Muchos arqueólogos se preguntan estos días: ¿qué hace Odyssey Marine Exploration, la empresa cazatesoros que expolió de la fragata “Mercedes”, publicando un estudio en la revista científica Oxbow Books de Oxford y anunciando una exposición en Florida de objetos arqueológicos no centrados en los metales preciosos? ¿Ya no les gusta el oro? ¿Piensan vivir de la cerámica? ¿Se han convertido a la ética de la Arqueología? Hay que reconocer que el movimiento es sorprendente y demuestra una vez más la capacidad de maniobra que Odyssey consigue en Gran Bretaña (mayor que en EE.UU.), con contactos al más alto nivel en universidades y ministerios.
La editorial oxoniense, no la oficial de la Universidad, permite a los arqueólogos a sueldo de la empresa cazatesoros estar próximos a una imagen académica. No obstante, el artículo también fue publicado en la revista “Ceramics in America”. Pero además, lo más confuso es que el trabajo de Sean Kingsely et al. ha merecido una revisión muy positiva de los responsables del Museo Victoria & Albert londinense, una institución que no destaca por preguntarse por la procedencia de los materiales. La trama científica se construye publicación a publicación, cita a cita. Tenemos noticias de que han recibido, sin embargo, negativas que han impedido la publicación en otros medios científicos de revisión de pares.
Tal vez el Gobierno inglés acuda otra vez en su ayuda: apoyar cazatesoros es casi una tradición británica, como la hora del te; ya lo hizo dándoles cobertura oficial para buscar el “HMS Sussex” en Estrecho y permiso para atracar como propios sus barcos en Gibraltar. Aquello acabó mal. Odyssey se prestó encantado para generar un conflicto internacional que favorecía a la Roca y que aumentó varios grados la tensión en la Bahía de Algeciras, con España y su patrimonio sumergido como paganos. Hoy, Londres tiene pendiente contratar a Odyssey para “rescatar” el “HMS Victory”, buque del XVII que la empresa ha detectado en el Canal. Ese contrato repugna a los arqueólogos ingleses que opinan que los Gobiernos que hacen negocios con cazatesoros lo hacen “por ignorancia”. Incluso a la hora del te.
ESTA ES LA HISTORIA
Hoy estamos en disposición de contar la historia. El porqué está ocurriendo todo esto. Y de analizar este nuevo desafío, lleno de zonas grises y peligros… interesantes. Para empezar es curioso de dónde proceden los objetos publicados y ahora también expuestos en Florida. La historia comienza en 1989. Cuando Greg Stemm y John Morris tenían otra empresa de cazatesoros llamada Seahawk. Según fuentes judiciales, compraron información sobre la ubicación de un pecio español, en aguas internacionales pero cerca de la isla de Tortuga y los Cayos de Florida. Lo que ocurrió entonces está velado por una bruma conveniente, pero sabemos que hubo un gran intercambio de dinero en la cúpula de Seahawk, grandes inversiones basadas en la idea de que allí había un tesoro.
El barco hallado era un pequeño carguero que se hundió con la flota de 1622, la misma del “Atocha” que había enriquecido a Mel Fisher (el “Atocha” es a los cazatesoros como el sueño americano a un inmigrante). Sin embargo, las declaraciones a la prensa realizadas por Stemm y sus socios, relativas a que habían localizado un galeón cargado de tesoros se volvieron contra ellos. Incluso hubo una acusación por parte de un empleado, una acusación de fraude ante el Gobierno de EE.UU., que se sustanció en una demanda contra Seahawk y Stemm.
La SEC, organismo que regula las prácticas económicas en Estados Unidos, planteó la demanda civil en agosto de 1994, contra Seahawk Deep Ocean Technology Inc., John Morris, Gregory Stemm y Daniel Bagley. Les investigaban por violar supuestamente las disposiciones antifraude y realizar declaraciones malintencionadas durante un dilatado periodo sobre el valor potencial del hallazgo. Los demandados, según consta, pudieron haberse beneficiado ilegalmente vendiendo más de 2.000.000 de sus valores personales en Seahawk en aquel mercado “que ellos habían inflado”, dijo la demanda.
En 1997 terminó el proceso, con un auto de la SEC que desvinculaba a los tres demandados de cualquier responsabilidad en las supuestas violaciones de las disposiciones antifraude. Las citadas fuentes judiciales indican que la compañía aceptó los cargos y apartó a Stemm, antes de cerrar. Las piezas extraídas del yacimiento, en su mayoría cerámicas de valor arqueológico pero no monetario, fueron guardadas en un almacén. El caso se convirtió, según conocedores de aquella historia, en uno de los puntos negros en la biografía de Greg Stemm, un episodio continuamente recordado por arqueólogos como el ejemplo de las malas prácticas del CEO de Odyssey. Ahora, con su nueva estrategia, quiere revertir esa imagen negativa. Para el fundador de Odyssey, era una espina clavada que quería quitarse, una mancha que tenía necesidad de limpiar.
