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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Tras las huellas de Shevchenko, en territorio cosaco

Tras las huellas de Shevchenko, en territorio cosaco
Francisco López-Seivane el

El tema de hoy tiene un nombre propio: Taras Shevchenko. Si, ya se que Shevchenko es  un nombre muy popular entre los amantes del balompié. Se trata un famoso futbolista internacional ucraniano que jugó hasta hace muy poco en equipos de primera línea de Italia e Inglaterra. Le conozco personalmente. Estuve con él en Kiev. Me dijo que anduvo metido en política sin mucha fortuna y ahora es asistente del seleccionador nacional de su país. Es un chico agradable, casado con una italiana, pero no tiene nada en común con el gran Taras Shevchenko, la mayor figura de la historia de Ucrania. No hay ciudad en aquel país que no tenga una estatua, una plaza, una universidad… dedicada al gran pintor y poeta de las letras ucranianas. Es el Cervantes o el Shakespeare de aquel país eslavo.

Andrei Shevchenko en su despacho en Kiev/ Foto: F. López-seivane
Parada militar ante el monumento a Taras Shevchenko en pleno centro de Lviv/ Foto: F. López-Seivane
Estatua de Shevchenko que preside el campus de la Universidad de Kiev/ Foto: F. López-Seivane

Siguiendo el consejo de Luis Resina, jefe del Departamento Euroasiático de Politours, decidí embarcarme en Kiev en un crucero por tierras cosacas. En una de las etapas, el Princesa del Dniéper me dejó en un paraje solitario de colinas boscosas, unos kilómetros aguas abajo de la ciudad de Kaniv. En lo alto de una de ellas se levanta el enorme monumento al poeta y pintor, exactamente en el lugar donde soñaba tener un día una casa. Desde lo alto, el río anchuroso rompe la monotonía verde del horizonte entre playas de fina arena. La estatua de Shevchenko, que domina el paisaje y desafía a los vientos, siempre tiene flores frescas que le traen los visitantes como si se tratara de un santo. Vivió en una época en la que Ucrania formaba parte del imperio ruso. Fue un intelectual rebelde que no sólo escribía en ucraniano, lo que ya era abiertamente contestatario entonces, sino que criticaba la tiranía que los zares ejercían sobre el pueblo. Naturalmente, fue encarcelado y deportado a la región de los Urales, pero eso no cambió un ápice sus ideas ni su actitud. Su imagen y algunos de sus manuscritos pueden contemplarse en viejas fotografías sepia que se exhiben en el modestísimo museo aledaño.

Autorretrato de Shevchenko exhibido en su museo.
Ejemplar de Kobzar, la colección de poemas de Shevchenko, editado en 1840.

Nació en 1814 en Morintsi, una pequeña localidad a orillas del río Dnipro, cerca de Cherkasi, donde la tierra negra es tan fértil que los alemanes se la llevaban en vagones a Alemania. Taras fue hijo de siervos y nieto de cosacos. Desde pequeño mostró mucho talento para la pintura, así que su amo le llevó a Vilnus y San Petersburgo para que cursara estudios. Eran tan grandes sus aptitudes que algunos artistas afamados decidieron reunir dinero para comprar su libertad -en aquellos tiempos era así-, cosa que consiguieron en 1838, cuando Taras tenía ya 24 años.

Un grupo de cosacos, como el abuelo de Shevchenko, muestra su destreza con el látigo/ Foto: F. López-Seivane
Los cosacos actuales aún recrean sus artes de guerra a lo largo del río Dniéper/ Foto: F. López-Seivane

Se dice que llegaron a pagar por él 2.500 rublos de la época, lo que era una verdadera fortuna. Tras destacar como pintor en San Petersburgo, decidió regresar a Ucrania, donde entró en contacto con la “Hermandad de los Santos Cirilo y Metodio”, una sociedad secreta político/religiosa que abogaba por amplias reformas en el seno del imperio ruso. Shevchenko y otros miembros de la Hermandad fueron detenidos. En el registro, la policía, encontró su poema El Sueño, en el que criticaba duramente al régimen zarista, por lo que fue deportado a la región de los Urales “bajo estricta vigilancia, y con prohibición de escribir y pintar”.

“Gitanas adivinadoras” es uno de los cuartos más conocidos de Taras Shevchenko.

Se las arregló, sin embargo, para terminar su famoso Testamento (Zapovit) en 1848, como intuyendo su temprana muerte a la edad de 47 años. Lo reproduzco en una traducción libre:

“Cuando muera, enterradme

En mi amada Ucrania,

Mi tumba sobre una colina,

Entre la ancha llanura.

Que los campos, la estepa infinita,

La profunda orilla del Dniéper

Mis ojos puedan ver, mis oídos escuchar

El poderosos rugir del río.

Cuando desde Ucrania el Dniéper lleve

Hasta el profundo mar azul

La sangre de los enemigos… entonces dejaré

Estas colinas y fértiles tierras.

Las dejaré todas atrás y volaré

A la morada de Dios

Para alabarle…, pero hasta ese día

Nada sabré de Él.

Oh, enterradme, y después levantaos

Y romped vuestras pesadas cadenas

Y lavad con la sangre de los tiranos

La libertad que habéis ganado.

Y en la gran nueva familia,

La familia de los libres,

Con suaves y amables palabras

Recordadme a mi también”

La Ucrania de Shevchenko era ciertamente muy distinta de la actual, independiente y democrática, pero el conflicto con los poderes rusos sigue vivo. Es un largo contencioso histórico que no tiene que ver tanto con la política actual como con los sentimientos secularmente heridos. Los zares, primero, y el estalinismo, después, dejaron una profunda y amarga huella en el subconsciente colectivo del pueblo ucraniano que se ha trasmitido de generación en generación y que reverdece con vehemencia cuando se sienten acosados por Rusia. No es fácil  entender lo que está pasando hoy en Ucrania sin conocer su historia.

Para dimes y diretes: seivane@seivane.net

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Francisco López-Seivane el

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