Una nueva serie, aún en proceso de rodaje, ha traído estos días a la actualidad a las Beguinas, una orden monástica femenina, muy controvertida, que surgió en Centroeuropa, concretamente en Lieja, en la Edad Media, entre los siglos XII y XIII. Lo más característico de aquellas monjas medievales era que no hacían voto de pobreza y cada una conservaba sus bienes. Otra cosa llamativa era que podían entrar y salir de la Orden a su albedrío. De hecho, fueron bastantes las que optaron por dejar la Orden en algún momento para casarse. Pero lo más extraordinario era que no aceptaban la tutela de la Iglesia e iban por libre. Tampoco tenían estructura jerárquica. Por supuesto, en cada beguinato, o convento, había una abadesa, pero era totalmente independiente de otros beguinatos que fueron surgiendo en numerosos países: Holanda, Francia, Italia, España, Polonia, Austria…
La Iglesia de la época no permitía que las mujeres se organizaran en Ordenes religiosas. De hecho, en el siglo XIII tuvo lugar el llamado Concilio de Viena, donde se condenaron sus prácticas sin paliativos. En Italia, por ejemplo, surgieron las Terciarias, una Orden que proponía una vía intermedia y hubo algún Papa menos justiciero que llegó a ofrecer el ‘perdón’ a las Beguinas que se incorporasen a la Orden de las Carmelitas. Curiosamente, muy pocas beguinas se acogieron a este perdón, si es que lo hizo alguna. La verdad es que se trataba de mujeres muy críticas con el clero y sus prácticas, así que no es de extrañar que, en el siglo XVII, tras siglos de persecución, muchas de estas monjas se alinearan con la Reforma protestante, hija también del descontento de una parte del clero europeo contra los usos y abusos del Vaticano. Incluso hubo una beguina muy famosa en su época, llamada Margarita Porete, que fue condenada a la hoguera por la Inquisición por escribir versos como éstos: “Teólogos y otros clérigos / no tendréis el entendimiento / por claro que sea vuestro ingenio / a no ser que procedáis humildemente / y que amor y fe juntas / os hagan superar la razón, / pues son ellas las damas de la casa.”
Paralelamente a este movimiento surgió también una Orden de monjes, los Begardos, que tenían una filosofía y principios casi idénticos a las Beguinas. Muchos se preguntarán cual era el propósito último de estas Órdenes. Desde luego, hacían muchas labores sociales, cuidaban enfermos, etc., pero yo creo que, sobre todo las Beguinas, compartían un extraordinario amor místico por la figura de Jesús, con el que se relacionaban sin la intermediación de la Iglesia. Hay quienes opinan que fueron fuente de inspiración para Santa Teresa de Jesús, aunque esta pusiera su Orden bajo el manto protector de la Iglesia. Por poner un ejemplo, voy a reproducir los versos que Hadewich de Amberes, una beguina mística, escribió en 1240: “Al noble amor / me he dado por completo, / pierda o gane, / todo es suyo en cualquier caso. / ¿Qué me ha sucedido que ya no estoy en mi? / Sorbió la sustancia mi mente / mas la naturaleza me asegura / que las penas del amor son un tesoro /”. ¿No te recuerdan estos versos a los que escribiera en su día Teresa de Jesús?
Curiosamente, un reciente encuentro casual en las Cuevas de Ayanta, en la India, con una monja budista tailandesa, a la que di en llamar Sor Tailandia por resultarme impronunciable su nombre espiritual, me llevó a rememorar la historia de las Beguinas. La renunciante me comentó que estaba poniendo en marcha un monasterio mixto de monjes y monjas budistas, algo, me aseguró, perfectamente posible por aquellos pagos, aunque extraordinariamente novedoso. A pesar de tener la cabeza rapada y estar totalmente envuelta en prendas naranja que delataban su explícita renuncia a las cosas mundanas, creía que una comunidad mixta aportaría equilibrio y fuerza a su vida espiritual. A diferencia del catolicismo, el budismo no es una religión férreamente jerarquizada, carece de dogmas y nadie es considerado ‘infalible’ en lo que se refiere a la interpretación de sus misterios ni tiene poder para otorgar o desautorizar nada. En cada país se ha desarrollado de una manera diferente y los monjes tiene perfecta libertad para serlo en comunidad o en solitario. Por alguna extraña asociación los novedosos planes de Sor Tailandia me llevaron a rememorar las dificultades de las Beguinas, unas monjas independientes, muy adelantadas a su tiempo, que tuvieron que vivir durante siglos presionadas, incomprendidas y vilipendiadas.
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