Juan Rosell, el presidente de la CEOE, tiene parte de razón cuando denuncia a los funcionarios prepotentes. Claro que hay funcionarios prepotentes. Pero de la misma manera que hay empresas privadas prepotentes y empleados de empresas privadas prepotentes. La diferencia no está entre el número de prepotentes en un sitio, el Estado, y en otro, la empresa privada. La diferencia está en la facilidad con la que se denuncia a los empleados del Estado y el silencio sobre la empresa privada y sus modos.
Un pequeño ejemplo, el de los servicios de atención al cliente de una buena parte de las grandes empresas españolas, las de telefonía, por ejemplo, o las compañías aéreas, o las empresas eléctricas. Tratar con los servicios de atención al cliente de esas empresas es algo parecido a lo que Forges retrataba con su habitual genialidad en la viñeta de más abajo.
Una amiga mía dice que algunos servicios de atención al cliente sirven para evaluar el estado de nuestra salud mental. Si puedes lidiar con ellos sin que te de un ataque de nervios, es que tienes una paciencia y un autocontrol a prueba de bombas. Para superar el reto, por ejemplo, de la viñeta de Glasbergen, la de los contestadores automáticos y su manera de tomar el pelo a los clientes.
¿Y qué decir de algunos servicios de atención al cliente in situ como los que tienen las compañías aéreas en los aeropuertos y en los que, cada vez que hay un problema, se forman tales colas, que, a cambio de perder un avión, te hacen perder también el siguiente?
Los ejemplos son interminables y, sobre todo, habituales. ¿No es eso también prepotencia? ¿No debería llevarlo Juan Rosell a las reuniones de la CEOE para que las empresas concernidas lo resuelvan?
Abusos
