La leyenda negra de la Marina española es un componente específico de la Leyenda Negra con mayúsculas, la que afecta al conjunto de España y de los españoles en su Historia.
Cuando se inauguró hace unas semanas la estatua de Blas de Lezo, en la madrileña plaza de Colón, conmovía pensar que en una de las casas de la calle Goya que dan sobre esa plaza nació el gran abogado de España y de su historia, el eminente Julián Juderías, autor de una obra inolvidable, mil veces plagiada y diez mil veces imitada titulada La Leyenda Negra (1914), que planteaba e identificaba la naturaleza y el mecanismo de la obsesión antiespañola que caracteriza a tantos españoles y a algún extranjero.
Quienes comulgan con la Leyenda Negra, ya sean propios o extraños, creen que los españoles son como individuos y como nación una suerte de lamentables sabandijas que no sirven para nada hoy, ni sirvieron ayer, ni servirán mañana… Requisito de esa creencia es la asunción de otras leyendas negras específicas, como la leyenda negra de la cultura española, la leyenda negra de las naciones hispánicas, la leyenda negra de la ciencia española, la leyenda negra de la Iglesia Católica o la leyenda negra de nuestra Marina.
Juderías reveló el mecanismo negrolegendario: cualquier leyenda negra, ya sea la que afecta a España —la que escribimos Leyenda Negra con mayúsculas— o la que han sufrido los judíos, los negros o los católicos —y en particular los jesuitas—, por dar unos conocidos ejemplos, consiste en, de forma sistemática, destacar o inventarse lo malo y ocultar o negar lo bueno. Se trata de un alegato en clave negativa, de un verdadero anti-panegírico… En consecuencia, la leyenda negra de la marina española se articula en dos frentes:
-negar cualquier tipo de éxito a los marinos españoles como individuos y a la Armada como institución.
-realzar cualquier tipo de fracaso. Para la leyenda negra de la Armada española sólo han existido derrotas, la de la mal llamada “Armada Invencible”, la de Trafalgar, las de Santiago de Cuba y Cavite…
Una historia olvidada
El propio Juderías en su originalísimo e indispensable ensayo poco dijo del mar. Al tratar de las glorias de España o denunciar algunas notorias falsedades, habló mucho de América —como es lógico— pero poco de los marinos que hicieron posible la aventura americana y la exploración de mundos nuevos; que aparte de descubrir, colonizar y cristianizar un Continente, España dominó durante casi tres siglos el Océano Pacífico, coto vedado español hasta la expedición de Cook; que las técnicas y conocimientos de los marinos españoles eran muy superiores, en los siglos XVI y XVII a las de sus competidores; que los convoyes de las flotas de Indias fueron un genial dispositivo que hizo fracasar a piratas y corsarios en innumerables ocasiones a lo largo de una historia secular; que durante 250 años el galeón de Manila fue el viaje más largo sin escalas realizado por ningún ser humano; etc.
El limitado interés de Juderías por los aspectos marítimos de nuestra historia es una constante de su generación. En 1914 estaban demasiado frescas en la memoria de todos las derrotas navales del 98 y no habían dado fruto todavía los planes de reconstrucción naval tan detalladamente estudiados por Rodríguez González. Juderías habla de Lepanto, cita el trabajo del hispanista e hispanófilo Lummis, y recuerda puntualmente a los hermanos Pinzón, pero poco más.
Una historia recuperada
La ignorancia es el mayor enemigo de la verdad, el cómplice indispensable de la mentira. El primer hecho que explica el perenne y demoledor influjo de Leyenda Negra y la específica leyenda negra de nuestra Marina fue la crisis de la historiografía española de los siglos XVII y XVIII. Sólo a partir del siglo XIX se recuperó el acervo historiográfico español, obra en gran parte de tantos y tan buenos hispanistas —el propio Juderías subrayó la enorme aportación de los hispanistas extranjeros— y de destacados historiadores españoles. Tratándose de la Marina, tenemos que mencionar algunos nombres esenciales. En 1914 ya llevaba medio siglo editada la Galería biográfica… de Francisco de Paula Pavía y también estaban publicados los monumentales trabajos de Martín Fernández de Navarrete y Cesáreo Fernández Duro, que levantaron un tesoro de erudición acerca de la historia de nuestros marinos; que el primer biógrafo de Blas de Lezo fue Navarrete, dicho sea de paso.
Para darnos una idea de la historia perdida y recuperada, consideremos que, durante siglos, de Bartolomé de las Casas sólo se conocía su libelo —uno de los pilares de la Leyenda Negra, por cierto— la Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Otra obra suya, mucho más interesante, como su esencial Historia de las Indias, que contiene importantes fragmentos del perdido diario de Colón, tuvo que esperar a 1875 para ser editada por el marqués de la Fuensanta y José Sancho. El gran Pascual de Gayangos recuperó también, editándolas, las Cartas de Relación de Hernán Cortés y publicó un sinfín de documentos esenciales de nuestra historia. La Apologética Historia Sumaria, otra obra lascasiana, sólo ha sido editada en español en el siglo XX… ¿Y qué decir de los extraordinarios trabajos de Bernardino de Sahagún, el padre de la etnología? Tuvo que ser el mejicano Carlos María de Bustamante quien, recién independizado Méjico, editara por primera vez textos del gran Bernardino… Y son igualmente innumerables las aportaciones de otro hijo de Méjico, Joaquín García de Icazbalceta, a quien debemos contribuciones fundamentales para entender lo ocurrido hace cinco siglos, como editar la Relación de Andrés de Tapia que mencionábamos hace unos meses como la fuente más antigua, quizá, relatando la pesca de un gran escualo.
Dificultades específicas de la historia naval
Al mecanismo negrolegendario se suman las dificultades intrínsecas de la historia del Mar. El historiador de la marina debe dominar la Historia general, pero también contextualizar los acontecimientos en el marco de la historia de la técnica —los barcos siempre han sido el no va más de la tecnología de una época— y la historia de las relaciones internacionales. Con frecuencia los aficionados a la cosa histórica se centran en acontecimientos puntuales como un combate pero se olvidan de los orígenes y consecuencias de dicho acontecimiento, así que malogran sus esfuerzos porque no entienden el trasunto y se quedan con la cáscara.
Un panorama alentador
Cien años después de la primera edición de La Leyenda Negra, creo que podemos juzgar con moderado optimismo el panorama historiográfico español. Nunca hemos tenido tantos y tan buenos historiadores. Nunca hemos dispuesto de tantos y tan interesantes datos acerca de nuestro pasado en general y del marítimo en particular. Desde hace algunos años, la labor de eméritos investigadores como el ya citado Agustín Rodríguez y tantos más que no refiero por no sobrecargar estas líneas, permite destruir de cabo a rabo la imagen negativa de nuestros marinos. Además, Internet permite leer directamente valiosísimos documentos en línea o descargarse clásicos agotados. Tenemos buenos libros, nunca dispusimos de tanta y tan buena información, así que sólo nos queda lo más fácil, que es también lo más importante: leer, leer mucho, releer más todavía, y extraer las oportunas consecuencias.
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