Emilio de Miguel Calabia el 09 nov, 2020 Dentro de tanta sordidez y de intereses espúreos, uno de los aciertos de Shilts son las historias humanas que incluye. Shilts no olvida que por debajo de los chalaneos políticos y científicos había seres humanos que estaban muriendo y viendo cómo amigos suyos morían. Hay varios personajes que se repiten varias veces en las páginas del libro y que Shilts retrata de manera muy vívida. El primero es el sobrecargo canadiense Gaetan Dugas, que figura en todas las historias sobre los inicios del sida en Norteamerica. Dugas era un hombre muy guapo, con un gran magnetismo, mucho carisma, mucha vitalidad y muchas ganas de comerse el mundo. “Era la broma acostumbrada. Gaetan Dugas entraba en un bar gay, observaba a la muchedumbre y anunciaba a sus amigos: “Soy la más guapa”. Normalmente, sus amigos tenían que estar de acuerdo; tenía razón.” Y más adelante, en una descripción que parecería pensada para un galán de cine: “El cabello color de arena le caía de manera adolescente sobre la frente. La boca se le curvaba con facilidad en una sonrisa atractiva y su risa podía inundar de color una habitación en blanco y negro. Compraba sus ropas en las tiendas más de moda de Paris y Londres. Se iba de vacaciones a México o a las playas del Caribe. Los americanos se volvían locos con su suave acento quebequés y su magnetismo sensual…” Dugas fue de los primeros homosexuales a los que se le detectó un sarcoma de kaposi, aunque para entonces los médicos no supiesen aún las implicaciones reales del síndrome. Dugas, vital y valiente, decidió que aquello no alteraría su vida y siguió viviendo como antes; o sea, follando un montón. Shilts especula que cuando Dugas se hizo consciente de lo que significaba el sida y que a él se lo había infectado otra persona, decidió que él haría lo mismo. Dice Shilts que comenzaron a correr rumores en el mundo de las saunas sobre un rubio encantador con acento francés que tenía relaciones sexuales en los cubículos oscuros de las saunas y al terminar encendía la luz, mostraba sus lesiones del kaposi y decía: “Tengo el cáncer homosexual. Voy a morir y tú también.” Eventualmente Dugas se volvió a Canadá, donde continuó con su conducta que sólo cabe calificar de predación y terrorismo sexual. Aun así, su encanto era tan enorme, que Shilts cuenta que en cierta ocasión, un hombre con el que había tenido una relación de una noche, le confrontó porque se había enterado de que Dugas tenía sida. Hablaron y Dugas le encandiló de tal manera que acabaron teniendo sexo. Finalmente, la enfermedad le golpearía con toda su fuerza y toda su vitalidad y su encanto no le servirían para nada. Murió en marzo de 1984 a los 31 años. El retrato de Dugas es lo que más se ha criticado del libro. Gente que conoció a Dugas dice que era un gran ser humano, atractivo y empático. Su comportamiento promiscuo puede que fuese excesivo, pero no era excepcional en los ambientes homosexuales norteamericanos. Leyendo en diagonal a Shilts, puede hasta dar la impresión de que acusa a Dugas de haber introducido el sida en EEUU. “Para cuando la investigación de Bill Darrow estuvo acabada, había establecido las relaciones sexuales entre 40 pacientes en diez ciudades. En el centro del diagrama estaba Gaetan Dugas, señalado en la carta como el paciente cero de la epidemia del grid. Su papel era realmente notable. Al menos 40 de los primeros 248 homosexuales diagnosticados con grid en EEUU a 12 de abril de 1982, o habían tenido sexo con Gaetan Dugas o lo habían tenido con alguien que lo había tenido.” Dugas, por cierto, no era el paciente cero, denominación que parecería indicar que fue el primero en tener sida en EEUU, sino el paciente o, en el que la “o” significaba “out of US”, o sea de fuera de EEUU. Fue por un error comprensible que posteriormente esa “o” acabó convertida en “0”. Hay un pequeño detalle del que Shilts no se da cuenta. Gaetan Dugas es un nombre muy peculiar y es mucho más fácil, cuando te preguntan la lista de tus amantes de los últimos tres años, acordarte del nombre de “Gaetan Dugas” que del de “John Smith”. Hay quien ha achacado ese cargar las tintas contra Dugas a una agenda particular de Shilts. Shilts quería desestigmatizar a la comunidad homosexual. No había nada específicamente homosexual en el virus. Lo que sí había eran comportamientos promiscuos e irresponsables que llevaban a su diseminación. El otro personaje notable del libro es el activista Larry Kramer. Larry Kramer era uno de esos activistas comprometidos con una idea y que no estaban dispuestos a componendas, ni medias tintas. Llamaba al pan, pan y al vino, vino, lo que es admirable. También tendía a adoptar ese tonillo de superioridad moral que suelen muchos activistas muy ideologizados, lo que es menos admirable. Larry Kramer era de esas personas que son necesarias para empujar las causas y para dar la voz de alerta, cuando la causa se está desviando de sus objetivos. Pero esas personas tienden a tocar tanto las pelotas, que al final los grupos que ellas mismas impulsaron, les dan la patada, porque uno puede aguantar sólo una cantidad moderada de superioridad moral. Kramer