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Blogs El talón de América por Carmen de Carlos

Ypf, más que palabras

Carmen de Carlos el

Los españoles no sentimos por Gibraltar y Repsol lo mismo que los argentinos por Las Malvinas e Ypf. Las mentalidades, la sensibilidad y las culturas, pese al parentesco inevitable, son distintas. Nosotros no cantamos el himno nacional en los colegios y para asombro de los argentinos, seguimos sin dotarlo de una letra oficial. Cuando suenan los acordes nos ponemos de pie o, los más inquietos, acompañamos con leves movimientos de cabeza. Ellos, desde pequeñitos, se lo conocen al dedillo. Aprovechan cualquier excusa para sacar pecho y cantar. En la ópera, los actos políticos, partidos de fútbol, jockey o en cualquier otra ocasión en la que haya muchos argentinos juntos empiezan o terminan cantando su himno. Con la bandera pasa algo parecido. Todo argentino tiene una o más en su casa. Yo, la verdad, no tengo ni tuve ninguna. Y como yo, posiblemente, haya millones de españoles que no lo son menos por no tener en propiedad la insignia nacional. Quizás, el Mundial 2010 modificó algo ese escenario. Todo esto viene a cuento de Ypf, porque Las Malvinas ya es cosa sabida y el 30 aniversario pasado.

La incautación de hecho, e inminente expropiación de la petrolera en el Congreso argentino, ha mostrado la cara más odiosa del nacionalismo. También los rencores ocultos y la falta de responsabilidad de un Gobierno que no tiene escrúpulos para manipular las fibras más sensibles de su población. Y, en ese batalla, ofrecer una imagen de España y de sus inversores similar a la de una panda de ladrones con afanes colonizadores. Me refiero, sin duda, al Ejecutivo que preside Cristina Fernández de Kirchner, cuyos orígenes españoles son tan claros como su apellido de soltera. Las alusiones maliciosas al Rey de la Jefa del Estado y en especial la identificación de la curva de inversiones de Ypf con la trompa de un elefante son un botón de muestra. El traje completo de la España que cabalga sobre tierras americanas como Atila, lo terminó de confeccionar Axel Kicillof, viceministro de Economía, autor intelectual, sino material, del texto de expropiación y su vice interventor. El economista y, actual favorito de la presidenta, sembró una eterna intervención, -más de dos horas-, de expresiones y términos que incluyeron hasta “el oro y la colonia”. Habló de “rapiña”, “saqueo”, “payasos”, “estúpidos” y recordó, con voz enérgica, que a España Europa la incluyó en el grupo de los “Pigs” (Portugal, Irlanda, Grecia y Spain por sus siglas en inglés). “¡Cerdos!”, clamó Kicillof para, en un falso lamento, exigir “dignidad” a los españoles.

La siembra de Fernández de Kirchner y de Kicillof, con el abono burlón, soez, falaz y de enorme desprecio, tiene su cosecha en los medios de comunicación y programas de televisión y de radio que hacen de su militancia en el kirchnerismo un acto ciego de fe. Su traducción, en parte de la población, se refleja en escenas como la vivida por el corresponsal de TVE. A José Carlos Gallardo, mientras grababa su crónica frente a la Casa Rosada le llamaron, menos bonito, de todo. El encono también se plasmó en las pintadas de Buenos Aires de La Cámpora, esa organización bulliciosa que, poco a poco, va tomando el poder en todos los rincones donde el clín, clín, clín del dinero les suena a himno nacional. Es cierto que en España ha habido portadas de periódicos y comentarios de tertulianos que hacen sonrojar al español más español de todos pero todavía estoy esperando una palabra injuriosa de un miembro del Gobierno contra los argentinos o contra cualquier persona que esté en su Gobierno. Es más, el cuadro del ministro de Industria, José Manuel Soria, recordando que su homólogo argentino, Julio De Vido y Axel Kicillof, habían incumplido los acuerdos verbales de hace un mes largo, adoptados en Buenos Aires y su cara de estupefacción junto al anuncio de que habría “consecuencias” por la expropiación, eran de una candidez conmovedora. Resulta impropio, además de peligroso, que Cristina Fernández de Kirchner, jefa del Estado y Axel Kicillof eligieran recorrer un camino que suele ser  dominio de insensatos, irresponsables o humoristas. Produce enorme tristeza comprobar, una vez más, que la frontera del respeto y la moderación –al margen de la expropiación en sí- es inexistente entre los que tienen el poder. La política, cuando hay un botín por medio –a veces aunque no lo haya- resulta repugnante. Dicho esto, me tiro a la calle Sarmiento a comprar mi bandera. Las hay de todos los colores.

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