Javier Noriega el
Yo, amigo Scott, llamo oro del porvenir al hierro,Â
desde que la industria moderna y las artes útilesÂ
lo emplean en todo aquello que nos es útil en la vida.
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DÃaz y Pérez, Baños de Baños (Viajes por mi patria)
La construcción de la torre
Eiffel despertó el orgullo de las naciones. De una manera poderosa, aquella torre, dejarÃa una imagen para el resto del mundo que perdurarÃa durante siglos.  Ante esto, ante el resurgir de la nueva era industrial. Cada paÃs y con ellos sus mejores talentos, sueñan con realizar los mejores proyectos de los que son capaces de imaginar. Y que mejor manera que presentar a los
 nuevos materiales arquitectónicos y los nuevos sueños, que en las Exposiciones Universales. Exposiciones que organizaban los distintos estados para mostrar los avances de la ciencia y la técnica en el orbe mundial. Un orbe que aún se tarda “80 dÃas en dar la vuelta al mundo” y que despunta de un apasionante siglo XIX aventurero y descubridor. En ParÃs las fuentes wallace y las columnas Morris.  El estilo art nouveau, en las bocas del metro conÂ
Hector Guimard. La aceptación social del hierro se desarrollaba con  extraordinario éxito. La arquitectura y el cristal sus protagonistas. A partir de la construcción de los espectaculares invernaderos de Chatsworth, laÂ
Palm House delÂ
Real JardÃn Botánico de Kew y sobre todo, elÂ
Crystal Palace deÂ
Joseph Paxton ; se dejaba claro que nacÃa una nueva forma arquitectónica. El hierro y toda su plástica nos ofrece todo un romance cientÃfico muy al estilo del  XIX. Un siglo aventurero y  de explorador. Y de hierro. Mucho hierro, que en esto de la mar ya aparece reflejado claramente con un autor que en el futuro se convertirá en mito. Julio Verne. La fantasÃa de la nave Nautilus, adelantarÃa sin lugar a dudas lo que en un futuro serÃa una realidad. El submarino. Por supuesto, como no, de hierro.
De esta forma las exposiciones Universales ofrecen los mejores exponentes de la arquitectura a nivel mundial. Para albergar las máquinas y los nuevos inventos se requerÃan pabellones de grandes dimensiones. Y con estos fines, cuando América del Norte propuso un concurso para la construcción de una torre que se erigió en la Exposición Universal de 1892 de Chicago,. Y allÃ, ahà que tuvimos a un arquitecto español en su vida diaria, aunque nacido en un pequeño pueblo francés linde con el paÃs vasco. El Sr. Alberto de Palacio, tenÃa claro en su mente un monumento universal que podrÃa competir nada más y nada menos que con la torre Eiffel. TenÃa que reflejar la imagen de las Américas. Con esta temática, enseguida se iluminó la mente de Palacio. TenÃa claro que podrÃa representar a la imagen de las Américas y de España. La mar era el camino. De hecho fue el camino durante mucho tiempo, tal y como querÃa recordar.
