Después de los análisis realizados, la conclusión es firme: el sitio es obviamente un naufragio de principios a mediados del siglo XVI (1525 a 1550), en una condición prístina, en la que no se han producido expolios, con cañones de bronce y hierro y que probablemente conservará toda su carga, desde instrumentos de navegación a las posesiones personales de la tripulación, así como objetos habituales en los pecios de la época, como monedas, etc. En una primera cata, los arqueólogos hallaron un ancla y varios cañones, y con solo retirar algo de arena con movimientos de la mano, la bala de piedra y el resto de artefactos documentados en la primera publicación sobre los trabajos.
Después de la inmersión de mayo, en la que se confirmó del descubrimiento, el sitio fue sellado y permanecerá así hasta que pueda ponerse en marcha una operación para la recuperación de los cañones de bronce detectados.
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Como primera conclusión, los arqueólogos destacan que estamos, sin duda, ante un importante pecio intacto de un barco portugués o español de la época de los Descubrimientos. Si es excavado será una fuente fabulosa de los objetos asociados que formarán un retrato perfecto de la sociedad embarcada, de la sociedad de la época. La zona en la que está situado ha sufrido una gran erosión durante los últimos años, motivo por el cual está expuesta una zona anteriormente cubierta con sedimentos arenosos, que el mar ha removido. Ello hace urgente y necesario que no se detenga la intervención de los arqueólogos.
Según comenta Filipe Castro, director del proyecto, en 2016 ya se publicó un primer estudio, centrado en las maderas, pero los trabajos han sido multidisciplinares y abarcan desde la erosión costera en la zona (Helena Granja, Universidad del Miño) a la historia (Amândio Barros, del Centro de Investigación Transdisciplinar “Cultura, Espaço e Memória” de la Universidad de Oporto), pasando por las prospecciones científicas con sónar de barrido lateral y magnetómetros llevados a cabo por el equipo de João Sousa, de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Oporto, bajo la dirección de José Pinto. En estos momentos se prepara una publicación científica destinada a una revista de pares. También destaca el trabajo de voluntarios como Flávio Biscaia, John Sexton, Miguel San Claudio, Maria João Santos y los halladores João e Alexandre Sá, entre otros.
Castro añade que es pronto para concretar pero las hipótesis barajadas se centran en un navío ibérico naufragado a mediados del XVI cuando venía probablemente del norte de Europa. Tanto las maderas, según la dendroconología, como las técnicas de construcción, de acuerdo con el tipo de unión de las piezas de madera estudiadas, arrojan una conclusión fuera de toda duda, porque son típicas de la construcción ibérica en el XVI.
De acuerdo con las piezas estudiadas, los miembros del equipo se inclinan a pensar en un navío de algo más de 25 metros de eslora y entre 5 y 7,5 metros de manga. Los platos recobrados del yacimiento tienen parecido con otros registrados en Suiza en la época, mientras que los de aleación de cobre son de origen alemán.
Filipe Castro incide en el hecho de que la reconstrucción histórica del navío, su carga y su tripulación, la recomposición de toda su historia, será un trabajo largo que precisará paciencia, pero que “queremos llevar en permanente diálogo con el público, al que daremos a conocer nuestros hallazgos a medida que vayamos conociéndolos mejor”.
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