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Blogs El talón de América por Carmen de Carlos

No son argentinos, son españoles “Indignados”

Carmen de Carlos el

Se llaman “Indignados”. En el mundo, en Buenos Aires y hasta la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, les compara con los argentinos que, a golpe de cacerola, gritaban “que se vayan todos” en el año 2001. Pero, entre ambos movimientos, hay un gran abismo. Las diferencias lo son de forma y de fondo. La brecha que los separa empieza en un país desarrollado y no es comparable a otro que, pese a todo, aún no ha recorrido ese camino que conduce, con todos sus vaivenes,  al hoy maltrecho estado de bienestar.

Los miles de españoles que acampan en Sol y en otras plazas del país lo hacen las 24 horas en total tranquilidad. El ambiente resulta, a la vista de las imágenes, festivo. Se reparten “bocatas”, refrescos y cervezas. Hay tenderetes para evitar el sol, partidas de cartas, teatrillos, tertulias, charangas y hasta un coro de mineros. No tienen bandera partidaria pero comparten el descontento de un país que parece haber abandonado a su juventud y es incapaz de ofrecer trabajo al 20 por ciento de su población.

Ellos y los afectados por la crisis, tienen techo pero a duras penas pueden pagar sus hipotecas. Han tenido que cambiar a sus hijos de colegios privados a concertados o públicos, dejar de salir a cenar por capricho y someterse a otro de tipo de privaciones a las que no estaban acostumbrados. En definitiva, han tenido que ajustarse el cinturón varios agujeros a la derecha.

Para buena parte de los españoles el futuro se torna gris y el presente se ha convertido en una cuestión de dependencia del Estado o de sus familias. La televisión argentina difunde la imagen de una joven en Sol que protesta por su situación: Tengo una carrera y hablo varios idiomas pero no puedo independizarme, tengo que seguir viviendo en la casa de mis padres. Ese es su drama y hace bien en quejarse.

El “mayo español” es un movimiento de protesta del primer mundo. Lo que pasó en Argentina en el 2001 fue un grito desesperado de hambre, injusticia y tragedia. Los argentinos que fueron en avalancha a la Plaza de Mayo en diciembre del 2001 lo hicieron para echar al por entonces presidente Fernando de la Rúa. Aquellos argentinos vivían la peor crisis de su historia. No podían sacar libremente el dinero del banco porque el Gobierno lo había prohibido. La pobreza escalaba hasta superar con creces el 40 por ciento de la población. Los porteños de Buenos Aires cruzaban a Uruguay con sus ahorros ocultos en la mochila para ponerlos a salvo. Otros, los escondía en el dobladillo de las cortinas o bajo el colchón.

El peso, la moneda nacional, era papel mojado pese a que el Gobierno insistía en su paridad con el dólar. El país estaba inundado de monedas provinciales y el cambio en negro iba camino de duplicar el oficial. Los saqueos a los supermercados se convirtieron durante varios días en el pan nuestro de cada día. La televisión ofrecía imágenes de los asaltos. Un camión que transportaba ganado volcó. Los habitantes de los barrios de chabolas sacrificaron en la cuneta a los animales y se llevaron los trozos fruto de la descuartización. Las fotos de los niños de Tucuman que morían por inanición dieron la vuelta al mundo que dudaba si se trataba de Argentina o de África. En España esto, no se ha visto.

En la plaza de mayo de diciembre del 2001 la Policía dispersó a sangre y fuego a los manifestantes. De La Rúa abandonó el Gobierno humillado y pasó a la historia con el saldo de una crisis sin precedentes y el de casi cuarenta muertos. Los argentinos de entonces lloraban por las esquinas, hacían colas kilométricas en los Consulados de España e Italia para huir de la miseria. No sabían entonces y aún lo desconocen hoy, que es un seguro de desempleo digno, una Sanidad pública en condiciones, una educación donde, al menos, se garantice calefacción en todas las escuelas. Esto, en España, sí existe.

Cristina Fernández de Kirchner, también tuvo su ración de cacerolas públicas pocos meses después de llegar a la Presidencia. El Gobierno lo resolvió rápido, mandó a sus piqueteros y a matones como Luis D´Elía y Guillermo Moreno a silenciarlas. Ayer, en alusión a la “spanish revolution”, la presidenta dijo: Lo que están pidiendo estos jóvenes es tener esperanza y construcción de futuro que es lo que hemos hecho y estamos haciendo aquí en estos años felices (sic…) Reclaman lo que nosotros ya hemos hecho.”

Pues no, ni reclaman lo mismo ni lo que sucede hoy en España es igual a lo que pasó en Argentina en el 2001. No lo fue antes ni, por muy feliz que se sienta ella, lo es ahora.

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