Y asÃ,  América del Norte propone la construcción de una torre de hierro que será más grande y colosal que la de ParÃs. El desafÃo apareció en la edición de octubre de 1890, en la revista Scientific American. Alberto Palacio mostraba al mundo en aquella publicación la impresionante representación artÃstica de un  monumento impresionante y gigantesco en honor de, nada más y nada menos , que  Cristobal Colón. El descubridor de América.  Aquel fue el tema elegido. Posiblemente uno de los temas más recurrentes de la historia de la humanidad. Un tema que  escenificaba una era de los descubrimientos. La misma cuestión que se abrÃa ante los albores de Palacio. Esos albores de un siglo XX que surgÃan como una puerta abierta a los descubrimientos  Y era la mar, el sueño que se pretendÃa forjar en hierro de cara a la posteridad. La estructura estaba pensada y diseñada para la feria 1893 de mundo de Chicago. Y se planificó un evento para celebrar el 400 aniversario de la llegada de Colón al Nuevo Mundo en 1492. Recordar el papel de Colón era profundizar, para impulsarse en el futuro como nación. El diseño de Palacio era impresionante. 1000 pies de diámetro de una esfera en cuyo interior se podÃan reproducir a modo de un cine, las imágenes panorámicas que fueran necesarias. El cine era también un arte que en esa época, se vislumbraba como quimera. Junto aquellas paredes visionarias, enormes salas para realizar espectáculos públicos. En el diseño de Palacio habÃa de todo. El proyecto impresiona al recorrer su planimetrÃa con la imaginación. La esfera en su diseño exterior impactarÃa desde bien lejos. Tal como hace la torre Eiffel desde la plaza Trocadero. Una escalera en espiral circunvalar  llegarÃa finalmente el polo norte, donde se encuentra una copia enorme de uno de los barcos carabela de Colón, cuyo casco en su interior albergarÃa,  nada más y nada menos que un observatorio meteorológico. Aquello era sin lugar a dudas, pensar en grande.
Por la noche, las formas de los continentes estarÃan iluminados por un gran número de luces procedentes de los focos desde la base. En la rotonda central, Palacios colocarÃa una estatua gigantesca del gran descubridor rodeado por los navegantes, aventureros y misioneros que fueron los actores principales del descubrimiento de las Américas. En el semicÃrculo alrededor de este Olimpo de los héroes, encerrando el anfiteatro, nos encontrarÃamos con escenarios alegóricos que representarÃan a todas las naciones hispanas. En el resto de espacios de la base, una gran biblioteca Colombina, compartirÃa espacio con un auditorio para el cultivo de las ciencias naturales. Un museos de zoologÃa, mineralogÃa y botánica de América, asà como con habitaciones para la Sociedad Geográfica Española también tenÃan cabida. El eje de la esfera serÃa compartido por un gran museo naval. Aún eran épocas en las que los museos de la mar tenÃan mucho que enseñar al mundo. Máxime desde las naves hispanas que descubrieron el mundo. Sin barcos. Sin marinos y exploradores aquella historia nunca se podrÃa haber contado. La parte interior de la esfera reproducirÃa la bóveda celeste en el momento del desembarco de Colón en las Américas. Una fotografÃa. Una instantánea. Un momento histórico.
Los planos magistrales sobre la esfera de Colón compartÃan proyectos con otros de sus impresionantes reclamos.  ¿Pero quien era Alberto Palacio?. ¿Quien era aquel Español que maravilló con su nuevo proyecto ante el mundo.? Aquella mole inmensa de hierro, con museos, bibliotecas, esculturas, ¿era una quimera?.  ¿PodrÃa llevare a cabo?. A tenor de la ambiciosa idea,  eran lógicas aquellas preguntas que  podrÃan producirse ante aquella metáfora y poema de hierro. Pues bien. ¿Conocen la estación de Atocha?. El señor Palacio fue su autor. Además de un soñador, fue ante todo un arquitecto contrastado. Aún a dÃa de hoy la estación madrileña aguanta perfectamente el paso del tiempo y de sus ajetreados transeuntes. Es curioso observar como su ingenio fue polifacético, llevándole a imaginar desde proyectos de navegación aérea, motores a reacción de aire comprimido, ingenios de lucha antisubmarina, asà como el aprovechamiento de la energÃa solar y eólica. Que si los flujos de mareas. Que si estaciones. Que si monumentos.
