El miércoles por la noche, un ocurrente telespectador del programa de Carlos Cuesta en Veo7, La Vuelta al Mundo, nos envió un sms con un texto que rezaba “A partir de ahora, hablaremos de la Bono-loto y ejcétera, ejcétera”. Debatíamos en ese momento sobre el enorme incremento patrimonial del José Bono y la necesidad o no de una investigación.
El sms sintetiza probablemente la percepción de una buena parte de la opinión pública, es decir, la incredulidad ante las fantásticas ganancias obtenidas por los negocios de la familia Bono en los últimos años. Por eso sorprende en este caso que los líderes de opinión vayan por un lado tan distinto y que la mayoría manifieste, por el momento, fiarse de Bono. Y sorprende, no sólo porque el caso Bono presenta todos los ingredientes de los escándalos de corrupción de los últimos años, es decir, gran enriquecimiento, poder político y estrechas relaciones con varios constructores. También, por la diferente vara de medir aplicada a este caso y al que analizábamos justamente la semana anterior, el caso Bárcenas. No hay que olvidar que el escándalo Bárcenas comenzó con la publicación de sus propiedades.
Es posible que lo de Bono sea perfectamente legal. Al fin y al cabo, me encuentro entre la brevísima minoría que ha considerado razonables las explicaciones dadas por Bárcenas. Pero me sorprende que quienes no las han considerado así, la gran mayoría, piensen, sin embargo, que el gran incremento patrimonial de Bono, mucho mayor que el de Bárcenas, sí que parece totalmente lógico. Y que digan, además, que ni siquiera requiere una investigación.
A pesar de los múltiples datos llamativos de su caso. Empezando por el de la propia construcción de una hípica cuando era presidente de Castilla la Mancha, siguiendo por su enorme incremento patrimonial con datos sorprendentes como los de los elevadísimos ingresos de las tiendas de su mujer. A lo que hay que añadir otros datos de interés como la querella presentada por IU en anticorrupción por las obras de El Pocero en la hípica de Bono; ¿qué fue de ella? O, quizá lo más oscuro, la etapa de la hija de Bono, Ana Bono, como consejera y apoderada de Reyal Urbis, una inmobiliaria y constructora presidida por Rafael Santamaría quien ha conseguido importantes promociones en las principales ciudades de Castilla la Mancha por donde pasa el AVE.
Corrupción
