Óscar González el 14 feb, 2014 Esta semana impartí una nueva sesión en la Escuela de Padres con talento del Colegio Ciudad del Mar de Torrevieja (Alicante). Una de las actividades previas de la misma consistió en elaborar una descripción amplia y detallada de cómo son nuestros hijos. Antes de realizarla les expliqué a las familias que normalmente hacemos una descripción “parcial” de nuestros hijos y solemos afirmar cosas como: “es celoso”, “es movido”, “es traviesa”, “es celoso”, etc. No nos damos cuenta pero de manera inconsciente en lugar de elaborar una descripción terminamos resumiéndolo todo en una sola palabra, es decir, le asignamos una etiqueta (tal y como ya comenté en una entrada anterior). Si queremos realizar una descripción de cómo son nuestros hijos debemos hacerlo de una forma más amplia y detallada, teniendo en cuenta muchos más aspectos de las características de nuestros hijos. Por este motivo se me ocurrió que podría ser una buena idea compartir con las familias el cuento “El elefante encadenado” de Jorge Bucay. Un cuento que explica muy bien cuáles son las consecuencias limitadoras de asignar etiquetas a nuestros hijos y de qué forma les limitamos también con nuestras expectativas y creencias sobre ellos. Comparto aquí el cuento íntegro para que puedas leerlo y reflexionar sobre el tema: “Cuando yo era chico me encantaban los circos y lo que mas me gustaba de los circos eran los animales. También a mí, como a otros, después me enteré que me llamaba la atención el elefante. Durante la función la enorme bestia hacia despliegue de su peso tamaño y fuerza descomunal…pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente : ¿ Qué lo mantiene entonces ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia : Si está amaestrado ¿Por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca…y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta : EL ELEFANTE DEL CIRCO NO ESCAPA PORQUE HA ESTADO ATADO A UNA ESTACA PARECIDA DESDE QUE ERA MUY, MUY PEQUEÑO. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar y también al otro y al que le seguía….Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree – pobre – que NO PUEDE. El tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás…jamás….intentó poner a prueba su fuerza otra vez. Vivimos creyendo que un montón de cosas “no podemos” simplemente porque alguna vez, antes, cuando éramos chiquitos, alguna vez probamos y no pudimos. Hicimos entonces, lo del elefante : grabamos en nuestro recuerdo: NO PUEDO….NO PUEDO Y NUNCA PODRE. Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. Cuando mucho, de vez en cuando sentimos los grilletes, hacemos sonar las cadenas o miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma : ” NO PUEDO Y NUNCA PODRE ” Vivimos condicionados por el recuerdo de otros, que ya no somos y no pudieron. Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…..TODO TU CORAZON”. Jamás debemos transmitir a nuestros hijos ese mensaje limitador: “no puedes y nunca podrás”. No les pongamos etiquetas que limiten su crecimiento: “eres malo”, “eres tonto”, etc. Al contrario, debemos ofrecerle ejemplos de superación y transmitirle un mensaje positivo: “puedes y tienes la capacidad para hacerlo”. De esta forma conseguiremos que superen las barreras que los paralizan y les abriremos un mundo de posibilidades… Pero no basta con ofrecerle buenas palabras, además debemos educarles en el esfuerzo. Tal es el objetivo de la EDUCACIÓN en mayúsculas. ¿Te animas a ponerte en marcha? Otros temas Comentarios Óscar González el 14 feb, 2014