
La filosofía presocrática, que había comenzado en la Jonia, fue transplantada al sur de Italia hacia finales del siglo VI a.C. Allí adquirió nuevas formas y perdió el interés por explicar la naturaleza que había motivado a los filósofos jonios. En los filósofos de la Magna Grecia lo metafísico y lo religioso tiene mucha más importancia. Acaso esto tuviera que ver con el hecho de que los cultos mistéricos vinculados a la muerte y la adoración a los dioses del inframundo tuvieron allí más relevancia.
Uno de los filósofos más conocidos de los que enseñaron en la Magna Grecia es Pitágoras de Samos. Pitágoras constituyó un grupo de seguidores a los que enseñaba que era necesario tener las propiedades en común. También les inculcó una serie de reglas de vida que seguramente haya que verlas en relación con las reglas prescritas a los iniciados en los cultos mistéricos. No resulta fácil conocer del todo su pensamiento, porque sus discípulos mantuvieron silencio sobre algunas de sus enseñanzas.
Su escatología es un tanto confusa. Parece haber enseñado que tras la muerte el alma es sometida a un juicio divino. Los perversos son castigados. Los buenos podrán alcanzar las islas de los bienaventurados si se mantienen libres de maldad en la siguiente vida. Pitágoras introdujo la creencia en la reencarnación. La transmigración puede producirse en otro cuerpo humano o en un cuerpo animal. El alma debe pasar por varias vidas para purificarse y poder alcanzar las islas afortunadas. La concepción pitagórica de la reencarnación se parece tanto a la hindú, que muchos han pensado que hubo algún tipo de influencia. No obstante, no parece que hubiera demasiados contactos entre el mundo griego y el indio antes de la expedición de Alejandro Magno.
Otra importante novedad de Pitágoras fue la relación que estableció entre los números y la armonía, esta última entendida como el principio de orden en las cosas.
Parménides de Elea centró su pensamiento en la distinción ser/no-ser. Parménides afirma que el ser es y el no-ser no es. Esto que parece una perogrullada, tiene importantes consecuencias filosóficas. Si el no-ser, no es, el cambio y el movimiento no son posibles, porque implicarían que el ser se está moviendo hacia otra cosa que todavía no existe.
El pensamiento de Parménides es monista. El ser/el uno tiene las siguientes características: 1) Es ingénito e imperecedero; 2) Es uno y continuo, esto es, carece de partes; 3) Es invariable; 4) Es perfecto. Aunque, como hemos visto, muchos filósofos presocráticos tendían al monismo, ninguno extrajo las consecuencias de este pensamiento de una manera tan radical como Parménides.
Cuando en el colegio me enseñaron las aporías de Zenón de Elea, la impresión que me quedó fue que era un cachondo que había ido a dinamitar las conclusiones del pensamiento racional. Algo de eso hay, pero su objetivo último era defender los postulados de su maestro Parménides. El punto de partida es el rechazo a la idea de que hay una pluralidad de seres. “Si hay muchas cosas, es necesario que sean tantas cuantas son, ni más ni menos que éstas. Pero, si son tantas cuantas son, serán limitadas. Si hay muchas cosas, los entes son ilimitados; pues hay siempre otros entre los que son, y de nuevo, otros entre éstos. Y así, los entes son ilimitados.” Es decir, lo que hay es el uno que propugnaba Parménides.
Pero lo que le ha hecho más famoso son las aporías o paradojas que ideó para mostrar la imposibilidad del movimiento, otra tesis de Parménides. Veamos la más famosa, que es la de Aquiles y la tortuga. Aquiles el de los pies ligeros nunca podrá alcanzar a la tortuga con la que está compitiendo y a la que ha dado una ventaja inicial. La razón es que, cuando llegue a donde estaba la tortuga (t0), ésta habrá avanzado un poco más (t1) y cuando llegue al punto al que ha llegado la tortuga, ésta aún habrá avanzado otro poco y estará en (t2) y así hasta el infinito. Ya el mismo Aristóteles le dijo: “Tío listo, te has pasado de listillo, pero a mí no me la das”. Bueno no le dijo eso exactamente, pero estaba incluido en su refutación. Zenón nos la había colado, haciéndonos creer que un espacio finito es infinitamente divisible. La física moderna nos dice lo mismo de una manera más técnica: existe la longitud de Planck, que es la unidad más pequeña que puede existir; por debajo de ella el espacio y el tiempo clásicos se descomponen. Trasladándolo a la aporía de Aquiles y la tortuga, no cabe el razonamiento de Zenón. Es posible dividir la longitud hasta llegar a la longitud de Planck, pero no más allá. Conclusión: el espacio no es infinitamente divisible.
Una manera de ver el pensamiento de Empédocles de Acragas es como una respuesta a Parménides. El universo está sometido a un ciclo cósmico en el que la unidad se forma a partir de la pluralidad y viceversa. No hay ni creación, ni destrucción absolutas, sino una dinámica cíclica. Las fuerzas que se alternan y que impulsan el cambio en el universo son el Amor, que une los elementos y genera armonía y concordia, y la Discordia, que los separa y genera caos.