También participó en la construcción del Palacio de Cristal del Parque del Retiro, inspirado en el Crystal Palace de Londres, en colaboración con Ricardo Velázquez Bosco. Este edificio destinado a sala de exposiciones es etéreo y eterno, como bien saben ya muchos españoles. Junto al Palacio de cristal, la consabida estación de Atocha. En colaboración con el ingeniero Saint-James, y a pesar de su juventud, 32 años, serÃa uno de los trabajos por los que serÃa más conocido el ingeniero español. Cuando ya rondaba por su mente aquel sueño, junto con su hermano, el también ingeniero Silvestre de Palacio y el especialista en puentes Ferdinand Arnodin, delineaba otro de sus proyectos más importantes; el puente transbordador de Portugalete. Conocido como el puente de Vizcaya o Puente Colgante. Es difÃcil no conocer dicha estructura. El afamado Arquitecto Sir Norman Foster en 1988 declaró su admiración cuando conoció esta ciudad, diciendo algo muy simple. “Aquello era una obra de ingenierÃa que transciende al tiempo”. Con este curriculum, todo era posible. Alumno aventajado de Eiffel, era la época en la que se aplicaba el hierro para la construcción y él lo utilizó para crear obras de ingenierÃa y de arte a la vez.
Toda esta gran mole de acero, de miles de toneladas de peso se sustentarÃa sobre una sólida cimentación de hormigón armado con gruesas barras de acero, todo para evitar el vuelco y poder contrarrestar las fuertes presiones del aire. HabrÃa costado Unos $ 6 millones de dólares del momento,  probablemente algo cerca de $ 7 mil millones en dinero de hoy. La Torre Eiffel, en sus pliegos técnicos, que ya existÃan por aquel entonces , especificó por acta oficial el coste estimado de construcción. n total debÃan ser de 6,5 millones de francos pagados en ese momento. Y al igual que el Monumento a Colón, en sus inicios, la torre Eiffel supuso ser un  tema de controversia, de café y portadas de periódicos para muchos parisinos.  Su tamaño excepcional y su silueta inmediatamente reconocible hicieron de la torre un emblema de ParÃs. Construida en dos años, dos meses y cinco dÃas (de 1887 a 1889) por 250 obreros, se inaugura oficialmente elÂ
31 de marzo deÂ
1889. Sus 300 metros de altura le permitieron llevar el tÃtulo de «la estructura más alta del mundo» hasta la construcción enÂ
1930Â delÂ
Edificio Chrysler, en Nueva York Entre medias se quedó el proyecto de Alberto Palacio, quien sabe como se hubiese erigido. El proyecto del Español ganó el primer premio. A pesar de eso, nunca llegó a construirse en Chicago. Ni en América.  Se quedó en un proyecto de proporciones excesivamente utópicas que señalaba lo que el hombre era capaz de imaginar. El defendÃa que si era posible construirse y de hecho lo volvió a intentar de manera denodada en el parque del retiro en Madrid. Pero la historia en ocasiones es demasiado terca. La decadencia, en forma de diferentes crisis del paÃs, aplastó su metáfora del descubrimiento. Curiosamente, esa misma decadencia se reflejaba en las continuas pérdidas de las colonias de ultramar. Con la pérdida de aquel sabor a mar y salitre. A maderas del trópico. A los puertos de la
Habana, Cavite o Veracruz, precisamente se iba alejando cada vez más y más, el recuerdo de su descubrimiento. El de Colón y tantos exploradores.  Todo aquello que fue la imagen de una España pérdida, que paradójicamente Palacio pretendÃa recordar mediante la colosal construcción de aquella esfera. Que loe vamos hacer, son los ciclos de la historia. De un paÃs cuyos genios intentaban volver  la vista a la  Ma. Pero que su paÃs, con los ministros de guerra, marina y demás personajes que hundieron recientemente a Peral, a su submarino y todo lo que levantase la cabeza dos palmos sobre el mar y fuese competitivo. Señal inequÃvoca de esas pretensiones que eran las de mirarse el ombligo del terruño. Hacia el interior. Nada de mar. Eso era propio de poetas,  soñadores y descubridores. El siglo XX tocaba darle la espalda al mar. Y asà nos fue. Asà nos va. Hasta la fecha.
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