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Blogs El talón de América por Carmen de Carlos

La última resurrección de Maradona

Carmen de Carlos el

El chico que un día fue de oro se esfuerza en convertirse en cenizas. Diego Armando Maradona se muere todos los días un poco aunque unos más que otros. Se muere de las drogas, de atracones de alcohol y de borracheras de vanidad. El melenas de pantaloncillo apretado en los años 80 se ha convertido en un fenómeno místico. Hoy es un hombre que se muere de vicio y resucita, agotado, como una máquina de fabricar dinero. Una noche lo entierran con el corazón partido y otro día con los pulmones rotos. Mal de amores y de salud, buscó la cura en el paraíso de los mil y un viñedos argentinos. El hígado y la cabeza se pudrieron como una pasa pero la otra madrugada recuperó el color.
Hoy le ayudan las pastillas, reconoce. Con ellas en la lengua, su nueva novia, Verónica Ojeda, a la chepa y un enfermero de la mano, comienza una carrera nueva. Es decir, el mismo recorrido viejo. Apunta directo a un estudio de televisión. Va a poner la cara hinchada, a abrir el pecho y, a la salida, a pasar la mano por el cepillo, esto es, la caja registradora. Repite su historia. Dice: No me lo creí nunca. Se refiere a eso de que era la reencarnación de Dios en el siglo XX y XXI. Jura que esa carta no la juego. El resto de la baraja de adulaciones las compra todas. Plata le sobra porque él la recoge, se la guisa, se la come, se la bebe o la esnifa. Después se vuelve a morir un poco y en el camino, de disgustos, deja vivos en los huesos. A la familia que conoce y reconoce, me reprochan muchas cosas pero las dos [Dalma y Yanina] me quieren, me quieren, me quieren tanto que si salgo [de ésta] me vuelven a querer. Pero ahora, recuerda el antiguo guión, Yo quiero que me quieran como un padre serio. Hoy quiero ser un ejemplo para mis hijos. Se olvida y cuando lo recuerda lo repudia, del heredero que tiene en Italia y de otros que se quedan en la sombra estrecha de un padre que bucea, según sus propias palabras, en un pozo ciego. Pero del estiércol saca billetes verdes con la cara George Washington o euros de la Europa que cavó su primera tumba tóxica.
Ya ha empezado a facturar -por contar lo de siempre- en entrevistas, por dar el show-ball en otros platós del mundo, en la calle y en la prensa que cotiza a su antojo. Se sigue creyendo el mejor. Me siento y soy un líder, garantiza. A veces tiene un rayo de lucidez o modestia, como el del último lunes en el programa de la TV argentina, Bailando por un sueño: Si no hubiera tomado cocaína qué jugador habría sido.
Diego, a secas y en seco, habla y hasta en la Casa Rosada le escuchan. Me dijeron que salió del Gobierno para zafar. ¿Para zafar de qué? Si no le hecho nada a Kirchner. Le respeto y a Anibal Fernández [ministro del Interior] pero por los demás no pongo la mano en el fuego. Quemado por la última noticia que le daba, otra vez, por muerto, busca al mensajero en la Administración y en sus pesquisas pinta, sin temblor en el pulso, el cuadro negro de los que mandan. El que sea que de la cara. Estoy desafiando al Gobierno. Si fue Kirchner a Kirchner. Desafío a todos aunque no creo que fuera él porque tiene demasiados quilombos [movidas].
Maradona ha vuelto al ruedo pero los toros están prohibidos en Argentina y, a los 46 años, tampoco tiene la edad de Cristo para hacer milagros. Por mucho que su gente le siga alabando como si fuera el Señor.
(Inaugurar este blog sin hablar de él sí sería un pecado)

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