Empédocles de Acragas tiene una posición pesimista sobre el hombre y sus posibilidades de conocimiento. “Angostos son los recursos esparcidos por el cuerpo y muchas son las miserias que golpean dentro y embotan el pensamiento. Los hombres contemplan en su vida sólo una breve parte de ella, después rápidos en su morir se van volando como el humo, persuadidos, sólo de que cada cual es arrastrado en todas direcciones, según su suerte”. Otra frase desconcertante suya es: “Ningún ser mortal tiene nacimiento, ni existe el fin de la muerte detestable, sino sólo la mezcla y el intercambio de lo que está mezclado.” Parece que con esta frase alude la creencia en la reencarnación, la cual sostenía. Se notará que a partir de Pitágoras la creencia en la reencarnación se había popularizado entre los pensadores griegos.
Durante el siglo V se produce en la Jonia una respuesta a la crítica radical de Parménides, tratando de regresar al sentido común que sus planteamientos habían puesto en cuestión.
Anaxágoras de Clazomene rechaza el monismo de Parménides. El mundo surgió de la mezcla de cada cosa singular que terminaría por emerger. Otra afirmación suya es que ninguna cosa nace ni perece, sino que se compone y se disuelve a partir de las existentes.
Resultan interesantes sus reflexiones sobre la Mente que, para mí, demuestran que los pensadores de la época ya no tenían en consideración a los antiguos dioses y que su visión del cosmos se iba haciendo más abstracta. “… la Mente es infinita, autónoma y no está mezclada con ninguna [parte], sino que ella sola es por sí misma [si estuviera mezclada, las cosas con las que estuviera mezclada le impedirían gobernarlas] (…) La Mente gobierna todas las vidas que tienen vida (…) La Mente gobernó también toda la rotación [para Anaxágoras, la rotación es el movimiento inicial que permitió separar y ordenar los elementos del caos original], de tal manera que empezó a girar en el comienzo. Empezó a girar primeramente a partir de un área pequeña, ahora gira sobre una mayor y girará sobre otra aún mayor. Conoce todas las cosas mezcladas, separadas y divididas. La Mente ordenó [hay que entender el verbo como “impuso un orden”] todas cuantas cosas iban a ser, cuantas fueron y ahora no son, todas cuantas ahora son y cuantas serán…”
Arquelao de Atenas fue un pensador poco original. Casi lo más interesante de él es que fue discípulo de Anaxágoras y maestro de Sócrates, a partir del cual la ética se convertiría en un componente ineludible del pensamiento filosófico.
Meliso de Samos reflexionó especialmente sobre el ser, un tema que Parménides había puesto de moda. Meliso otorga las siguientes cualidades al ser: ingenerado e indestructible; temporalmente ilimitado; es uno; es homogéneo, ya que si no lo fuera en lugar de uno, sería muchos; es inmutable, lo que es una consecuencia de las características postuladas hasta ahora; es inmóvil [la cuestión del movimiento era un tema de gran interés para los griegos]. Otra manera de expresar su concepto del ser la tenemos en las siguientes palabras: “Siempre era lo que era y siempre lo será; pues si llegó a ser, necesario es que, antes de llegar a ser, no fuera nada. Ahora bien, si nada era, de ningún modo podría algo llegar a ser de nada”. O, dicho de manera más escueta, el ser no puede proceder de la nada.
Una corriente tardía del pensamiento presocrático fue el atomismo, cuyos principales representantes fueron Leucipo de Mileto y su discípulo Demócrito de Abdera. Ambos propugnaron que la realidad estaba compuesta por átomos, unas unidades indivisibles, eternas e inmutables. No hay el ser uno de Meliso, sino “un número infinito y son invisibles a causa de la pequeñez de sus partículas. Se mueven en el vacío y cuando se juntan, originan la llegada del ser y, cuando se separan, causan la destrucción.” Es decir, su planteamiento es puramente materialista. Demócrito desarrollaría una visión más radical y coherente que la de Leucipo, al explicar todo el universo y hasta el alma humana mediante los átomos.
Diógenes de Apolonia es el último presocrático. No fue un autor original. Sus teorías están tomadas esencialmente de Anaxágoras, de Leucipo y de Anaxímenes. Diógenes defendía que el aire es el origen de todas las cosas, algo que ya había defendido Anaxímenes, pero que Diógenes elabora más. El aire es una sustancia racional y viva. Todo está lleno de aire, por lo que todo está animado. Éste es un pensamiento que hoy definiríamos como panpsiquista.
Con Diógenes y Demócrito el pensamiento presocrático llega a su fin. La explicación del mundo exterior, la gran cuestión de los presocráticos, queda relegada por la reflexión sobre el ser humano y un acercamiento humanístico a la filosofía.
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