctrica en inmersión, periscopio, renovación del aire interior y tubo lanzatorpedos, aparte de otros muchos avances. Por ello se le propuso para la Cruz Laureada de San Fernando y hasta para un título nobiliario, mientras la Reina Regente le regalaba un sable de su difunto marido, Alfonso XII.

Pero entonces todo se torció, más que por la inevitable incomprensión ante algo revolucionario, celos, envidias y hasta rivalidades políticas, por serios motivos diplomáticos. La prueba final del submarino, que demostraría palmariamente a todos su utilidad como arma de guerra, sería la travesía del Estrecho de Gibraltar, de Algeciras a Ceuta y a la vista del famoso y disputado Peñón. La imaginación y el entusiasmo popular se desbordaron ante la posibilidad de que el nuevo “arma secreta” permitiera su recuperación ante la entonces hegemónica Gran Bretaña de la Reina Victoria. Cabe imaginar las presiones británicas al respecto y el temor de los gobiernos españoles a malquistarse con la primera potencia mundial de entonces. La prueba nunca se realizó y el proyecto fue abandonado, sin dar explicaciones reales, sino excusas deleznables, desacreditando al genial inventor.

El submarino durante las pruebas, fondeado en La Carraca. Museo Naval de Madrid

Un frustrado Peral debió pedir la baja en la Armada a fines de 1890, desalentado y ya gravemente enfermo. Pero aún tuvo tiempo de patentar varias mejoras en las baterías de acumuladores, idear ascensores eléctricos, un proyector de arco, un varadero circular para embarcaciones ligeras, etc, etc. Aquejado de un cáncer de piel, murió a consecuencias de una operación en Berlín en 1895, siendo repatriados sus restos y enterrados en su ciudad natal.

Es de destacar que Peral no fue un caso aislado, pues en la Armada destacaron por entonces Fernando Villaamil, creador del primer “Destructor” del mundo, Joaquín Bustamante, de la mina submarina y adelantado de la electricidad y el magnetismo, y tantos otros. Y entre los civiles nada menos que Santiago Ramón y Cajal, con el que se llevaba apenas un año, los médicos Federico Rubio (que fue su amigo personal), Ferrán y Barraquer entre otros muchos, y el primer Nobel español, José de Echegaray, gran matemático además, que apoyó en múltiples artículos a Peral y su proyecto.

El casco de su submarino, aunque despojado de sus aparatos, se ha conservado en Cartagena, primero en el Arsenal y luego en su puerto, pero expuesto a la corrosión. Hoy es un motivo de alegría que se haya conseguido su traslado al Museo Naval de Cartagena, donde será debidamente restaurado y preservado, como una de las más preciadas joyas de nuestra arqueología naval más reciente.

Por Agustín Ramón Rodríguez González,

Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia

Abanico muy popular entonces, que muestra la verdadera razón del abandono del proyecto: el submarino de Peral hunde frente a Gibraltar un poderoso acorazado enemigo. Cortesía de D. Diego Quevedo Carmona.
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