había alcanzado notoriedad,- aunque no sé si la notoriedad que buscaba-, con su obra “Maricas” (“Faggots”) muy crítica con algunos aspectos de la subcultura homosexual, especialmente con el hedonismo. Unas líneas de su novela darán una idea: “¿Por qué los maricas tienen que joder jodidamente tanto? Es como si no tuviéramos otra cosa que hacer… todo lo que hacemos es vivir en nuestro gueto, bailar, drogarnos y joder…(…) Estoy cansado de utilizar mi cuerpo como un objeto sin cara para atraer a otro objeto sin cara, ¡quiero amar a una Persona! Quiero salir y vivir en el mundo con esa Persona, una Persona que me ame, no deberíamos tener que ser fieles, deberíamos querer ser fieles. …” Un párrafo impresionante, pero no el tipo de párrafo que ayuda a hacer amigos. Larry Kramer fue uno de los principales impulsores de la creación de Gay Men’s Health Crisis (GMHC) una organización que se creó en Nueva York en 1982 para recabar fondos para la investigación sobre el sida, presionar sobre los poderes públicos y asesorar a los afectados por la enfermedad. Muchos de los fundadores habrían querido que el GMHC no asustase a los homosexuales y no invitase a la homofobia, vamos que mantuviese un perfil bajo. Eso era no conocer a Larry Kramer. El 7 de marzo de 1983 publicó en “New York Native” el artículo “1.112 y sumando”, que fue de lo primero, de lo mejor y de lo más combativo que se escribió en la primera etapa del sida. En el artículo atacó por turnos: a “The New York Times” porque apenas se ocupaba del sida, al ayuntamiento de Nueva York por su trabajo desastroso en educación sexual, al alcalde de Nueva York Ed Koch por su inacción, a los médicos homosexuales de Nueva York por su pasividad, a los homosexuales que no querían cambiar sus prácticas sexuales a pesar de la epidemia…” El artículo enfadó a muchos y dejó a otros con la boca abierta, pero logró hacer del sida una causa política para la comunidad homosexual y forzó al ayuntamiento de Nueva York a pretender al menos que estaba haciendo algo contra el sida. Eventualmente Kramer acabó siendo expulsado del GMHC en cuya creación se había involucrado tanto. Le dolió, pero el verdadero activista tiene algo de mártir, así que lo sobrellevó mejor que otros lo hubieran hecho y siguió en su lucha particular, pisando callos y diciendo las verdades del barquero. El libro de Shilts merece la pena leerse aunque sólo sea por todo lo que enseña sobre cómo surgen las causas políticas y cómo se promueven en una sociedad democrática moderna. Algunas ideas que fui anotando mientras lo leía: + Mientras los medios no se hacen eco de un problema, éste no existe. El primer paso, por tanto, es atraer su atención y convencerles de que el problema es lo suficientemente importante como para que merezca aparecer en las noticias. Precisamente, la idea en sus inicios de que el sida sólo era un problema de la comunidad homosexual, que apenas acababa de salir del armario y aún no era el grupo de presión en el que se convertiría más tarde, fue la razón principal por la que los grandes medios de comunicación tardaron tanto tiempo en tomarse el sida en serio. + Los políticos no se preocupan por una cuestión hasta que ésta no está en los medios. + Al político no le importa tanto hacer cosas como que los demás vean que hace. Los errores siempre se pueden disfrazar; la inacción, no. Lo peor que puede pasarle a un político es que un periodista le pregunte “¿y qué ha hecho usted en este asunto?” y no tener nada que responder. + Estate siempre atento a las agendas ocultas. A veces son bastante obvias. La agenda de los dueños de las saunas era que no les consideraran como vectores de la transmisión del virus, porque no querían ni que les cerraran, ni que les obligaran a cambiar de modelo de negocio. Sus alegatos de que atacarlas era tanto como atacar al modo de vida de la comunidad homosexual, en realidad eran una manera de disfrazar sus intereses verdaderos. + Los activistas comprometidos son un incordio, pero son indispensables. Ninguna causa se mueve si no hay algunos activistas comprometidos empujando. Otra cosa es que cuando la causa triunfa, la recompensa no se la suelen llevar ellos, sino políticos que ni eran activistas, ni estaban tan comprometidos. Pero bueno, al activista orillado tras el triunfo de la causa siempre le quedará la satisfacción de la superioridad moral. Parece que Shilts sospechaba que podía tener el v.i.h. cuando empezó a escribir el libro. En 1986 le hicieron las pruebas del sida, pero no quiso conocer los resultados hasta que no lo hubiera terminado. Temía que el diagnóstico pudiera afectar su objetividad. Finalmente resultó que era seropositivo. Murió en 1994 a los 42 años de edad víctima del sida. Termino con un comentario suyo que me ha encantado: “El v.i.h. es realmente un forjador de carácter. Ha hecho que vea todas las cosas superficiales a las que nos aferramos como ego y vanidad. Por supuesto preferiría tener unas pocas células T más y un poco menos de carácter.” Otros temas Tags Gaetan DugasGay Men's Health CrisisLarry KramerRandy ShiltsSidaV.I.H. Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 09 nov, 2020