Lula, el gran fumador
El ex presidente de Brasil, fumador habitual de puritos Café Cream, tiene un paladar refinado para saborear una buena cerveza, un vaso de whiskie etiqueta negra o una copa de cachasa, el orujo por excelencia de su tierra. La combinación de estos hábitos se traduce en mayor posibilidades de que la lotería del cáncer, cualquier cáncer, asome en el organismo. En su caso, a los 66 años, le ha atacado donde más duele, la voz. El don de la palabra es una de las virtudes más valoradas de un hombre dicharachero que gusta de abrir tertulias y pronunciar discursos sin un papel en la mano.
Fernando Lugo, la vacuna del cáncer.
En agosto del 2010 el presidente de Paraguay fue diagnosticado con un linfoma no Hodgkin. Se trata de una modalidad de cáncer en el sistema linfático. Recibió seis sesiones de quimioterapia. Cuatro meses más tarde los médicos daban por terminado el tratamiento. El paciente, de 60 años, no ocultó nunca la enfermedad. Una vez recuperado, anunció: “Les puedo asegurar que ese mal está totalmente superado”. Como parte del tratamiento el ex obispo Lugo explicó que recibió “una vacuna” que debe renovar, con la misma dosis, cada dos meses durante los próximos dos años.
José “Pepe” Mujica, secuelas de un guerrillero.
El presidente de Uruguay, de 76 años, arrastra severas secuelas de sus tiempos de guerrillero y preso de la dictadura. Recibió seis balazos. En total, pasó quince años de su vida en calabozos. Sometido a tremendos suplicios, logró sobrevivir veinticuatro meses en un pozo. Su salud es delicada, padece “una enfermedad autoinmune”, confirmada por su esposa, la senadora Lucía Topolansky, el año pasado. El doctor Grille le atribuyó “vasculitis sistémica primaria”, una patología que afecta a las arterias. Problemas de tensión y otros achaques le condicionan con más frecuencia de la que desearía su agenda oficial.
Dilma Rousseuf, fuerza de mujer.
La presidenta de Brasil, de 63 años, se enteró de que padecía un cáncer en el sistema linfático después de que Lula la eligiera como su sucesora en el Gobierno. En el 2009 se sometió a una batería de sesiones de quimioterapia en el Hospital Sirio-Libanés de Sao Paulo. Como consecuencia de la misma perdió el pelo y tuvo que utilizar una peluca que mantuvo hasta entrada la campaña electoral. Se somete a revisiones periódicas semestralmente. “La cuestión del cáncer está resuelta si se consigue detectar a tiempo”, declaró satisfecha tras el tratamiento.
Hugo Chávez, en la batalla.
El mundo sabe que tiene cáncer pero nadie conoce con certeza qué tipo. Chávez, de 57 años, fue intervenido quirúrgicamente en La Habana el pasado junio. Inicialmente se hablaba de un abceso pélvico que después se transformó en tumor. Tras media docena de sesiones de quimioterapia el “bolivariano” se declaró públicamente “curado” y preparado para ponerse la frente de la campaña electoral en el 2012. “Cada día -declaró recientemente- estoy más fuerte. Allá los que quieren que yo me muera y andan diciendo que me hospitalizaron, que estoy paralizado y no puedo ni hablar”.
Fidel Castro, el incombustible.
En el 2006 Fidel Castro le entregó el poder a su hermano Raúl. El dictador cubano no estaba en condiciones de atender el frente de la salud y del Gobierno. Los rumores de cáncer se extendieron por el planeta. “El comandante” padecía lo indecible y el origen de sus males se localizaba en los intestinos o cerca de ellos. Ha sufrido varias intervenciones quirúrgicas y su aspecto, a día de hoy, es el de un anciano flacucho de barba rala. El secretismo sobre sus males se mantiene pero el oncólogo español, José Luis García Sabrido, finalmente el que le salvó la vida, declaró que castro nunca tuvo cáncer. El misterio continúa.