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Algunos apuntes sobre el legado Quimbaya

Algunos apuntes sobre el legado Quimbaya
José María Lancho el

La independencia americana y el surgimiento de Estados nacionales en los restos de la antigua monarquía hispana, supuso por más de 60 años, la ausencia de relaciones diplomáticas normalizadas entre la vieja metrópoli y algunos de los nuevos países. En los esfuerzos por solventar aquella anomalía -recordemos que con Colombia se firmó el tratado de paz en 1881- el Gobierno del presidente Carlos Holguín, queriendo asimismo agradecer la sentencia arbitral de 1891 de la Reina Regente española en favor de los intereses colombianos sobre el margen izquierdo del Orinoco y obtener el mayor respaldo de nuestro país en la apertura de los mercados europeos para la revolución del café colombiano, hizo un importante regalo de orfebrería precolombina a la Reina regente, quien lo depositó en el antiguo Museo Etnográfico. Recordemos que otras Repúblicas americanas hicieron donaciones arqueológicas al Gobierno español hasta bien entrado el siglo XX, al menos hasta 1934 en que la República de Costa Rica donó una importante colección de cerámica y objetos de piedra indígenas a la República española.

En torno al debate sobre el legado Quimbaya se hacen perceptibles demasiados pulsos nacionales, sin duda, pero reconozcamos que no hay un solo proyecto cultural sobre la mesa, más allá del que hoy preserva y exhibe sus restos en el Museo de América. Lamentablemente, los proyectos políticos no le han faltado al legado Quimbaya pues incluso se ha utilizado para debilitar los argumentos españoles contrarios al proyecto de explotación comercial del galeón San José.

Como hemos visto con nuestros galeones históricos, el patrimonio cultural reducido a un problema de propiedad deja amputado buena parte de su sentido y alcance. El legado Quimbaya es una oportunidad para que ambas sociedades, española y colombiana, puedan repensar sus vínculos entorno a su enorme historia común y, en su naturaleza esencialmente mestiza, en su capacidad de acogida y como receptoras azarosas de otras civilizaciones y culturas, compartir experiencias desde la cooperación. Esperemos que cuando se plantee un proyecto conjunto sepa incluir todas estas dimensiones y sensibilidades, entonces merecerá todo nuestro respaldo.

Al legado Quimbaya no lo reclama ninguna voluntad primordial, ni colombiana ni española. No se encuentra en la génesis identitaria del Estado de Colombia aunque ese país demuestre, con más intensidad que otros, que las dinámicas identitarias son procesos en continua transformación. A finales del siglo XIX, accidentalmente, en una excavación los colombianos se reencontraron con ese testimonio fascinante de una civilización extinta, la Quimbaya clásica. Aquella realidad cultural había desaparecido casi mil años antes de que pisaran los españoles América y varios siglos más hasta que Colombia cristalizó como una comunidad Estado en el seno de la sociedad internacional. Cuando se hizo la donación se realizó pensando en algo que representara y vinculara a Colombia con la comunidad hispánica en el IV Centenario del Descrubrimiento de América.

Ciertamente la maldición del oro siguió a las 123 piezas que se donaron a España, pues las otras, que conformaban el yacimiento original principalmente, aunque no sólo, cerámicas, fueron vendidas al Field Museum y no han merecido tanta atención. El oro sigue marcando las diferencias a la hora de percibir y comprender un legado cultural.

Sin embargo, ¿Colombia ha demostrado disponer de un marco jurídico seguro para estos testimonios culturales? Naturalmente, dentro del importante legado Quimbaya hay piezas menos significativas, algunas casi repetitivas ¿hay en la Ley 397 de 1997 colombiana o en el resto del corpus regulatorio de ese país sobre el patrimonio cultural una sola garantía de que los criterios de repetición, representatividad, singularidad, estado de conservación e importancia científica y cultural, que se pretenden aplicar a los restos del yacimiento del Galeon San José para pagar a una empresa cazatesoros, no van a ser jamás aplicados al legado Quimbaya para sufragar otros objetivos políticos colombianos? Hay una evidente asimetría en los grados de protección legal del patrimonio cultural entre España y Colombia, desgraciadamente los restos arqueológicos en Colombia son recursos que no están fuera de comercio.

Tampoco España puede parapetarse en los limitados términos de una discusión sobre la propiedad sino que debe ser imaginativa y ágil y permitir que, sin desvincularse de su responsabilidad moral, legal y científica que la vincula con ese legado, propicie una mayor proximidad con la sociedad colombiana, con su científica y las comunidades étnicas que puedan estar todavía vinculadas con estos restos. Debemos saber que cualquier decisión tendrá un enorme alcance, por eso es fundamental hacerlo bien, por desusado que sea, y estar preparados para la enorme disrupción que ha de suponer proponer algo verdaderamente nuevo, como es necesario.

Finalmente, debemos advertir la singularidad de este caso y destacar enorme diferencia con otras polémicas, como el caso de los mármoles del Partenón consistente en la historia de un embajador de un reino poderoso, el británico, que prevaliéndose de su cargo consigue de un gobierno en dificultades, el imperial turco, le haga cesión personal de los símbolos históricos de uno de los pueblos sojuzgados, en concreto el legado histórico más importante de la comunidad griega. Estas increíbles esculturas servirían para que Elgin, uno de los mayores hedonistas de su tiempo, pagase sus inmensas deudas a sus más que hartos acreedores. Así llegaron al Museo Británico, estómago cultural de aquel imperio, los increíbles frisos. Un santuario para aquellos restos que removidos de la periferia del Imperio tuvieran la suerte de ser adquiridos por él. Otros muchos bienes no tuvieron la misma fortuna, víctimas del mercado o de la política como los templos birmanosen Pekin, por cierto arrasado por un hijo de Elgin, el expoliador del Parthenón. Los Quimbaya son un caso abierto, cultural y de cooperación, permaneciendo en la actualidad en una magnífica museización, en espera de iniciativas concretas y sostenibles, pero no es un caso de despojos y expolios coloniales. Esos enfoques, de viejo panfletismo más amarillo que el oro de los quimbaya, indican claramente la escasa comprensión de la historia de este legado y su sentido y alcance cultural en la unión, comprensión y progreso conjunto de los pueblos.

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