Toda incompetencia es una especie de usurpación. Su persistencia en política define una tiranía característica, de bajo nivel, en nuestras recientes democracias.
Uno de los casos que amenazan con pasar a la historia del desencuentro y de la parodia en Derecho internacional es el proyecto del galeón San José en Colombia.
Parece que el proyecto, inicialmente concebido como un mero reparto de botín entre el Estado colombiano y los amigos de algunos políticos, pertenecientes a la industria de los cazatesoros, ha ido transformándose. Su huida desesperada por aminorar el escándalo internacional y nacional parece que adopta otra fisonomía que amenaza con ser casi igual de siniestra. Y es que bajo la corteza de un proyecto de investigación y excavación internacional irreprochable, se habrá escondido un claro propósito político y económico de alcance internacional donde el actual gobierno colombiano, al servicio de la industria cazatesoros internacional, aseste un golpe mortal a una institución fundamental para la protección de los galeones en aguas de todo el mundo: la inmunidad soberana de los buques de Estado.
Solamente el Gobierno Colombiano parece ignorar que con el galeón San José se está librando una partida en la que están en juego todos los demás yacimientos arqueológicos de la Edad Moderna hispánica aún no expoliados en todo el mundo. Quienes están asesorando a nivel internacional al presidente colombiano lo saben. Si esa institución de derecho internacional –la inmunidad soberana- naufraga ahora, muchos yacimientos volverán al mercado. Y lo que nos tememos es que el destino del galeón San José sea convertirse –probablemente- en la última pirámide personal, en la forma aparentemente irreprochable de gran museo de un político erigido gracias a uno de los mayores fracasos colectivos de las sociedades hispánicas. Los cazatesoros estarán encantados. Por otro lado ¿quién espera fuera de nuestra comunidad, desde su querida leyenda negra, algo más de un hispano?
¿Por qué ha de rechazarse la solución del Gobierno colombiano?
Primero, me temo que el sigilo y falta de transparencia con el que se está desarrollando el proyecto del San José supone una gran oportunidad perdida. Seguimos siendo una comunidad cultural que no ha excavado un solo galeón y, de momento, no existe un caso de éxito de cooperación y colaboración científica e industrial en la comunidad hispánica. El proyecto actual secreto y sin una ambición de cooperación y transparencia no será un proyecto desde la comunidad científica, académica e industrial hispánica, algo que no tiene que significar que esté cerrado en sí misma, sino algo que está destinado a crear un conflicto en esa misma comunidad porque surge del empeño transformista de un presidente que ha creído durante años en el cazatesorismo, legitimado por el soberanismo o el nacionalismo a voluntad, y asesorado por la industria cazatesoros internacional.
Segundo, porque parte del precio del respaldo industrial del proyecto se paga a costa de comprometer la inmunidad soberana del buque de guerra histórico que es el San José. España ha demostrado, no sólo por lo que ya declara su propia legislación, sino con hechos, que esos restos no tienen destino comercial posible. Asimismo, nadie ha negado la vinculación de los restos del galeón San José con la sociedad colombiana. Sólo se ha sostenido que esa vinculación no es excluyente, que cualquier responsabilidad en torno a ese patrimonio exige cooperación y una visión general del conjunto del problema de un patrimonio en vísperas de su extinción, de su destrucción final. Afirmo que la única constante de este proyecto transformista es la destrucción de la única herramienta que ha funcionado desde el Derecho internacional en favor de la protección de los galeones hispánicos hundidos en todas las aguas del mundo, no sólo en las colombianas: la inmunidad soberana de los buques de guerra históricos.
Nos tememos que el éxito personal de un presidente parece buscar su propio museo a cambio del sabotaje del patrimonio común de toda la comunidad hispánica. La experiencia nos dice que las ambiciones personales al servicio de intereses exteriores han prevalecido en los últimos dos siglos en nuestra colectividad. Que ha sido fácil constreñirnos en un discurso histórico nacionalista, fallido y personal cuando le ha convenido a la pandilla de turno. La impunidad que otorga la Providencia a nuestros líderes, cuya sabiduría previsible por reiterada, al servicio de su propia posteridad ahora parece que proyecta -con éxito- el nacionalismo a los fondos marinos. Pero el museo del presidente es el mismo viejo resultado desde las pirámides. Lo único nuevo es que la industria cazatesoros va a recibir el gran balón de oxígeno que necesitaba así como los que tienen interés estratégico en cuestionar la inmunidad soberana de los buques de Estado.
El silencio sigue proyectando su sombra sobre el futuro del galeón San José, como también el protagonismo de lo político y el doble juego de quienes rigen los designios de una política que quiere hacer con el pasado lo que va a demostrar no ser capaz de hacer con el porvenir. El primer lenguaje de la paz es la ley, y tratándose de naciones, el Derecho internacional. En ese margen permitan de una forma transparente y preservando las mayores cotas de protección al resto de los yacimientos hundidos en otras aguas, que la cooperación y la comunidad científica hispánica emprenda la primera excavación científica de un galeón, un patrimonio común hispánico, algo que es evidentemente incompatible con la presencia de políticos.
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