A estas alturas de la campaña electoral, parece claro que Rubalcaba no obtendrá un resultado suficiente ni para ser candidato a Secretario General que era lo que pretendía cuando dio el codazo a Carme Chacón, chantajeó a Zapatero e impuso la eliminación de las primarias.
Lo que va a evidenciar, sobre todo, que Rubalcaba era, es, un bluff, un político supuestamente brillante que cometió el tremendo error de montar una campaña pretendiendo la desaparición de Zapatero, de los 7 años de Gobierno y de su papel en dicho Gobierno. Y sustituyendo al propio partido por su protagonismo absoluto. En la peregrina idea de que su capacidad personal sería suficiente, si no para dar la vuelta a la situación, sí para matizar una derrota catastrófica.
Y llevando con ello, y he aquí la esencia de su gran error, todo el peso del resultado sobre sus hombros. Una pifia incomprensible en un político al que se le atribuyó tanta inteligencia y astucia. Y que, después de décadas de experiencia política, ha demostrado, no sólo desconocimiento del papel del partido en un sistema político como el español, sino, además, una vanidad y un ego desatados con los que ha creído estar por encima de su propio partido.
No cuesta imaginar a Zapatero celebrando en secreto el rotundo fracaso de quien pretendía ser el gran salvador del PSOE. Si las encuestas se confirman, Zapatero trabajará desde la Secretaría General que aún tiene en sus manos para laminar cualquier pretensión de Rubalcaba en el próximo Congreso socialista y para hacerlo desaparecer, tal como Rubalcaba ha hecho con él en la campaña y en la precampaña.
Rubalcaba tiene mañana una última oportunidad de recuperar algo de su dignidad política en el debate con Rajoy. Para exhibir esa brillantez que él mismo y los suyos le atribuyeron cuando fue proclamado candidato a las elecciones. No podrá cambiar el resultado, pero sí salvar algún mueble de su prestigio personal. Veremos.
Rubalcaba
