Se trata de una indulgencia española y del conjunto de la Europa occidental que contrasta brutalmente con el tratamiento del nazismo . A pesar de que los regímenes comunistas han asesinado a muchas más personas que el nazismo, o que el fascismo.
Esto no es nuevo, pero es conveniente recordarlo en la muerte de Santiago Carrillo. Ensalzado en todas partes por su contribución a la Transición democrática y olvidando en casi todas partes que nunca renunció o se arrepintió de su comunismo. Todo lo contrario. Lo reivindicó mientras vivió.
Dice hoy el editorial de El País que “más allá de las polémicas y responsabilidades durante la Guerra Civil, y de su participación intensa en las luchas intestinas en el PCE y en el seno del movimiento comunista internacional, Carrillo antepuso los intereses del conjunto de los españoles a los de su propio partido en un momento histórico ” (“El legado de Carrillo”) Es decir, que los crímenes de la Guerra Civil quedan reducidos a “polémicas”.
Pero no es eso lo peor en las alabanzas a Carrillo pues en la Guerra Civil hubo crímenes por parte de los dos bandos. El problema español con Carrillo o con cualquier líder comunista es que adolece de la crítica histórica del comunismo, de la asunción que el comunismo es y ha sido una ideología totalitaria que ha bañado en sangre el último siglo mundial. ¿Cómo es posible que hablemos de un líder comunista sin mencionar el pasado y presente negro que asumió y al que nunca renunció?
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