Me alegro de que la ironía de mis escritos sirva de algo más que para atacar el poder y… sea pretexto para atacar otra vez al poder. Que le sean útiles a gente con experiencia profesional y pasión en el ámbito de la arqueología como el Sr. San Claudio que ha firmado una visión demoledora de lo que hay en el sector. Lo que es una lástima es que leída la primera línea de mi texto este señor en vez de seguir leyendo mi artículo se dedique a continuarlo; que además su enjundioso artículo no es precisamente un twitter.
Decíamos anteayer en dicho artículo…. bueno no voy a intentar que se lo lea (otra vez) ni a reclamarle derechos(!) Pues eso, decíamos que es necesario un cambio de modelo. Que lo que hay es un cerrojazo, un cerrojo colado en una aleación especial de dos materiales perversos: la burocratización y el protagonismo extremo de lo político en defecto de lo técnico. El Sr. San Claudio ha escrito cosas verdaderamente demoledoras sobre el estado de marginación del sector.
Al señor San Claudio y a mi probablemente nos revuelvan las tripas los mismos hechos. Pero discrepo en su visión y su crítica nada objetiva a la Armada.
La Armada ha sido parte de la solución en todos los países en que se hace arqueología moderna y no se configuran como negocios que hagan competencia a los arqueólogos o a las empresas de arqueología. Aquí el público no sabe que el admirado buque Vasa, que hoy es uno de los grandes tesoros arqueológicos de Suecia, pudo ser rescatado para la ciencia gracias a la cooperación entre la armada sueca y la iniciativa privada; que los grandes desafíos del DRASSM francés han sido posibles gracias a su Marine Nationale; que en los Estados Unidos es una cooperación habitual ¿De verdad alguien plantea seriamente que excluyendo a la Armada vamos a poder emprender alguno de los desafíos urgentes y necesarios que arqueológicamente tenemos ante nuestro legado histórico? El modelo actual la excluye. Eso es evidente y el modelo no funciona. Eso es aún más evidente.
Por azares profesionales -los abogados estamos sentados en esa especie de mesa de juego siempre- he tenido ocasión de comprobar lo que ocurre con el patrimonio histórico hispánico fuera de nuestras fronteras, cómo funciona, las 24 horas, una picadora de carne global tragándose la historia a siglos y escupiendo los huesos en forma de souvenirs que uno puede adquirir en ebay; he podido comprobar una y otra vez —y lo he denunciado incansablemente— que seguimos sin oponernos eficazmente al vandalismo global, sin una política exterior congruente con nuestra legalidad y —todavía peor— sin un protocolo bien definido y que tenga algún efecto práctico.
La ilegalidad administrativa (y política), lo afirmo, es otra de las salsas habituales en el tratamiento del patrimonio subacuático español. Lo ha sido en el pasado… Recuerde el alma dormida aquellas escenas inmortales, las reuniones secretas con representantes de Odyssey y los extraños permisos concedidos; recuerde el público aquellas reuniones de embajadores que hablaban de aguas en Gibraltar con las personas que jamás deberían haber acudido a ellas … o los acuerdos tan maldecibles como la biblia negra de Cagliostro, entre ellos los suscritos con una empresa cazatesoros sobre las fragatas Juno y Galga (¡después de un juicio de años!), y tantas ocasiones dignas de olvido… Hasta llegar a ahora, silencios clamorosos y las musas de la transparencia bien tapaditas y en la cama, que nada dicen y nada explican sobre tantos eventos incomprensible como por ejemplo las fragatas de la Armada que se están excavando en Sicilia, por no mencionar algunos asuntitos que en defecto de un acuerdo entre Estados se han seguido deslizando en los tribunales y administraciones de Estados Unidos y que afectan directamente al patrimonio hispánico… Afortunadamente la Armada de Estados Unidos ha resultado vital en los dos asuntos judiciales que se han llevado en ese país. El etcétera es necesario…
La Armada no va a sustituir a los arqueólogos pero eso ya lo expliqué en mi anterior artículo. Hablo de lo que sé, sin aceptar tesis sobre pecados colectivos o culpas colectivas. Los resultados son los que son y a veces a pesar de los buenos profesionales que por supuesto hay y a pesar de las personas honorables, que también las hay…, el silencio es de hierro. Ellos pueden perderlo todo. Mi caso, lo reconozco es distinto, no dependo de esas administraciones, aunque todos podamos siempre perder algo más… A mí me han plagiado, amenazado y difamado; han intentado secuestrarme y hasta me dispararon una vez —no en este caso— pero si cree el público que por ser esto algo tan esencialmente académico o romántico es ajeno a todos esos lodos, se equivoca; que se lo digan a los testigos amenazados en el caso Odyssey. Recordamos canalladas que dan vértigo, con toda su impunidad, y las interferencias políticas en los tribunales… El modelo es insostenible. Y el Sr. San Claudio y otros muchos amigos pueden decir al menos tanto.
El problema de las tripas vacías es que como decía Gandi sólo se les puede hablar de pan. Las tripas tienen razón y el silencio de las tripas llenas del “establisment” que nos toca orientando las bofetadas a la mejilla ajena, en concreto la de nuestra Armada, es manifiesto. Por eso usurpo este papel de defensor de oficio y absolutamente circunstancial de nuestra Armada y que me disculpe por mi pobre defensa, pero el silencio de las tripas llenas nos resulta ya bastante incómodo a muchos.
Podemos discutir sobre las posibilidades teóricas del proyecto de ley y si el futuro tendrá las tripas medio llenas o medio vacías o dejar de mirarnos el ombligo por los agravios pasados y ponernos a cooperar. La Armada necesita de los arqueólogos y la protección de nuestro patrimonio necesita de los medios de la Armada. Necesitamos su sensibilidad y su compromiso. Su capacidad global ante un problema global. Es imprescindible su tecnología en aguas profundas; es imprescindible su experiencia. Un mundo empresarial arqueológico debe aprender cómo se trabaja en altas profundidades y cómo superar fobias estériles e injustificadas en democracia. Cada vez más, advierto que el patrimonio sumergido es un punto de encuentro, un lugar donde las cosas buenas se suman en nuestro país. Necesitamos cierta coherencia legal con lo que decimos internacionalmente y no repetiré las objeciones de redacción que encuentro en el proyecto de Ley porque las comparte la misma Armada y porque sigo creyendo que la propuesta responde a una necesidad competencial que precisamente acercará el ascua al fuego de los arqueólogos. Cuando me demuestren otra cosa cambiaré mi opinión con la misma pasión. Las propuestas de modificación en la redacción se han hecho y esperemos que surtan efecto. Pero esto debería ser un punto de partida, necesariamente abierto y digno de una sociedad abierta. A mi modesto entender.
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