Odyssey Marine Exploration fue fundada, casualmente, en 1994. Y nació con la clara ambición de liderar el negocio de los cazatesoros, amoldándolo a las oportunidades de la economía global y la tecnología, tratando de tú a tú con Gobiernos para alejarse de la imagen de aquella vieja industria de Florida que dinamitaba pecios para extraer el oro. Hasta ahora, y tras el enorme revés que supuso perder el litigio contra España por la carga de la fragata “Mercedes” (en imagen volvieron a verse en su comportamiento los peores tics del viejo cazatesoros carente de escrúpulos), lo cierto es que tanto la compañía como el propio Stemm han mostrado una determinación y una capacidad mítica de renacer de las cenizas de sus propios fracasos. Casi en un tono beckettiano, lo cierto es que desde 2007 han puesto en marcha tantas iniciativas (muchas inherentemente dañinas para el patrimonio sumergido) que han vuelto a crear un estado de confusión que se ciñe como un guante a sus planes. Por eso ahora han decidido cambiar de táctica o, más bien, añadir una nueva a sus destrezas.
UN DISFRAZ SEXY
El ejemplo es perfecto: hace muy pocos años Stemm mandó comprar los objetos guardados en un almacén y que proceden de aquel fiasco de Seahawk. Se trata de las cerámicas de marras cuyo estudio se publicó en Oxford. Ahora sabe cómo metabolizar aquel fracaso y volver a sacar provecho: ha convertido las piezas de cerámica arrumbadas en un almacén que recordaba permanentemente su turbio pasado en obras rescatadas para una exposición, cerámicas que, además, un arqueólogo pagado por Odyssey ha estudiado y compartido con la comunidad científica como objeto de investigación. El jaque es elegante.
Y el mundo es más complicado. Mientras, Odyssey hace lo que los cazatesoros ya hacían: excavar pecios, o extraer materiales bajo sello de otros yacimientos cuyos derechos han comprado, también se plantea entrar legalmente en la caza de tesoros que permitirá la nueva ley colombiana y a la vez sigue ofreciendo plata del “Garisoppa” y mejorando sus relaciones con el Gobierno Británico, de cara a la posible recuperación del “Victory”. Ahora añaden a todo eso publicaciones científicas y exposiciones con poco o nada de oro en las vitrinas. Han decidido vestir el traje del arqueólogo. Y se encuentran muy sexis con él puesto.
Si ellos hacen de todo en todos los frentes, la pregunta a la que nos obliga su historial “de peligro” es: ¿cuántos arqueólogos pagados por gobiernos democráticos hacen menos de la mitad de lo que están dispuestos a hacer los que contratan “los malos” para parecer fiables otra vez, para que los contraten legalmente algún día? No soy arqueólogo, pero si lo fuera, si fuera responsable de un centro de arqueología subacuática, si tuviera bajo mi responsabilidad las competencias de un mar cubierto de pecios que nadie ha estudiado aún; o peor, si tuviera sin publicar los resultados de los últimos años de mis investigaciones, estaría muy seriamente preocupado. Las comparaciones son odiosas. Y la sociedad que cada día se interesa más por su historia naval exige proyectos, imaginación, y resultados, pero no más dilaciones.
VENTAJAS ÉTICAS Y CIENTÍFICAS
Si la estrategia emprendida por Odyssey tiene éxito en Colombia, Gran Bretaña, Cabo Verde o dondequiera, ¿cuánto tardaremos en ver publicaciones y exposiciones sobre pecios de nuestra historia que deberían haber estudiado nuestros arqueólogos? ¿Por qué debemos esperar continuamente a ver qué se le ha ocurrido a una industria históricamente tan destructiva? Es hora de pensar seriamente en tomar la iniciativa. La necesidad de lavar su propia imagen (“aunque la mona se vista de seda…) puede depararnos sorpresas y, dado su historial, no siempre serán agradables.
Creo profundamente que la ética no es propiedad de nadie. Si Odyssey aprende a mejorar sus prácticas, ¿cuánto tiempo podremos agitar sobre sus acciones un escrúpulo global? Es urgente que los gobiernos con patrimonio subacuático importante, como el de España, sean conscientes del calado de este problema, de que el mar vuelve a estar agitado. Y de que las políticas deberían responder con visión, decisiones e imaginación, pero también con proyectos ilusionantes si es que queremos aprovechar las ventajas indudables que tenemos sobre los cazatesoros, éticas y científicas. Ellos ya se han percatado y el peligro de su estrategia es que van a destruirlas. ¿Con qué fin? ¿Vivirán de cerámicas? ¿O han encontrado el disfraz letal, perfecto, para una predación continua de nuestra historia?
Seguiremos informando…
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