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Blogs Cuentas conmigo por Yolanda Gómez

Verano sin sobresaltos económicos

Yolanda Gómez el

A diferencia de lo ocurrido en los años cruciales de la crisis de deuda, este mes de agosto se presenta tranquilo en el área económica o, al menos, eso parece. Lejos queda aquel verano de 2012 con España al borde del abismo: la banca recién rescatada, la prima de riesgo por encima de los 600 puntos básicos y un paquete de medidas recién aprobado que exigían fuertes sacrificios a los ciudadanos: subida del IVA desde el 1 de septiembre, supresión de una paga a los funcionarios, congelación de pensiones y un largo etcétera de impopulares medidas. Hoy, el Gobierno se va de vacaciones tras aprobar una rebaja de impuestos y con el coste de la deuda más bajo de la historia.

Con más de 4,4 millones de parados registrados en las listas del antiguo INEM no se puede hablar de triunfalismos, ni de superación de la crisis, pero sería de necios no reconocer los avances y ser conscientes de que la situación ha cambiado.

No solo los informes que llegan cada día a las redacciones de los periódicos hablan bien de la evolución de la economía española, frente a los catastróficos augurios de hace un año o dos, sino que incluso se refieren a una nueva Alemania. Algunos incluso recuerdan el milagro irlandés y el español que se produjo a finales de la década de los noventa y los primeros años del nuevo siglo, y hablan de una posible repetición.

Ojalá, las previsiones se cumplan, pero lo cierto es que el solo hecho de estar ahí ya tiene un efecto muy beneficioso sobre el ánimo de los ciudadanos y sobre el consumo y eso se nota. Las cifras de la demanda interna repuntan a un ritmo mucho mayor de lo previsto y eso no es porque haya mucha más gente trabajando o porque hayan subido los salarios, que no lo han hecho, sino porque hay más confianza.

Pero los riesgos persisten. El Banco Espirito Santo de Portugal ha dado un buen susto a la banca europea, y esperemos que los test de estrés que se harán en octubre no den muchos más. Y en casa el Gobierno no puede bajar la guardia. La cercanía electoral puede llevar a tomar medidas populistas que entorpezcan el proceso de reducción del déficit público. Y las tensiones independentistas de Cataluña tampoco hacen ningún bien a la economía española. Aunque en mi modesta opinión la corrupción reconocida por el clan de los Pujol puede abrir los ojos a más de uno y puede ser el mayor golpe contra el independentismo que se podía haber producido. El «España nos roba» pierde fuerza y se ha transformado en «nuestros dirigentes nacionalistas catalanes han estado treinta años robándonos». Está claro que por mucho que se empeñe el señor Mas, la confesión de Jordi Pujol debilita y mucho la posición de los nacionalistas, no ante el resto de España, sino ante los propios catalanes.

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