Es fácil imaginar el efecto de los posavasos de Bibiana Aído sobre los puteros. Ninguno, por supuesto. Suponiendo que lleguen a verlos, ellos o cualquiera, porque cuesta creer que los bares accedan a servir copas sobre estos posavasos con los que, sin conocerte de nada, te llaman putero. Respete usted los derechos humanos y no vaya de putas, aviso irritante e incluso insultante para el que va simplemente de copas.
Sobre la cantidad de euros dilapidados en la infantil campaña, no habrá debate ni protesta alguna porque la prostitución, ya lo he escrito alguna vez, está rodeada de una tremenda hipocresía social. Como no se quiere reconocer que una buena parte es voluntaria, ni se legisla, ni se debate ni, sobre todo, se reconoce. Que es lo que debería hacer el Ministerio mientras se niegue a ver la realidad del fenómeno. Mantenerse al margen, callarse.
Ahorrar el dinero de esta absurda campaña que no sólo no tiene efecto alguno en los clientes sino que tampoco interesa a los supuestos esclavos. Antes de enviarles los posavasos, la ministra debería conocer la prostitución. Empezando por reconocer la prostitución masculina y la nueva clientela de las puteras, aunque ello destroce su teoría de la explotación de las mujeres. Después, reunirse con las prostitutas y los prostitutos, saber de su situación, valorar la explotación. En fin… saber de qué va esto. Y, después, si le parece tan inaceptable moralmente, o si prueba que no es voluntaria, prohibirla. Y si no, callar, tolerar y dejar de hacer el ridículo.
Prostitución