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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Un día con el único superviviente vivo del Auschwitz de Camboya

Un día con el único superviviente vivo del Auschwitz de Camboya
Francisco López-Seivane el

Pocos son los viajeros que, tras visitar los templos de Angkor, se animan a viajar a Phnom Penh, la capital de Camboya. Pero de los que lo hacen, todavía son menos los que se pasan por Tuol Sleng. Este extraño museo, también conocido como S-21, fue durante años la antesala de la muerte, una temible prisión en la que más de catorce mil personas fueron brutalmente torturadas antes de ser asesinadas inmisericordemente durante el régimen de Pol Pot. Sólo ocho de ellas lograron sobrevivir. Antes de la llegada de los jemeres rojos a Phnom Penh, en 1975, no era más que un moderno y agradable instituto de enseñanza media. Ahora es el Museo del Genocidio.

Un agradable instituto de Enseñanza media fue reconvertido por los Jemer en un lugar de horror y torturas/ Foto: F. López-Seivane
Hoy día se ha convertido en un museo del horror que los camboyanos visitan con reverencia/ Foto: F. López-Seivane

El lugar sigue teniendo una sorprendente apariencia de normalidad: tres edificios de tres plantas enmarcando la amplia pradera donde los estudiantes solían pasar sus horas de recreo. Pero los jemeres rojos lo convirtieron en un ámbito de horror y tortura. El primer edificio lo destinaron a los prisioneros de alto rango, militares de graduación o políticos en activo. Las aulas del segundo fueron divididas con precarias paredes de ladrillo en diminutas y desnudas celdas individuales de cuatro metros cuadrados, en las que los prisioneros permanecían todo el día sujetos por grilletes al suelo. Sólo salían para las diarias sesiones de tortura (‘interrogatorios’) que tenían lugar en el tercer edificio: descargas eléctricas, arrancamiento de uñas, ahogamiento en una bañera llena de aguas fecales, latigazos…

Unos chapuceros tabiques de ladrillo dividían las aulas en celdas individuales/ Foto: F. López-Seivane
No era una prisión, sino un centro de detención. En el segundo edificio una simple alambrada bastaba para disuadir a los prisioneros de intentar fugarse/ Foto: F. López-Seivane

Daba igual cual fuera el resultado de los interrogatorios Si un detenido hablaba o callaba, si se confesaba opositor o si mostraba simpatía por la causa de Pol Pot, era lo mismo. A los doce días todos indefectiblemente eran llevados en camiones a los Campos de Extermino de Choeung Ek, a las afueras de la ciudad, donde eran ejecutados y sus cuerpos enterrados en fosas comunes (Killing Fields fue el título original de la película Los gritos del silencio que relata aquellos hechos). Sólo ocho personas de las miles que pasaron por la S-21 lograron sobrevivir. Todos ellos tenían oficios (mecánicos, pintores, etc.) que los jemeres de Pol Pot encontraron útiles. Los demás, sin excepción, fueron liquidados sin juicio y sin motivo. Las razones las explica muy bien la frase que los prisioneros oían todos los días y a todas las horas de sus interrogadores: “Mantenerte vivo no nos supone ninguna ventaja, ni aniquilarle ninguna pérdida”

Este cuadro muestra como se realizaba el transporte en camiones hasta el lugar de la ejecución/ Foto: F. López-Seivane

Todos estos detalles y muchos más me los contó Chum Mey, uno de los supervivientes que quedaron con vida, y seguramente el único que aún respira, mientras me mostraba la celda que ocupó y me detallaba las torturas que le infligieron, algunas perfectamente visibles aún en su cuerpo, a pesar de los más de cuarenta años transcurridos. “Sólo nos daban un poco de agua y dos cucharaditas pequeñas de arroz al día. Vivíamos completamente aislados y sin ningún contacto entre nosotros. A mi, todos los días me ponían descargas eléctricas. Después, me iban arrancando con alicates las uñas de los pies, una a una. A veces, me colgaban de los pies y me bajaban con una polea hasta que la cabeza me quedaba totalmente sumergida en una bañera de aguas fecales. Era espantoso.”

Este es Chum Mey en la actualidad, quizá el último superviviente de aquella tragedia/ Foto: F. López-Seivane
Y esta es una página de la dramática biografía que ha escrito para dar a conocer al mundo el horror de aquellos días, que tanto recuerdan al Holocausto/ Foto: F. López-Seivane
Y estos son los Diez Mandamientos que debían observar los detenidos si no querían sufrir las más espantosas torturas. No los traduzco porque son tremendos/ Foto: F. López-Seivane

A sus casi noventa años, Chum dice sentir aún miedo. Cuatro de los guardias que le custodiaron y torturaron viven tranquilamente en Phnom Penh sin que nadie les pida cuentas. Pero él me asegura que no busca venganza, sólo quiere olvidar… Si se pasan por Phnom Penh, una ciudad, por lo demás, agradable y barata, no dejen de visitar este ‘museo’. Es altamente educativo y una muestra irrefutable de las zonas oscuras que esconde nuestra condición de humanos.

Para dimes y diretes: seivane@seivane.net

Escucha mis ‘Crónicas de un nómada’ en Radio 5 (RNE)

 

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